Vida Sana
Si hay algo que distingue a Netflix como fuente de entretenimiento es la variedad de opciones que ofrece para todo tipo de público. Esa filosofía está más que presente en los estrenos de la primera temporada de la serie mexicana La casa de las flores y el largometraje argentino Perdida. Ambos estrenaron de forma simultánea en el mes de agosto y a pesar de utilizar formatos diferentes, representan el entretenimiento ecléctico que la plataforma digital ha seleccionado para seguir penetrando la audiencia hispana a nivel internacional.
De estos estrenos, los 13 capítulos de La casa de las flores aparenta ser la opción más tradicional, pero gran parte del atractivo de la nueva serie del productor, guionista y director mexicano Manolo Caro (La vida inmoral de la pareja ideal, Amor de mis amores) es cómo se las ingenia para preservar las convenciones dramáticas tradicionales de una telenovela y luego quebrantarlas y empujar la trama en direcciones inesperadas.
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De la misma forma que la primera temporada de Ingobernable hizo una fusión de la telenovela con los códigos de acción de la primera encarnación de la serie estadounidense 24, La casa de las flores quiere evocar el humor oscuro y sardónico de Desperate Housewives con la historia de la familia De La Mora, un clan mexicano adinerado que vive de las apariencias y de un negocio lucrativo de floristería. Veronica Castro interpreta a la matriarca que durante esta primera temporada está tratando de proteger el legado del negocio titular. Esto es complicado por un suicido, varias infidelidades, hijos ilegítimos, un hijo (Darío Yazbek Bernal) bisexual, una hija (Aislinn Derbez) en una relación interracial y un sinnúmero de otros secretos que traen las participaciones destacadas de Cecilia Suárez, Lucas Velázquez y Paco León.
A pesar de que diez de los trece episodios fueron dirigidos por Manolo Caro, la serie sufre un poco de inconsistencia de tono y fluctúa entre momentos de melodrama y humor irreverente. Lo que sí es consistente es la forma en que Caro se encarga de resaltar el valor de producción y la libertad de resaltar las escenas violentas y de sexo que no se podrían mostrar en una telenovela tradicional. Esto, junto a su tendencia a querer desafiar y burlarse de todas las convenciones de este género, le da su toque adictivo a la forma episódica en que se presentan los enredos y escándalos de la familia De La Mora.
En el otro espectro del entretenimiento comercial se encuentra el largometraje argentino Perdida, producción que sí logra aferrarse a los códigos tradicionales de un thriller a la vez que evita ser predecible. Del productor de El secreto de sus ojos (Axel Kuschevatzky) y el director Alejandro Montiel (Un paraíso para los malditos, 8 semanas), la película es una adaptación ágil y entretenida de la novela Cornelia de Florencia Etcheves. El misterio central de la trama gira alrededor de la desaparición misteriosa de una adolescente que salió a bailar con sus amigas y nunca regresó.
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