Vida Sana
La industria alimentaria es la historia de inmigrantes. Cada platillo que servimos cuenta una historia de las muchas personas que lo hicieron posible. De no ser por los inmigrantes, la industria no existiría. Desde el primer día en que llegué a Nueva York desde España, con mis cuchillos y $50, tuve un nuevo hogar en la cocina, junto a inmigrantes de todo el mundo. De inmediato me sentí cómodo.
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Ser inmigrante en Estados Unidos es vivir un sueño. He tenido suerte de poder hacer —y llegar a ser— mucho más de lo que jamás había imaginado. Y entiendo que el verdadero sueño americano implica poder brindar las mismas oportunidades a otros. Los inmigrantes constituyen más de la mitad del personal de mis restaurantes.
El día en que mi esposa y yo recibimos nuestra ciudadanía estadounidense en el 2013, la oficiante nos dijo lo que Estados Unidos esperaba que hiciéramos: brindar lo mejor de nosotros a nuestro nuevo país, e integrarlo en la esencia del mismo. No solo éramos nuevos ciudadanos, sino ciudadanos activistas, responsables de mejorar el país, de expresarnos e involucrarnos. Ese día, mi dedicación al proyecto americano se volvió aún más importante; me ha hecho el mejor ciudadano posible y me motiva a esforzarme continuamente para llegar a ser el mejor estadounidense posible.
“El día en que mi esposa y yo recibimos nuestra ciudadanía estadounidense en el 2013… Ese día, mi dedicación al proyecto americano se volvió aún más importante”.
Mi experiencia en Puerto Rico después del huracán María fue una enseñanza increíble para mí. Me ayudó a entender lo que se necesita hacer para desglosar problemas graves y abordarlos de una manera inteligente y pragmática. Cuando llegamos, mi equipo de World Central Kitchen y yo jamás pensamos que nos quedaríamos durante meses ni que prepararíamos más de 3.6 millones de platillos. Pero todo en la isla había dejado de funcionar. Entonces, juntamos chefs, buscamos ingredientes, pusimos la cocina en marcha y empezamos a trabajar. También brindamos alimentos para adultos mayores de toda la isla, y servimos comida en docenas de asilos.
Necesitamos conservar la excelencia de este país al continuar sus tradiciones de inclusión y luchar contra las fuerzas de la exclusión que nos amenazan a diario. Debemos establecer vínculos entre las personas, y construir muros: los muros de las nuevas cocinas, nuevas escuelas y nuevos hospitales. Si continuamos siendo inclusivos y hospitalarios, podremos seguir avanzando y lograremos construir el país que todos soñamos.
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