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‘El Jeremías’: comedia ligera sobre realidad seria

Cinta mexicana destaca la importancia de las personas mayores en la vida de los niños.



DIRECTOR:
Anwar Safa
GUION: Ana Sofía Clerici
ELENCO:
Martín Castro (Jeremías), Karem Momo Ruiz (Margarita), Paulo Galindo (Onésimo), Isela Vega (Herminia), Marcela Sotomayor (Audelia), Eduardo MacGregor (Don G) y Jesús Ochoa (Don Enrique)
DURACIÓN: 95 minutos

La película El Jeremías es la ópera prima del director mexicano Anwar Safa y aunque es un logro modesto, es importante porque trata de dos temas que tienen particular importancia para AARP. Uno es común en nuestros países latinoamericanos: cómo el potencial de los niños puede pasar inadvertido en un entorno de pobreza y baja educación. El otro es el papel preponderante que pueden jugar los abuelos y otras personas mayores en el desarrollo de los pequeños.  

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Jeremías Gómez es un niño de ocho años que vive en la ciudad de Hermosillo, Sonora. Jeremías tiene una inteligencia superdotada. Mientras que otros niños de su edad solo hacen preguntas simples, él quiere saber cuál es el origen del universo y si los hombres fueron los que crearon a Dios, y no al revés. Sus padres lo escuchan con mal disimulado enojo y en secreto se lamentan de que les haya tocado un hijo tan extraño. Jeremías le comenta a su papá que se ha descubierto que Júpiter no es un planeta. Su padre, que está a cargo de una tienda de abarrotes, le contesta que no haga caso de rumores malintencionados.

Jeremías y sus padres viven en casa de su abuela porque el sueldo de Onésimo no alcanza para que tengan su propio lugar. Con ellos también vive Herminia, la bisabuela de Jeremías, quien parece tener una forma de demencia senil, puesto que hace muchos años dejó de hablar. El silencio de Herminia es simbólico de la relegada posición que comparten las mujeres y los niños en una sociedad machista. La mamá de Jeremías, por otro lado, sí quiere superarse y acabar la preparatoria, ante lo cual Onésimo reacciona con la misma impaciencia con la que trata al hijo: “Mejor métete de sirvienta, para limpiar casas no necesitas diploma”. Jeremías escucha y se conmisera de su madre.

spinner image Martín Castro  en una escena de la película El Jeremías
Martín Castro protagoniza la comedia 'El Jeremías'.
Daniel Daza/Sony Pictures Releasing International

El tono es de comedia, por supuesto, y resulta muy divertido escuchar a los padres revelando su escaso nivel educativo en el típico acento de esa región del norte de México. Y no es que no quieran a Jeremías, es simplemente que no tienen los instrumentos para reconocer que su hijo es no solo diferente, sino superior en muchos sentidos y más bien les preocupa que no se comporte como los demás. “Pobre, porque siempre le van a estar pegando en la escuela”, dice el padre. “¿Cómo sabes?” pregunta la mamá. “Porque de niño yo también lo hubiera hecho”, le contesta.

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Y no son solo los otros niños los que se burlan y molestan a Jeremías; a los mismos maestros les irrita que alguien ponga en relieve su propia mediocridad y falta de interés real en la superación de los alumnos. Un día, huyendo de unos niños en la calle, Jeremías se topa con un par de ancianos que juegan ajedrez. Don G y Don Enrique lo protegen de los agresores. De ahí surge una linda amistad con Don G, quien será el que eventualmente lo ayude a buscar un experto que reconozca a Jeremías como un genio.

La historia de Jeremías no pasaría de una fantasía increíble de no ser porque hay muchos casos similares. En especial viene a la mente el del Dr. Alfredo Quiñones-Hinojosa, un científico y neurocirujano de fama mundial. El Dr. Q, como se le conoce, provenía de un entorno aún más humilde que el de Jeremías. Quiñones, el mayor de seis hermanos, nació en Mexicali en 1968. A los cinco años comenzó a trabajar para ayudar en la manutención de su casa. Quiñones continuó sus estudios en escuelas públicas y rurales, pero ante la falta de perspectivas, decidió a los 19 años cruzar la frontera con Estados Unidos. En Fresno, California trabajó en el campo. No hablaba una palabra de inglés.

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Un día le dijo a un primo que quería estudiar y tener un mejor futuro. Su primo lo miró con sorpresa y le dijo: "¡Este es tu futuro! Trabajar en el campo, como todos nosotros”. Esa es la actitud que retrata a la perfección la película El Jeremías. Una mentalidad a la que tendríamos que achacarle también nuestros fracasos y no solo a los malos gobiernos. El contexto familiar de Jeremías bien pudo ser el del Dr. Quiñones, quien afortunadamente no hizo caso a su primo y en 1992 se inscribió en la University of California, Berkeley. El recuerdo de su abuela, que era una curandera, lo motivó a especializarse en medicina y en 1999 se graduó de Harvard con honores.

El Jeremías retrata bien ese espíritu de derrotismo que prevalece en comunidades donde hay escasez de oportunidades. Sobre todo, hace hincapié en la importancia que las personas mayores pueden tener en inspirar y fomentar el potencial de los niños. En medio de las risas, destaca un momento clave en la película cuando Jeremías le pregunta a Onésimo: “¿Qué querías ser de grande?” “Nada”, le responde él, “nunca teníamos tiempo de pensar en esas cosas”. Qué bueno que El Jeremías sí se dé el tiempo de pensar en eso, y sobre todo, de inspirar a los muchos otros doctores Q que deben andar por ahí.

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