Vida Sana
In English | Los jóvenes adolescentes y universitarios pueden empacar sus mochilas y salir a explorar lugares desconocidos, pero no es tan garantizado cuando tienes más de 70 años, como yo. Muchos de nosotros somos viajeros de sillón, en vez de viajeros de la vida real. Sin embargo, en los últimos años, he tratado de ir al menos una vez al mes a un lugar que nunca he visitado antes; recientemente, eso ha incluido Groenlandia, Líbano, Islandia, Kazajistán, Portugal, Carolina del Norte, Eslovenia, Albania, Uruguay y Austin, Texas. Para ayudar a que sea económico, a menudo viajo con un presupuesto ajustado, me hospedo en hostales, consumo alimentos sencillos y uso transporte público local.
No planeo itinerarios con anticipación y rara vez consulto a agentes de viaje. De vez en cuando voy con un grupo turístico organizado, pero la mayoría del tiempo reservo un vuelo, empaco una bolsa de ropa y guías, y viajo sola. Quedarme en casa sería más fácil. “¿Por qué someterme a esto?”, suspiro, lidiando en línea con horarios en el extranjero. Pero para mí, viajar siempre vale el esfuerzo. Estas son unas cuantas razones de ello:
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Ofrece emociones inesperadas. Entre ellas: saltar en bungee de una montaña en Nueva Zelanda, pasear por los Everglades frente al abanico gigante de un aerodeslizador, equilibrar un huevo en el punto exacto del ecuador con cero longitud, caminar con agua hasta las rodillas a orillas de una isla Maldivas para dar de comer con la mano a las mantarrayas cómicas y escurridizas que aparecen hambrientas cada tarde.
Hace que el mundo sea más interesante. Conocer de primera mano un país me intriga a mantenerme al día con su política y noticias. Al regresar a casa, sin querer me pongo a leer sobre las elecciones en Líbano y los problemas económicos de Brasil, me absorbo en las historias del intento de golpe de estado en Turquía y me mantengo al día del resurgimiento de la Ruta de la Seda “Un Cinturón, Una Ruta” de China.
Mantiene mi mente activa. En camino a una nueva ciudad, estudio dónde se encuentran sus hoteles, edificios públicos y lugares turísticos para así llegar con una idea de cómo trasladarme sin perderme. Planificar rutas exige hacer malabarismos con horarios de autobús/tren/metro y se considera un ejercicio mental tan beneficioso como cualquier rompecabezas sudoku o juego de bridge. Lidiar con tipos de cambio mantiene activo mi coeficiente intelectual matemático.
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