Vida Sana
El primer conflicto ocurrió el día en que Deborah Knox se mudó. Tuvo que ver con una mesa de centro, o más bien, con dos.
“Si me hubieras preguntado si alguna vez viviría en una casa con más de dos mujeres, habría dicho: ‘¿Estás loco?’”.
Cansada de vivir sola en un apartamento en Tucson, Arizona, Knox quiso compartir una casa. “Quería algún tipo de relación; quería intimidad”, dice Knox, de 74 años.
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Un amigo mutuo le presentó a Sharon Kha, quien padece la enfermedad de Parkinson y necesitaba ayuda para permanecer en su hogar de tres dormitorios. “Había llegado al punto en el que sabía que ya no podía permanecer sola en mi propio hogar”, menciona Kha, de 75 años. “Tendría que mudarme a un centro de vivienda asistida o encontrar a alguien que viviera conmigo”. Otra cosa que tenía Kha: una amada mesa de centro, elaborada con una puerta estilo misión que durante décadas había resistido el calor en México.
Pero Knox llegó con su propia mesa de valor sentimental: una mesa con tapa de vidrio, sobre una base hecha de madera encontrada en un río de Verde Valley, Arizona y tallada por un amigo recién fallecido. A la larga, Kha se dio por vencida. “Pensé que podía ganar esta discusión; es mi casa, es mi mesa”, explica Kha. “Pero si gano esta discusión, es probable que pueda apreciar mi mesa de centro en un lugar de vivienda asistida”.
Encontrar a alguien compatible
Knox y Kha son un ejemplo de la dinámica de la jubilación moderna —adultos mayores que buscan compañía, cuidados mutuos y, en algunos casos, una situación de vivienda menos costosa—. Según el Joint Center for Housing Studies (Centro conjunto para estudios de vivienda) de Harvard University, para el 2035, se calcula que el número de hogares encabezados por inquilinos de 65 años o más aumente un 80%, a 11.5 millones.
Como resultado, ha aparecido una industria de negocios pequeños. Empresas como Silvernest y Roommates4Boomers cobran una tarifa para juntar a inquilinos de mayor edad con propietarios de viviendas y ayudar con las verificaciones de antecedentes. Organizaciones sin fines de lucro como Home Share Now en Vermont buscan compañeros de vivienda que podrían ayudar con las tareas del hogar para los propietarios de viviendas de mayor edad.
“Se habla mucho sobre el modelo de las Golden Girls”, dice Wendi Burkhardt, la directora ejecutiva de Silvernest, al mencionar el popular programa de televisión de las décadas de 1980 y 1990 en el que mujeres mayores vivían juntas. La tendencia es más común entre mujeres, según quienes administran los servicios de búsqueda de compañeros de vivienda. Algunas posibles razones son que las mujeres tienden a vivir más tiempo que los hombres y que vivir en una comunidad podría hacerlas sentir más cómodas.
Pero vivir con un compañero de hogar siempre incluye desafíos. La vida real no es una comedia de televisión. El propietario de la vivienda podría ser posesivo sobre las rutinas y las pertenencias, mientras que el inquilino podría sentir una pérdida de control.
“Compartir vivienda no es el sueño americano”, menciona Michele Fiasca, fundadora de Let’s Share Housing, un servicio de compañeros de hogar en Portland, Oregón.
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