Vida Sana
Después de la llegada de la COVID-19 a EE.UU. a principios de este año, más de 40 millones de empleados perdieron su trabajo. Nunca antes se había despedido a tantas personas en el país en tan corto tiempo, y los trabajadores mayores fueron los más afectados. De marzo a junio, el 7% de todos los trabajadores de entre 55 y 70 años abandonaron la fuerza laboral, en comparación con el 4.8% de los trabajadores menores de 55 años. La tasa de desempleo se disparó al 15% en abril; la última vez que esta tasa alcanzó los dos dígitos fue hace una década, durante la Gran Recesión. Sabemos que la economía gradualmente se recuperó de esa crisis, pero ¿qué sucedió con las personas mayores que perdieron su trabajo en ese entonces? ¿Cómo les fue? ¿Y qué nos podrían enseñar sus historias sobre cómo se pueden recuperar quienes han perdido el empleo y tienen más de 50 años?
Para responder estas preguntas, analicé a fondo una reducción de personal a gran escala que había cubierto hace diez años para The New York Times. En el 2010, Whirlpool cerró una planta gigante de refrigeradores en Evansville, Indiana, y trasladó las operaciones a México. El traslado dejó a 1,100 personas sin trabajo y en una terrible incertidumbre. “Es devastador para nuestras familias y para todos los empleados de la planta”, me dijo un trabajador mayor en ese entonces. “Me pregunto dónde estaremos en dos o cuatro años”. Diez años después, descubrí que muchos de esos trabajadores mayores, a pesar de dolorosos contratiempos y dificultades, han logrado recuperarse. Las historias sobre cómo lo lograron dan esperanza sirven de inspiración e incluso ofrecen consejos prácticos a las personas mayores desempleadas que están teniendo dificultad para recuperarse.
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'Un tiempo muy aterrador'
A Kathy Duncan, quien ahora tiene 62 años, le gustaba casi todo sobre su trabajo en la planta de Whirlpool, una fábrica del tamaño de treinta campos de fútbol americano. Se llevaba bien con su equipo de ochenta compañeros de trabajo, quienes ensamblaban máquinas de hielo. “Yo inyectaba el freón y el refrigerante”, recuerda Duncan. También le gustaba la paga —$18.53 por hora—, un buen salario para un trabajo manual en el sur de Indiana hace una década.
Durante sus veintiún años en Whirlpool, Duncan vivió una vida de clase media y crio dos hijas y un hijo con su pareja, John. Como muchos de sus colegas, Duncan nunca sospechó que la planta cerraría hasta que asistió a una reunión general durante el verano del 2009. “No tenía ni la menor idea de que sucedería esto”, dice Duncan. “Fue un tiempo muy aterrador”. La planta —donde se habían construido aviones de combate P-47 para Republic Aviation durante la Segunda Guerra Mundial— cerró diez meses después. Fue una de los cientos de fábricas que cerraron durante la Gran Recensión, cuando el país perdió más de 2 millones de puestos de trabajo en la industria de manufactura.
Afortunadamente para Duncan y sus compañeros, un grupo de agencias gubernamentales y organizaciones sin fines de lucro crearon un ambicioso plan para ayudar a los trabajadores despedidos de la fábrica a encontrar nuevos empleos. Tres universidades cercanas y varias organizaciones sin fines de lucro entrevistaron a casi todos los 1,100 trabajadores de Whirlpool para preguntarles acerca de sus necesidades inmediatas (por ejemplo, si tenían suficiente dinero para alimentos y vivienda), evaluar sus habilidades y determinar cuál sería la mejor forma de capacitarlos para campos con oportunidades laborales. Se concentraron en orientarlos para que consiguieran uno de los puestos que los investigadores de desarrollo económico habían identificado como “los cincuenta trabajos de mayor demanda” en la economía del estado en ese momento. Estos incluían asistente médico; técnico en sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado; y puestos de gestión de centrales eléctricas, gestión de la cadena de subministro y gestión industrial. Whirlpool, por su parte, ofreció indemnización por despido, beneficios extendidos y ayuda con la capacitación y asistencia por desempleo a través de la colaboración del sindicato de la fábrica y de agencias gubernamentales. Debido a que los trabajadores habían perdido su empleo a consecuencia del traslado de las operaciones de refrigeración de Whirlpool a México, el programa federal de Asistencia para los Ajustes Comerciales pagó la mayor parte de la capacitación. Esos fondos no están disponibles para la mayoría de las personas que perdieron su trabajo debido a la pandemia, pero los expertos laborales señalan que hay otras vías de asistencia federal y estatal que pueden ayudar a pagar la capacitación en nuevos campos.
