Vida Sana
Era conocido como “la oficina”; según los informes, era un lugar ajetreado. La casa modificada ubicada en Jamaica estaba repleta de empleados que trabajaban en escritorios y hacían llamadas por teléfono. En páginas de nómina, se hacía el seguimiento de las transacciones realizadas y las comisiones pagadas. Todos los días, el gerente de la habitación distribuía listas de personas a quienes llamar. En un tablero se llevaba un listado del desempeño de cada uno de los “vendedores” (y así los llamaban, vendedores). Al final del día, un conserje llegaba a hacer la limpieza.
Habría resultado fácil suponer que se trataba de una empresa profesional bien administrada. De muchas maneras, lo era; excepto que el negocio era estafar. Los muchos “vendedores”, quienes se hacían pasar por funcionarios gubernamentales, llamaban a adultos mayores en Estados Unidos para decirles que se ganaron millones de dólares en un premio de la lotería, pero solo los recibirían si pagaban miles de dólares en “impuestos” y “cargos”. Por supuesto, a nadie le iban a enviar un premio.
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Mucha gente todavía cree que fraude es un asunto de estafadores que roban pequeñas cantidades. Todos hemos visto películas sobre defraudadores, como The Grifters, The Talented Mr. Ripley y Catch Me If You Can. Estos personajes actúan a solas, o como máximo arman un pequeño equipo para lograr un gran robo al estilo de Ocean's Eleven. Pero la verdad es muy distinta. Una investigación realizada por AARP Bulletin, que incluye entrevistas con decenas de expertos y un análisis de miles de páginas de documentos judiciales, demuestra lo sistemática que se ha vuelto esta “industria”. Estas operaciones de estafas funcionan de manera bastante parecida a los negocios legítimos: crean espacios de trabajo, compran listados de clientes potenciales, emplean personal, fijan metas, supervisan los resultados e implementan lo último en tecnología —todo con la intención de robar tu dinero—. Por eso, si contestas esa llamada sobre un premio para un concurso en el que no recuerdas haberte inscrito o escuchas con paciencia cuando te tratan de convencer para que aproveches una oportunidad de inversión imperdible, no olvides que es muy probable que quien te llama esté respaldado por un negocio sofisticado y profesional.
Y ellos forman parte de una gran industria internacional. Según un informe del 2019 del Comité Especial del Senado sobre Envejecimiento, los adultos mayores en Estados Unidos pierden unos $3,000 millones al año debido al fraude. Estafadores de todo el mundo tienden a intentar engañar a los adultos mayores de Estados Unidos particularmente porque poseen dinero, tienden a ser confiados y pueden estar menos familiarizados con el uso de la tecnología.
“En EE.UU., tenemos un entorno con muchas posibles víctimas; la mayoría de los baby boomers están en edad de jubilarse”, dice Bill Brown, jefe de unidad de la sección de delitos financieros del FBI. “Estas personas representan prospectos codiciados para cualquier operación delictiva”.
El mes pasado, el fiscal general de EE.UU., William Barr, anunció que durante el último año, más de 400 personas han sido acusadas de defraudar a adultos mayores en el país. Esto incluye supuestos estafadores de Perú, quienes intentaban engañar a hispanoablantes en Estados Unidos con amenazas de arresto o deportación si no pagaban una cuenta inexistente; y de Singapur, donde un hombre fue acusado de hacerse pasar por un agente del Servicio de Impuestos Internos para estafar a la gente y que le enviaran dinero.
La tecnología también ha ayudado a los timadores; hoy en día, los datos circulan con facilidad, y muchas vías de comunicación internacional como las llamadas y los correos electrónicos se han vuelto poco costosos y generalizados. Además, los estafadores comparten sus tácticas en internet. Brett Johnson —un asesor de ciberseguridad que antes dirigía ShadowCrew, uno de los primeros sitios web contra los ciberdelitos— dice que hay cursos en línea disponibles por $600 sobre cómo robar identidades.
Todo esto ha convertido al fraude en una preocupación mundial que a menudo está impulsada por la falta de oportunidades de empleo en países en vías de desarrollo y una falta de interés sobre lo que les sucede a las víctimas. “Lo que creen es que las personas a quienes están estafando tienen mucho dinero y pueden permitirse pagar”, dice Nick Chase, un fiscal en Dakota del Norte que contribuyó a condenar a muchos estafadores. “Se dicen a sí mismos: ‘Lo que estoy haciendo no es tan malo’”.
Según Jim Weidner, un abogado en Carolina del Norte que ha defendido a varias personas de Jamaica acusadas de fraude relacionado con la lotería en Estados Unidos: “Su manera de pensar es que es solo un negocio. No lo consideran como un delito, aunque saben que es ilegal”.
Curiosamente, la práctica de las compañías de Estados Unidos de subcontratar trabajo en el extranjero, donde los sueldos son más bajos, ha impulsado sin querer la industria del fraude. Los centros de llamadas de la industria de turismo en el Caribe y en lugares como India han capacitado a empleados sobre las maneras de comunicarse con los consumidores en Estados Unidos, y algunos luego usan esas destrezas en centros de llamadas ilegales. Allí, el delito genera más delitos. Las autoridades del orden público atribuyen el alto índice de asesinatos en Jamaica en el 2017 —aproximadamente el doble que el de Chicago— al menos en parte a pandillas rivales que se robaron mutuamente los listados de víctimas potenciales de fraude, según Steve Baker, exdirector de la región del Medio Oeste de la Comisión Federal de Comercio (FTC), donde en el 2018 se realizó un estudio para la BBB (Oficina de Ética Comercial).
