Vida Sana
Imagina un spa donde cada tratamiento en el menú incluye agua de mar o algún derivado, como lodo o algas. Imagina masajes con mangueras presurizadas bajo el agua, abundantes chorros de agua de mar que te caen desde arriba y la envoltura sedosa de un suave elixir de agua de mar y algas. Así fue mi experiencia en un centro de talasoterapia francés en la costa de Bretaña.
La mayoría de las personas están de acuerdo —sin que haya evidencia científica— en que una visita a la playa mejora el ánimo. La exposición al aire fresco del mar, la oportunidad de hundir los pies en la arena y la sensación de que el agua rica en nutrientes se infiltra en cada poro del cuerpo se combinan, y en conjunto crean un efecto relajante que probablemente sea primitivo. Por eso es que, desde el inicio de la industria turística, las personas han viajado a localidades costeras en busca de descanso, relajación y renovación.
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La talasoterapia potencia el poder curativo del mar aprovechando sus cualidades benéficas. En el primer día de mi programa de una semana en Les Thermes Marins de Saint-Malo asistí a una charla de Karell Bouetard, una hidroterapeuta miembro del equipo educativo del complejo. Ella explicó que en la talasoterapia "el clima costero, el agua, la bruma, la arena, el lodo marino, las algas y otras sustancias que se extraen del mar se utilizan para crear tratamientos de salud preventivos y correctivos". Bouetard agregó que el agua de mar es particularmente eficaz para la curación debido al abundante contenido de minerales como magnesio, calcio y potasio.
Durante los días que siguieron experimenté ese efecto curativo con baños de agua de mar, envolturas de algas marinas, exfoliaciones con sal marina, masajes subacuáticos, inhalaciones y ejercicios acuáticos. Los paseos por la playa también formaron parte de la ecuación. Si bien los tratamientos de talasoterapia se utilizan para una variedad de dolencias —desde problemas musculoesqueléticos hasta afecciones de la piel y enfermedades respiratorias—, mi atención se centraba en el envejecimiento y el dolor de espalda.
Agua, agua por todas partes
Elegí Francia porque no solo es la cuna de la talasoterapia, sino que también es el país donde más se ofrece el servicio. Hay 38 centros de talasoterapia aprobados a lo largo de las costas del Canal de la Mancha al norte, el océano Atlántico al oeste y el mar Mediterráneo al sur. La talasoterapia se remonta a principios del siglo XX, cuando el biólogo francés René Quinton formuló la hipótesis de que el cuerpo humano respondería a terapias que utilizan sustancias marinas. Se basaba en que había hallado similitudes entre el contenido mineral del agua de mar y el plasma sanguíneo.
España, Croacia, Alemania y Estonia también incursionan en el campo. Pero como Francia es el centro del mundo de la talasoterapia, decidí que iría a la costa de Bretaña para descubrir de qué se trataba este asunto.
Después de arrastrar mi cuerpo dolorido desde París hasta Saint-Malo (en un viaje de 2 horas y 15 minutos en un tren TGV de alta velocidad), me registré en Les Thermes Marins de Saint-Malo. El edificio principal data de 1881, cuando se inauguró como el Grand Hotel de Paramé, un complejo turístico de moda frecuentado por la nobleza internacional. Se convirtió en un centro de talasoterapia en 1963.
Los huéspedes que buscan tratamientos de agua en la versión actual tienen varias opciones de alojamiento. El más lujoso es el Grand Hôtel des Thermes, un hotel de cinco estrellas con un precio a la altura de su categoría. También participan en el sistema varios hoteles de tres y cuatro estrellas a poca distancia. Yo elegí quedarme en el Neptunia Residence, que tiene apartamentos tipo estudio de precios moderados y se conecta con el Grand Hôtel por una pasarela. La ubicación era óptima, ya que podía caminar hasta el spa y volver en mi bata de baño.