Una de las universidades que participó en el proyecto fue Ivy Tech Community College, la cual tiene 43 centros universitarios en Indiana. Según Kelly Cozart, vicerrectora de Asuntos Académicos de Ivy Tech, a muchos de los trabajadores mayores de Whirlpool que retomaron los estudios les fue mejor que a los trabajadores más jóvenes. “Los trabajadores que tenían más experiencia estaban más acostumbrados al cambio”, explica Cozart, quien señala que muchos de ellos ya habían sufrido despidos temporales. “A algunas personas les entusiasmaba la oportunidad de recibir una educación”.
¿Te despidieron? Hay ayuda disponible
1. Solicita ayuda al Gobierno federal
El Gobierno federal brinda apoyo a una red de casi 2,400 centros integrales de empleo que evalúan tus habilidades, te orientan sobre vacantes laborales y te informan acerca de oportunidades de capacitación (877-US2-JOBS; careeronestop.org).
2. Obtén asistencia personalizada (enlaces en inglés)
AARP ofrece muchos servicios para las personas que buscan trabajo, entre ellos una lista de empleos en línea diseñada para trabajadores mayores, y la evaluación gratuita de currículos. Visita la página web sobre trabajo y empleo de AARP para obtener más información.
Kathy Duncan era una de estas personas. Segura de que Ivy Tech le abriría puertas, Duncan estudió ahí y obtuvo un título de asociado en Administración de Empresas. Con su diploma en mano, presentó solicitudes para puestos administrativos en el gigante farmacéutico AstraZeneca, en University of Southern Indiana y en docenas de otras empresas. “Era un poco abrumador solicitar trabajo a los 51, 52, 53 años, y me preguntaban por qué de pronto necesitaba cambiar de carrera”, dice Duncan. Todas esas empresas rechazaron su solicitud. Frustrada, recurrió a las habilidades que había utilizado en trabajos anteriores y aceptó un puesto de auxiliar de cuidados en el hogar. El salario: $15.53 por hora, $3 menos que en Whirlpool.
Por esas fechas, murió su padre. Duncan habla de él con mucho cariño. “Mi padre siempre me decía: ‘Cuando encuentres el trabajo adecuado, lo sabrás’”.
Cuando llevaba un año trabajando como auxiliar de cuidados en el hogar, un amigo de Whirlpool le dijo que había una vacante en Hope of Evansville, una organización sin fines de lucro que proporciona vivienda y asesoramiento crediticio a familias de ingresos bajos y medios. Duncan presentó una solicitud y la contrataron para contestar teléfonos, hacer entrevistas de admisión de nuevos clientes, generar facturas y realizar otras tareas administrativas. Dos años más tarde, el asesor de prevención de ejecuciones hipotecarias dejó la empresa. Duncan estudió para ese puesto, aprobó el examen de certificación estatal y el federal y consiguió el trabajo. En sus cuatro años en ese puesto —en el que gana $44,000 al año (aproximadamente $22 por hora)—, ha salvado a cientos de clientes de la ejecución hipotecaria, y menciona con orgullo que tiene una tasa de éxito del 98%. Desde que comenzó la pandemia y empezaron los despidos a gran escala, Duncan se ha visto inundada de casos de ejecución hipotecaria. “Salvé a tres familias de ejecuciones hipotecarias el viernes pasado”, me dice.
Aunque es desgarrador escuchar tantas historias de adversidad —algo que ella conoce muy bien—, dice que el puesto le da “una sensación de paz y tranquilidad”. Gracias a que aprovechó la oportunidad de regresar a la escuela y a que no se dio por vencida a pesar de algunas decepciones, Duncan ha podido establecerse en un campo completamente nuevo.
En estos momentos, no muchos trabajadores despedidos tienen acceso a asistencia tan coordinada para ayudarlos a capacitarse, en gran parte porque el cierre de una planta da lugar a un nivel de ayuda gubernamental diferente al de los despidos —que esperamos sean temporales— que estamos viendo por todas partes durante la crisis económica provocada por la COVID-19. Pero todas las personas desempleadas en EE.UU. deben saber que hay ayuda disponible. El Gobierno federal brinda apoyo a una red de casi 2,400 centros integrales de empleo, los cuales ofrecen muchos de los mismos tipos de servicios que se ofrecieron a los trabajadores de Whirlpool. AARP también brinda ayuda laboral a las personas mayores de 50 años que buscan trabajo (en inglés). Si estás considerando capacitarte, muchos expertos en empleo dicen que algunos de los campos laborales de mayor demanda son atención médica, facturación médica, programación de software y trabajo en almacenes; también hay muchas vacantes para conductores de camiones y empleados de guarderías infantiles. Debido a que los departamentos de trabajo de muchos estados están abrumados a causa de la COVID-19 y las altas tasas de desempleo, muchas agencias no han podido asistir a las personas desempleadas de una manera tan coordinada como se hizo en Indiana con los trabajadores de Whirlpool. Esto significa que las personas que actualmente se encuentran desempleadas deben valerse más por sí mismas y ser tenaces al buscar ayuda.
