A pesar de haber muerto hace más de 60 años, Pedro Infante sigue en el Purgatorio. Los ángeles “administradores” de la jerarquía celestial no se deciden a ascenderlo al paraíso por la forma como trató a sus mujeres, pero tampoco están convencidos de que su machismo e infidelidades ameriten el infierno. Después de todo el «Ídolo de Guamúchil» le dio, y sigue dando, alegría a millones de seres humanos con sus películas. Anclado en su momento terrenal, Infante no entiende que su conducta fuera reprobable porque “todos hacían lo mismo.” Los administradores del Purgatorio deciden darle la oportunidad de que se redima devolviéndolo a la Tierra en los tiempos presentes para que se dé cuenta de cómo han cambiado las cosas. Pero, ¿en verdad habrán cambiado?
Infante reencarna en el cuerpo de Pedro Guadalupe Ramos, un humilde imitador que se encuentra entre la vida y la muerte en un hospital de Tijuana. El coma del que milagrosamente sale Ramos es el menor de sus problemas. Resulta que Ramos despierta para encontrar que su esposa Raquel ya sabe que la engañaba con su prima, Samantha, Miss Tijuana. Samantha también se entendía con el alcalde de la ciudad, por lo que fue este quien ordenó el “accidente” que lo dejó en estado de coma. No es casualidad que la acción tenga lugar en esa ciudad fronteriza, emblemática de la violencia que asola al México del presente. Infante, por supuesto, no tiene idea de que su país lleva décadas bañado en sangre. Suponiendo que sigue siendo el apacible y campirano México de sus amores, está feliz cuando descubre que debe serle fiel a una mujer tan bella y dulce como Raquel.
Todos atribuyen la extraña conducta de Ramos a que el coma le causó amnesia y por eso no reconoce a nadie, ni a nada (como los celulares), en su entorno. Sin embargo, el imitador parece cambiado en todos sentidos. Le suplica a Raquel que lo perdone y poco a poco va recuperando la confianza de Raquel utilizando su mejor arma: su voz. Que sorprendentemente, también resulta el punto fuerte de Chaparro. Su imitación de Infante es casi perfecta cuando interpreta éxitos como “Amorcito corazón,” y “Bésame mucho” para reconquistar a Raquel. Si la voz de Chaparro es casi suficiente para darle el pase al paraíso a Como caído del cielo, el argumento apenas alcanza para salvarla del infierno. Los intentos de Infante por enderezar el árbol torcido de Ramos se dan en situaciones que rayan en lo absurdo. Para ayudar a solventar los gastos del festival y convencerla de sus buenas intenciones, Ramos participa en un concurso de imitadores de Infante, trabaja de lavaplatos, boxea y se la pasa escondiéndose de todas las mujeres que intentan seducirlo. En resumen, repite los mismos roles que hicieron a lo largo de su carrera.
Los visos feministas se apuntalan (sin mucho éxito) en asuntos como que Raquel es policía, un rol impensable en tiempos de Infante. Con mejores resultados, por lo menos en teoría, la película incluye a la nieta de Infante, en quien se ve la promesa de un México alejado del machismo y la misoginia. Jenny trabaja de mesera para pagar sus estudios de Perspectiva de Género. Es a través de ella que Infante se da cuenta de que el México en el que él vivió —y aún el del presente— la carismática figura del macho debe ser combatida. Quizás sin proponérselo, la película refleja el lugar a donde nos ha llevado esa cultura. Mientras que Escuela de Rateros, una de las cintas protagonizadas por Infante, que al igual que otras de la llamada Época de Oro del cine mexicano, abordaba el tema de la vida criminal como una faceta más del encantador “pícaro,” en el México real, la criminalidad se ha tornado en la crueldad sin límites del narcotráfico.
Aunque la inspiración obvia de Como caído del cielo es Heaven Can´t Wait, una comparación más actual y pertinente sería Abel (2010), la pequeña obra maestra de Diego Luna que revela en toda su miseria la tragedia de los niños abandonados por sus padres que solo tienen como templete de masculinidad los roles observados en películas como las de Infante. Sin proponérselo, Como caído del cielo nos deja en el aire la pregunta: ¿cómo sobreviviría Pedro Infante en el México del presente?
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