En algunos casos, las operaciones fraudulentas son multinacionales. Dos supuestos cómplices en una estafa romántica (en la que los impostores enamoran a las víctimas por medio de las aplicaciones de búsqueda de pareja y las redes sociales) habían nacido en Nigeria pero vivían en Estados Unidos, donde ayudaban a lavar dinero por medio de cuentas bancarias de otros países. Muchos de sus cómplices estaban en Nigeria, y por medio de la estafa podían ganar unos $28,000 en tres años, o casi $800 al mes, según un informe de The New York Times. Compara eso al sueldo mensual de entre $28 y $42 en Nigeria por un puesto administrativo o un empleo de planchar camisas.
Dentro de un negocio fraudulento
Los beneficios de crear una organización profesional dedicada al fraude comienzan con la matemática: más intentos de convencer equivalen a más “conversiones” exitosas, para usar el lenguaje de ventas, y eso significa más dinero. La magnitud también ayuda a la especialización. Por cada persona que realiza una llamada, puede haber otros trabajadores de apoyo que hacen tareas más específicas, tales como conseguir los nombres de los objetivos, gestionar las computadoras y la tecnología, recoger y lavar el dinero, y administrar todo para que funcione en conjunto.
Trabajos comunes en el fraude
Agente principal
Vende listas de víctimas potenciales, sus teléfonos y otra información personal a su red de compradores, que pueden ser compañías legítimas, organizaciones dedicadas al fraude, o las dos cosas.
Vendedores
Habla con las víctimas, a menudo luego de que contestan una llamada automatizada. Algunas organizaciones emplean “abridores” que son los que timan a las víctimas, y los “cargadores” que son los que tratan de aumentar el monto del dinero enviado.
Gerentes
Manejan el centro de llamadas o la operación más amplia. A cambio, reciben un porcentaje de todas las “ganancias”. En un caso, la porción de los cabecillas era 20 por ciento luego de que los trabajadores de menor rango recibían sus partes.
Mulas
Transportan el dinero robado a las víctimas de la organización. Cuando las reclutan, puede que algunas no sepan que trabajan para una empresa criminal, pero el FBI dice que de todos modos es un crimen.
Hacker
O pirata informático que es un experto en programación informática que roban información sobre los consumidores de negocios y servicios en línea. Pueden usar la información para cometer otros delitos o la revenden en la red oscura.
Puede que los operadores más grandes de estafas mantengan separadas las diferentes partes de la operación para que pocos participantes sepan la escala de todo lo que ocurre. En AARP Bulletin se publicó hace poco un informe acerca de un hombre que fue encarcelado por lavar dinero para una empresa fraudulenta, aunque no sabía detalles de lo que esta hacía y solo se había comunicado con un jefe sin saber su nombre. Pero hasta las empresas fraudulentas de menor magnitud están bien coordinadas. “Trabajas con quizás 10 o 15 personas conocidas y en quienes confías”, dice Johnson, asesor de seguridad. “Considéralo como una cooperativa flexible, donde las personas entran y salen según el proyecto”.
Y al igual que en el mundo empresarial, algunas de las tareas relacionadas con el fraude se pueden subcontratar. Por ejemplo, hay empresas fraudulentas que solo recopilan y venden información privada para que los estafadores la aprovechen. Los “vendedores de listas” son comunes entre las empresas legítimas. Para los equipos de venta, la información sobre clientes potenciales preseleccionados es valiosa. Por ejemplo, quienes han expresado interés en comprar un nuevo auto al crear una cuenta en un sitio web que compara precios de automóviles o quizás quienes tienen un auto de hace varios años y podrían ser candidatos ideales para comprar otro.
La diferencia clave en este asunto es que las personas incluidas en las listas que compran las empresas fraudulentas por lo general tienden a proporcionar información. Las listas conocidas como “de ingenuos” o de gente que ya cayó en una trampa son muy valiosas. Estas son personas que respondieron a una oferta, puede ser una lotería no existente, y proporcionaron toda su información: nombre, dirección, número de teléfono y hasta su número de Seguro Social. Esta información de contacto puede ser vendida por hasta $5.50 por persona a estafadores en todo el mundo.
La configuración de varios niveles también protege a los dirigentes, de manera parecida al funcionamiento de otros grupos de delincuencia organizada. “Los estafadores principales en su mayoría operan por medio de los trabajadores de primera línea y no se ensucian las manos”, afirma Kevin Watson, exjefe del Grupo de Trabajo contra Estafas de la Lotería de la Policía de Jamaica (ahora trabaja como investigador de fraude para un banco en Canadá). A menudo puede resultar difícil identificar al jefe de la operación o principal responsable.
Por ejemplo, Lavrick Willocks. En el 2018, este jamaicano fue condenado a seis años de prisión debido a su papel en una estafa de la lotería con la que se engañaron a más de 100 personas en 31 estados del país, muchas de ellas adultos mayores, y se les robaron más de $6 millones. A su madre, Dahlia Hunter, también la acusaron formalmente. Se anunció que el caso fue la primera acción judicial grande contra un jefe de estafas de lotería.
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