Vida Sana
Leslie se encargó del pago de las cuentas solo cuando su esposo Bob ya no pudo hacerlo.
Durante más de tres décadas, Leslie Speed había tenido una regla simple cuando recibía la correspondencia: todo lo relacionado con el dinero iba directamente a su esposo, Bob. Él, veterano de la industria del calzado, era un genio de las matemáticas y le gustaba hacerse cargo de las cuentas de banco, pagar las facturas e invertir en las cuentas de jubilación individual (IRA) de la pareja. Bob también planeó con anticipación y compró una póliza de seguro de vida a término que le pagaría a Leslie $300,000 si él fallecía antes de los 72 años.
A Leslie, repartida entre su trabajo de asistente de instrucción y la crianza de las tres hijas, este arreglo le parecía bien. “Nunca había pagado una cuenta”, dice ella. “No tenía ni idea”.
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Sin embargo, a partir del 2017 Bob empezó a actuar raro con respecto al dinero. Comenzó a comprar más productos para el cuidado de la piel de lo que podía usar. “Encargaba cosas en cantidad”, recuerda Leslie. “Tres afeitadoras eléctricas”.
Tras quejarse de lapsos de memoria, Bob se sometió a una evaluación de deterioro cognitivo a fines del 2018. El diagnóstico fue demencia.
La vida no cambió inmediatamente. Bob, quien había quedado desempleado por despidos masivos en mayo del 2018, consiguió un trabajo en la tienda local ReStore de Habitat for Humanity gracias a su experiencia en comercios minoristas. Ese hubiera sido un buen momento para que Leslie se familiarizara con las finanzas, reconoce ella. Pero, en parte por sus propias ansiedades con el dinero, no lo hizo. Y la demencia de Bob no parecía estar afectándolo tanto. Además, tampoco quería herirle los sentimientos.
Con el tiempo, Leslie no tuvo opción. En diciembre del 2019 Bob tuvo un deterioro repentino. “Un día se despertó y no sabía qué año era o cómo abrocharse el cinturón de seguridad”, explica ella. “Recuerdo que él iba a pagar las cuentas y me dijo que le había tomado dos horas emitir dos cheques”.
Los meses siguientes fueron unos de los más difíciles de su vida, dice Leslie. “Cada mañana me despertaba temiendo su comportamiento de ese día”. Por la pandemia, los familiares y amigos no pudieron ayudarla a cuidar de Bob.
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