Vida Sana
En Hollywood, nadie lo piensa dos veces antes de hacer películas sobre homicidios, la aniquilación del planeta o unos zombis caníbales. Pero hay un tema que los productores y directores tienen miedo de abordar: la menopausia. Así, cuando a Salma Hayek se le pidió retomar el papel de Sonia, esposa de un sicario (Samuel L. Jackson), en una película centrada en su historia, ella puso una sola condición: que su personaje conociera bien los sofocos y los cambios de estado de ánimo que experimentan las mujeres en sus 40 y 50 años.
"Cuando pasaba yo misma por la menopausia, me preguntaba: ¿Por qué no se habla de esto en las películas?", dice Hayek, de 55 años, entre risas. La actriz mexicana, con la franqueza que la caracteriza, se salió con la suya. En Hitman’s Wife’s Bodyguard (enlace en inglés), interpreta a una mujer formidable que se viste de cuero negro, lanza groserías a diestra y siniestra y maneja una ametralladora con una sola mano. Pero Sonia también enfrenta los cambios que la mediana edad implica para el cuerpo de la mujer, y sus consecuencias. Esta película, que estuvo en salas de cine en el pasado verano, no es solo de tumultos y tiroteos, sino también "una historia de amor sobre cómo seguir enamorada, y no simplemente enamorarse", según Hayek. Afinando aún más, ella pregunta: "¿Cómo adaptas tu amor a las distintas versiones de ti a través del tiempo?"
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El tiempo ha tratado bien a Hayek, pero ella ha luchado por todo lo que ha logrado. Su carrera artística —lanzada en México y, a pesar de los retos, establecida posteriormente en Hollywood— ha evolucionado a tal punto que ahora es ella quien manda, como actriz, productora y directora. Cuando conversamos por Zoom desde Los Ángeles en julio, traía puestos unos anteojos gruesos de marco negro. Bajo su cascada de cabello negro, Hayek muestra su franqueza, y por lo visto, se siente muy a gusto con quien es a estas alturas de la vida: esposa, madre, ejecutiva de su propia empresa de producción y una habilidosa actriz aún muy solicitada.
Pero llegó un momento en que casi lo perdió todo. Hayek reveló en mayo que estuvo a punto de morir de COVID-19 el año pasado. Se enfermó a inicios de la pandemia y pasó siete semanas en aislamiento, seguidas de largos meses de recuperación. "Fue un gran susto", dice. Si bien no fue la primera vez en su vida que había reflexionado sobre su mortalidad, Hayek apunta que "en esta ocasión, fue diferente, simplemente por ser una experiencia compartida. Recuerdo que pensé en toda la gente que estaba atravesando por la misma situación al mismo tiempo".
Hayek destaca lo agradecida que estuvo por el apoyo de su familia: François-Henri Pinault, su esposo; Valentina, su hija de 14 años; y sus hijastros François, Mathilde y Augustin. "Me di cuenta de que somos tan frágiles... no solo como personas individuales, sino a nivel colectivo. Pensaba más en la experiencia global que en mi propia mortalidad, porque eso es lo que te obliga a hacer una pandemia".
Enriquecida por diferentes culturas
Hayek se crio en Veracruz, México, hija de una cantante de ópera de origen español y un directivo de una empresa petrolera, de ascendencia libanesa. En muchos aspectos, era una vida privilegiada. "Crecí muy enriquecida por diferentes culturas, incluso dentro de mi propio país", afirma. "Y obviamente, dentro de mi propia familia".
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