Vida Sana
Calles empedradas y fugaces ecos de tango. Noches de bohemia y cafetines antiguos que parecen no cerrar sus puertas jamás. Tanto para los porteños que viven allí como para los turistas que quedan embelesados al visitarla, Buenos Aires es una de las ciudades más románticas del planeta. La capital argentina tiene un parentesco estético con París, pero su carácter es también intensamente latinoamericano. Un Día de los Enamorados en Buenos Aires ofrece una variedad de propuestas, todas ellas con perfume de pasión.
1. Tango para escucharlo y bailarlo
El tango sigue vivo en Argentina. Amparado por los veteranos que vivieron su época dorada, pero también adoptado con entusiasmo por los más jóvenes. Una visita a Buenos Aires no estaría completa sin una noche de milonga. Una de las más famosas es La Viruta, en el pintoresco barrio de Palermo, con clases de baile y orquestas en vivo. Para una atmósfera todavía más auténtica, la glorieta en Barrancas de Belgrano alberga una milonga al aire libre que conmueve con su nostalgia y romanticismo.
2. La hora del té
La hora del té, acompañada por delicados sándwiches de miga y masitas dulces, es una tradición argentina. La ciudad está repleta de suntuosas confiterías caracterizadas por el brillo opulento que le ganó a Buenos Aires el apodo de “París sudamericana”. La confitería Las Violetas, ubicada cerca del centro de la ciudad, es quizás la más impactante. Se inauguró en 1884 y todavía preserva la elegancia aristocrática de otras épocas. Los desayunos son excelentes, pero la hora del té es sin duda su mejor momento.
3. El barrio de San Telmo
El Buenos Aires más evocador y cinematográfico —el de las tarjetas postales y la mitología tanguera— vive en el barrio de San Telmo. Aunque por momentos esta zona se ha vuelto excesivamente turística, el encanto de sus tiendas de antigüedades y cafetines retro es demasiado intenso como para disiparse ante la modernidad. Vale la pena visitar su feria de antigüedades para encontrar libros de décadas pasadas y objetos de arte. Regatear un poco los precios es parte del ritual.
4. Un encuentro con el arte
Ubicado en el barrio de Palermo, el Museo Nacional de Arte Decorativo no es sólo recomendable por su extraordinaria galería de muebles, pinturas, miniaturas y armas, entre otros objetos, sino también por la fastuosa casa de estilo francés que alberga las colecciones. Fue en 1937 que el gobierno argentino adquirió la residencia y colección de arte de Josefina de Alvear y su esposo, el diplomático chileno Matías Errázuriz Ortúzar. Luego de recorrer la mansión, vale la pena visitar la tienda del museo, además del café restaurante Croque Madame, al aire libre.
5. Una velada cálida
Para los que prefieren rechazar las pretensiones de un restaurante fino a favor de una propuesta más cálida y auténtica, El Preferido de Palermo es un regalo del cielo. Ubicado en la esquina de las calles Jorge Luis Borges y Guatemala, es un típico almacén español del pasado bonaerense transformado en un establecimiento para comer. Los precios son accesibles, la atmósfera encantadora y el menú hace honor a platos típicos como milanesa de pollo con puré de papas, o un sabroso filete de merluza. Entrañable.
6. Una estadía en el Hotel Villa Victoria
Ubicado unas 22 millas al norte de Buenos Aires, el atmosférico barrio de Tigre yace al lado del delta del río Paraná y evoca el romanticismo a flor de piel de la vieja Buenos Aires. Algunas de sus residencias son accesibles sólo con lancha, y la zona recibe permanentemente a los porteños que buscan escapar del trajín de la ciudad. Una buena opción es pasar una noche en el Hotel Villa Victoria, que cuenta con solamente seis habitaciones y un jardín espléndido con piscina. Un sorpresivo vistazo a la tranquilidad del pasado bonaerense.