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'The Big Short', una tragedia en tono de farsa

Con Ryan Gosling, Brad Pitt, Christian Bale, Steve Carell y Melissa Leo.


DIRECTOR: Adam McKay
GUIÓN: Adam McKay y Charles Randolph (basado en el libro “The Big Short: Inside the Doomsday Machine” de Michael Lewis)
ELENCO:  Ryan Gosling (Jared Vennett), Brad Pitt (Ben Rickert), Christian Bale (Michael Burry), Steve Carell (Mark Baum) y Melissa Leo (Georgia Hale)
DURACIÓN: 130 minutos

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The Big Short es una película que se trata de “pasar de lista” sobre un grupo de especuladores de Wall Street que se pasó de listo. A pesar de que el tema es extraordinario y la intención de ilustrar en términos accesibles el complicado mundo de la burbuja hipotecaria que explotó en 2008, es buena; la chabacanería autocomplaciente y el estilo caricaturesco está totalmente fuera de tono con el contenido. Lo peor es que ninguno de los personajes es ni medianamente simpático—aunque todos pretenden ser chistosos. The Big Short resultará atractiva para los fans del humor burdo de Adam McKay (co-escritor y director de Anchorman y Talladega Nights: The Ballad of Ricky Bobby), pero fallida si la comparamos con otras similares sobre la gran crisis financiera; en especial, con The Wolf of Wall Street (Dir. Martin Scorsese, 2013), a la que es obvio que McKay trata de imitar. 

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The Big Short está basada en la historia real de cuatro expertos en finanzas que vaticinaron la gran catástrofe financiera de Wall Street, años antes de que ocurriera. Dichos personajes, por diferentes razones y medios, “apostaron” contra los bancos y contra la misma economía estadounidense ganando millones en el proceso.  Michael Burry es un ex cirujano que compensa su absoluta carencia de gracias sociales con una fijación obsesiva—rayana en el autismo—con los números. Burry es tan bueno para decidir qué inversiones hipotecarias convienen, que sus jefes le toleran sus excentricidades como andar descalzo por la oficina y escuchar heavy metal a todo volumen. Burry tiene “carta blanca” para invertir el dinero de sus clientes en lo que quiera y consigue engañar a varias instituciones financieras invirtiendo dinero en lo que es básicamente un seguro contra la catástrofe que se avecina. En lo que es quizás la única parte genuinamente graciosa de la historia, los funcionarios bancarios toman el dinero de Burry pensando que son ellos los que se están “pasando de listos.” Pero, como le dice uno de sus jefes a Burry en algún momento: “¿Quién te podría tomar en serio con tus sandalias, shorts y corte de cabello de ‘Super Cuts’?”

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Steve Carell y Ryan Gosling en una escena de la película 'The Big Short'.
CORTESÍA PARAMOUNT PICTURES

Los otros protagonistas, tan excéntricos (léase, insoportables) como Burry, también parece que se “beneficiaron” de alguna oferta de esa cadena de peluquerías baratas. Ryan Gosling interpreta a Jared Vennett, un arrogante ejecutivo de Wall Street que casi por casualidad se da cuenta de la gran burbuja hipotecaria a punto de explotar; lo que parece que ya la explotó es el calentador en su cabello teñido de castaño. Steve Carell no se queda atrás con su corte de “príncipe valiente”. Su personaje de Mark Baum es quizás el más extremo de todos: un neurótico agente de bolsa, prepotente, gritón y cascarrabias. Además de sus cortes de pelo, Baum y los otros comparten sus malos modales y la costumbre de contestar el celular en los momentos más inoportunos hablando a todo volumen.

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Las otras partes de The Big Short que tratan de ser chistosas son tan burdas que más bien dan pena. Por ejemplo, combina un estilo documental en el que se rompe la “cuarta pared,” y los actores se dirigen a la cámara haciendo comentarios sarcásticos sobre lo que está ocurriendo. Para explicar uno de los complicados términos financieros, la actriz Margot Robbie sale de la nada en un baño de burbujas tomando champaña. Y así como ella, hay otras apariciones cameo como el chef Anthony Bourdain comparando las hipotecas “chatarra” (sub-prime mortgages) con un caldo de pescado; y Selena Gómez comparando la acción de los bancos con una mesa de apuestas en Las Vegas. Aunque estas colaboraciones cumplen su cometido de hacer digeribles para un público no especializado las complicadísimas maniobras especulativas que llevaron a la crisis del 2008, en términos de la película en su totalidad, no funcionan. Número uno, porque insultan la inteligencia del espectador reduciendo las explicaciones a términos de: “¿Si tienes dos manzanas y te comes una, cuantas te quedan?” Y número dos, porque interrumpen el flujo de la narrativa. 

Mientras que tuvieron la visión para adelantarse a la catástrofe que se avecinaba, el propósito inicial de todos estos personajes era enriquecerse apostando en contra de la economía y el sistema financiero estadounidense. Aun el personaje de Brad Pitt, un genio de las finanzas que se retiró “asqueado” por la podredumbre moral de Wall Street, confiesa que su motivación para dar acceso privilegiado a un par de ineptos principiantes (Finn Wittrock y John Magaro) fue contribuir a que se volvieran millonarios. En un último intento de darles una salida heroica a estos especuladores, McKay hace que Carell se alce como la voz acusatoria de la terrible corrupción del sistema. Este es finalmente el punto más reprobable de The Big Short; tratar hipócritamente de redimir a unos personajes que en lugar de advertir a la ciudadanía que el gran “edificio” de la economía estaba a punto de caer para que se salvaran a tiempo, callaron para enriquecerse un instante antes del desplome.  Ese es el peor chiste de todos.

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