Vida Sana
Se conocieron el pasado abril, cuando empezó a tomar fuerza la pandemia, en Zoosk, un sitio de citas románticas. A Denise, de 55 años, divorciada y residente de California, le gustó lo que él le dijo: se hizo pasar por un hombre amable, en busca de una relación a largo plazo. La amaría y cuidaría de ella. Declaró que la familia de ella era también su familia. La llamó su "media naranja" y le envió un recuerdo de cristal que tenía grabadas esas palabras y los nombres de ambos.
Aunque dijo que vivía cerca, él y Denise nunca se conocieron en persona. Él puso una excusa tras otra: el confinamiento por el coronavirus, una enfermedad repentina, una hospitalización, un compromiso de trabajo en otro estado. Dijo que era un ingeniero de construcción y que tenía proyectos en todo el mundo. Se comunicaban principalmente por mensajes de texto; a veces conversaban por teléfono. Unas pocas veces durante su "relación" de aproximadamente seis meses, él le envió flores.
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Aparecen señales de alerta
No querer reunirse en persona fue la primera señal de alerta. Pedirle a ella que le comprara costosas tarjetas de regalo de Google Play fue la segunda. Finalmente, la estafó alrededor de $5,000 —y jamás le pagó la deuda como había prometido—, y una vez que ella le dio acceso a su cuenta corriente, poco a poco y sin darse cuenta lo ayudó a lavar aproximadamente $200,000 en ganancias ilícitas de actividades delictivas, entre ellas, explica Denise, fraude de beneficios por desempleo. En octubre, cuando el saldo de su cuenta corriente se había reducido a $18, le robó otros $10, y luego cortó todas las comunicaciones con ella.
El "pretendiente", por supuesto, era un impostor.
Denise lo denunció al Centro de Quejas de Crímenes por Internet del FBI (en inglés) y proporcionó a AARP una copia de su denuncia. También contó su terrible experiencia a la línea de ayuda de la Red contra el Fraude, de AARP, 877-908-3360, y, con la condición de que solo se usara su nombre, habló para este artículo; en cierto momento de la conversación rompió en llanto. Sin embargo, lo que más desea es ahorrarles a otras posibles víctimas el sufrimiento emocional —y la billetera casi vacía— que ella sobrevivió.
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