La importancia de las habilidades
Si te despidieron, regresar a la escuela no es la única opción. En años recientes, los expertos en reincorporación a la fuerza laboral han resaltado la importancia de evaluar las habilidades de los empleados. El motivo: las habilidades que muchos trabajadores han acumulado durante su vida a menudo se pueden transferir a otros trabajos y campos, señala Anthony Carnevale, director del Center on Education and the Workforce de Georgetown University. “Cuando alguien pierde su trabajo, es doloroso, pero eso no tiene que ser el final del camino. Con paciencia y persistencia, se abrirán puertas para los trabajadores que tengan talentos transferibles”.
Por eso es importante evaluar todas las habilidades de una persona. Los trabajadores despedidos de Whirlpool tuvieron el beneficio de contar con evaluaciones minuciosas. “Teníamos un sistema de software que tomaba en cuenta el conocimiento, las habilidades y las destrezas del ensamblador y arrojaba luz sobre las habilidades que el trabajador no necesariamente sabía que tenía”, recuerda Sara Worstell, directora ejecutiva del Grow Southwest Indiana Workforce Board. Actualmente, los trabajadores despedidos pueden acceder a este tipo de evaluaciones mediante la red de American Job Centers respaldada por el Gobierno; su sitio web, careeronestop.org, tiene una sección que explica paso a paso cómo evaluar las habilidades laborales.
Los trabajadores desempleados pueden aumentar rápidamente su empleabilidad con la obtención de nuevas credenciales, dice Roberta Reardon, comisionada de trabajo del estado de Nueva York. “Puedes tomar un curso de seis semanas o de un semestre y obtener una credencial reconocida a nivel nacional que aumente tu empleabilidad”, señala. Pero estos certificados no siempre son necesarios. Según Michael Lang, director de servicios de empleo del Departamento de Empleo y Desarrollo Económico de Minnesota, los empleadores son cada vez más flexibles en cuanto a aceptar la experiencia como substituto de un diploma o un certificado específico. “No es necesariamente cierto que solo buscan una persona que tenga la educación y la capacitación exactas que convencionalmente se esperan”, dice Lang. “Ahora están mucho más dispuestos a tomar en cuenta las habilidades de la experiencia previa”.
Ese fue el caso de Tyrone Garnett, quien ahora tiene 54 años. En Whirlpool, él era un empleado muy versátil que cubría muchos puestos mecánicos distintos. Cuando la planta cerró, “sentí que el mundo se me derrumbó”, explica. Buscó trabajo durante siete meses. Luego se enteró de que había vacantes en Accuride, un fabricante de llantas de autobuses, camiones y tractores con instalaciones en Henderson, Kentucky, aproximadamente a once millas de Evansville.
“Me fue muy bien en la entrevista”, recuerda Garnett. “Se dieron cuenta de que soy un hombre que se mantiene en forma y que probablemente no faltaría mucho al trabajo”. Accuride valoró la versatilidad que había demostrado en Whirlpool, dice. Actualmente, supervisa siete robots soldadores y tiene que saber cómo repararlos si se atascan. Además, opera un montacargas, inspecciona las llantas de camiones y repara las que son defectuosas. “Gano más dinero ahora que cuando trabajaba en Whirlpool”, agrega. “Ha sido una bendición”.
Trabajos ‘salvavidas’
Marsha Luttrell, quien ahora tiene 57 años, había trabajado en Whirlpool durante 19 años cuando la planta cerró. Se metió de lleno en un curso de capacitación para empleos hospitalarios, pero “no podía aprender nada sobre el tema”. Por lo tanto, se cambió a clases para convertirse en operadora de maquinaria pesada, un trabajo de gran demanda en ese entonces que podía realizar en las minas de carbón cercanas. Pero después de obtener su certificado, rechazaron sus solicitudes una y otra vez.
“Solicité empleo en todas las minas de carbón que estaban a menos de cien millas”, dice. “Ninguna me respondió. Pero había algunos hombres de veintitantos años en mi clase. Ni siquiera terminaron la clase porque las minas de carbón los contrataron tan rápido”. ¿Cómo no iba a sospechar que la discriminaban por su edad y su sexo?
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