Vida Sana
¿Eres irracional cuando se trata de dinero? A mí me pasa. Me pasé mi vida laboral ahorrando para la jubilación. Pero ahora que estoy jubilada, no puedo cambiar mi conducta y empezar a gastar lo que ahorré. Conduzco hasta un lugar lejano para comprar vino a buen precio y luego gasto más por una copa de vino en un restaurante de lo que gasté en aquella botella. Pienso que el dólar que tengo guardado en mi cuenta de ahorros vale mucho más que el dólar en mi cuenta corriente, y considero que el billete de un dólar que tengo en el bolsillo no vale casi nada. Soy extraña, pero eso es normal.
En realidad, la gran mayoría de las personas en el país son particulares con su dinero. Tanto es así que durante las últimas dos décadas ha surgido todo un campo de estudios —economía de la conducta—, cuyos profesionales se han ganado tres Premios Nobel. Los economistas de la conducta documentan nuestras flaquezas con las finanzas y proponen maneras en las que podemos motivarnos a manejar mejor el dinero.
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Algunas de nuestras particularidades son inofensivas (mantener ese dólar en mi bolsillo en vez de en mi cuenta de ahorros solo me cuesta unos centavos de interés al año). Pero algunos de nuestros comportamientos (demasiado humanos) pueden de verdad perjudicar nuestras finanzas.
A continuación encontrarás algunas de las manías más comunes que descubrieron estos economistas y maneras en las que podemos protegernos de nosotros mismos.
Particularidad: obtenemos asesoramiento financiero de novatos
Ken Robertson es un asesor sobre planes de jubilación que reside en Austin, Texas y administraba planes 401(k) para empresas grandes. Se dio cuenta de que los empleados que participaban en los planes tenían una conducta específica: buscaban consejos sobre dinero de colegas que percibían como los más habilidosos (incluso si su habilidad no tenía nada que ver con el dinero). En un hotel de Las Vegas, todos los empleados respetaban el talento del chef de sushi y le pedían consejos de inversión para la jubilación. En una cadena grande de supermercados, se consideraba que los carniceros por lo general eran los empleados más hábiles del local y los trabajadores a menudo les pedían orientación para la jubilación.
Solución: habla con expertos
Robertson y sus colegas usaron esa información para incrementar los ahorros para la jubilación. Les enseñaron al chef de sushi y a los carniceros cómo se acumulan los ahorros si se realizan mayores aportes, pues sabían que otros empleados acudirían a ellos para que los aconsejaran. Esto funcionó: los aportes a los ahorros para la jubilación aumentaron en toda la empresa, a pesar de que a cada empleado podría haberle ido mejor si hubiera obtenido ayuda de un verdadero experto o aprendido a manejar por sí mismo sus cuentas.
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