Vida Sana
A principios de la década de 1980, Brooke Shields fue posiblemente la mujer más famosa, de la que más se hablaba y más querida del universo, una megaestrella al estilo de las Kardashian y más. Ella fue la bebé modelo del jabón Ivory a los 11 meses y continuó modelando para la agencia de Eileen Ford, quien creó una división para niños solo para contratar a Shields. Después de una pequeña parte en una película de terror, fue escogida a los 11 años para aparecer en su segunda película, como una niña prostituta en Pretty Baby, de Louis Malle, donde su escena desnuda despertó indignación. A los 14 años, se convirtió en la modelo más joven en aparecer en la portada de Vogue; protagonizó (náufraga y con poca ropa) el excitante éxito de taquilla The Blue Lagoon; y torció su cuerpo como un pretzel en esos anuncios atrevidos y controversiales de los jeans de Calvin Klein. Al año siguiente, 1981, apareció en la portada de la revista Time como “The ’80s Look” (La moda de los 1980) y, justo antes de su cumpleaños número 16, encarnó la pasión desenfrenada de los adolescentes en la película de Franco Zeffirelli Endless Love, que inicialmente recibió la calificación X, y fue otro éxito de taquilla.
“La estaban proyectando a otra estratósfera”, recuerda Laura Linney, actriz y amiga de la infancia, en el documental del 2023 Pretty Baby: Brooke Shields. “Representó una feminidad de ese tiempo. Tenía la sensación de que era la mujer del futuro”.
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Según la madre de Brooke, Teri, una exmodelo y maquilladora, la estratósfera siempre fue el destino de su hija. “Ella me miró y me dijo: '¡Esta bebé va a ser una estrella!'", dice Brooke, con una sonrisa triste. “Esta bebé iba a ser su salvadora”.
Estamos sentados en uno de los cafés favoritos de Brooke, a pocas cuadras de la casa de Greenwich Village que comparte con su esposo, Chris Henchy, y sus dos hijas, Rowan, de 20 años, y Grier, de 17 años. Bebiendo alternativamente de una taza de caldo de hueso y de una mezcla verde espumosa y misteriosa, Brooke está analizando su vida y su carrera como una terapeuta; de hecho, ella acaba de hablar por teléfono con una, me dice, así que está de humor para una entrevista autoreflexiva.
A los 58 años, todo sigue ahí: las cejas voluminosas, los labios carnosos y la hermosa melena de cabello color castaño. Además de un poco de líneas alrededor de los ojos cuando enfatiza enérgicamente un punto importante en la conversación, Brooke sigue siendo tan hermosa como la recordamos de esas portadas brillantes de revistas y pantallas de cine de 50 pies.
Pero ella no es esa sexy niña mujer en la actualidad. Sorprendentemente, Brooke insiste que nunca lo fue. “Ese mundo era falso para mí”, dice. “No fue mi vida real. No era yo”.
Brooke comenzó a desmantelar esa imagen en 1983 cuando abandonó la fama para asistir a la Universidad de Princeton. Pero los años posteriores a la graduación fueron un período oscuro, dice. Un voluble Hollywood había olvidado todo sobre la mujer del futuro. Ese período sombrío coincidió con la ruptura con su sobreprotectora y alcohólica madre-administradora (que se divorció del padre empresario de Brooke, Frank, cuando Brooke tenía 5 meses) y fue finalizado con un ataque sexual por un poderoso ejecutivo de cine, un secreto que reveló públicamente por primera vez en el 2023.
Al recuperarse de todo ese trauma, Brooke dio un giro. En 1994, perfeccionó sus talentos teatrales en Broadway, cantando y bailando en Grease y luego en Chicago y Cabaret, ganando la aprobación también de los críticos de ese mundo. Su aparición como invitada en Friends en 1996 como la fanática de Joey Tribbiani fue exitosa, y se sintió atraída por un nuevo género: la comedia. Su comedia, Suddenly Susan, le permitió a Brooke ser su ser gracioso, divertido y real, y a Estados Unidos le gustó eso: recibió dos premios Golden Globe y, en 1997, un People’s Choice Award. “No es como si de repente era graciosa”, dice Judd Nelson, coprotagonista de Susan, en el documental Pretty Baby. “No, siempre lo fue. Simplemente no lo vimos”.
Encontró amor, se casó con el gran Andre Agassi en 1997. La unión duró solo dos años, pero no se lamenta. “Creo que tenemos relaciones diferentes por diferentes razones”, dice con prudencia.
Y si crees en el destino —y en los encuentros de Hollywood en la vida real— conoció al escritor, productor y director Henchy (Spin City, Entourage) poco después, cuando su perro llegó a un lote de estudio y Henchy lo trajo de vuelta. Se casaron en el 2001.
“Me hace reír”, dice. “Creo que siempre sabía que necesitaba solidez y normalidad. Y es un padre muy, muy bueno. Va a todos los juegos de baloncesto, a todos los juegos de voleibol. Y a las niñas les encanta estar con él también”.
En ese momento, Brooke saca su iPhone para mostrar con orgullo fotos y videos de Rowan y Grier. “Son niñas con alma vieja”, dice con amor. “En cuanto a la personalidad, Rowan es como un cachorro golden retriever y Grier, como un gato abisinio”.
En casa, ella es una madre y esposa normal: mientras Chris cocina la cena, le gusta relajarse, ver la televisión, hacer rompecabezas y bordar. Pero también se mantiene ocupada fuera de la casa, en particular con su nido a punto de vaciarse. Protagoniza una comedia romántica, Mother of the Bride, que se transmite en Netflix en mayo; trabaja en un libro sobre el envejecimiento; y lanza una plataforma digital, Beginning Is Now (en inglés), para brindar consejos sobre belleza y bienestar a las mujeres mayores de 40 años.
“Hay tanto que hacer”, dice Brooke, respirando profundo. Este es su lado de la historia.
¿Cómo fue ser tan famosa siendo una niña y adolescente?
Solo me quedó claro lo famosa que era cuando salíamos. Si íbamos a Studio 54 o al Festival de Cine de Cannes, había muchísimas personas y paparazzi gritando mi nombre y a veces empujando el auto, y me decía: "Esto es algo loco". Era como enfrentar a un pelotón de fusilamiento. Mi mamá decía: “Debes salir del auto primero. No están aquí para verme”.
Los desconocidos se sienten cerca de ti, y puede ser abrumador. De repente, eres responsable de la experiencia de cada fanático. Pero como no conozco a esa persona, podía ser abrumador y crear una sensación de aislamiento enorme y sorprendente, como: “Dios, estoy muy lejos de todos”.
Pero parecías ser tan madura al lidiar con todo eso.
Yo era una niña pensativa; realmente vi las cosas más a fondo. Y no quería perder la calma con la cámara durante las entrevistas, porque luego ganan. Hubo una entrevista en la que esta mujer me hizo la misma pregunta tres veces. Finalmente le dije: “Disculpe, señora, pero no creo que quiera mi respuesta. Porque sigo contestando y sigue haciendo la misma pregunta, y quiere una respuesta diferente. Pero no tengo otra respuesta porque esta es mi verdad”.
También compartimento las cosas; fue la única manera de mantener la calma. Cada vez que un director decía “Corte”, me separaba, compartimentaba y a menudo simplemente me iba, iba a mi escuela regular o a la de mi padre, y estaba en un mundo completamente diferente.
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