Vida Sana
El aspecto estoico es típico de Carlos Fuentes: suéter de cuello redondo, mandíbulas tensas, labios sellados y casi escondidos por un bigote ya canoso. Sin embargo, detrás de la mirada penetrante de uno de los más reverenciados escritores vivos de México, se esconde un hombre que, como sus personajes, es multidimensional.
"Carlos es un intelectual, un hombre de ideas", dice Silvia Lemus, su esposa por 37 años, "pero es un hombre también de vida diaria, con los sentimientos que todos conocemos". Y, a los 82 años, cada aspecto de la vida de Fuentes continúa lleno de fuerza.
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"No soy viejo. ¿Quién ha dicho tal cosa?" pregunta, fijando una mirada en su interlocutor. "Lo peor que se puede hacer para la mente es retirarse. ¿Entonces qué, andar en bicicleta? Hay que trabajar hasta el último momento".
Después de todo, explica, los artistas, los músicos y los escritores viven más; siempre están planificando por adelantado. ¿Y quiénes están en mejor estado físico? Los directores de orquesta; ellos siempre están ejercitando. Fuentes ríe y, luego, dirige su propia orquesta invisible.
Esa risa, que irrumpe cuando menos se la espera, compensa el lado serio de Fuentes. Eso se lo debe a sus abuelas, con quienes pasaba los veranos de su niñez en México. Como tinta indeleble, cada una dejó su marca. Una, oriunda de Sonora, era divertida, luchadora y feliz; la otra, de ascendencia alemana, era más severa.
"Me dieron dos cosas," dice Fuentes. "Por un lado, severidad, puntualidad y disciplina; por otra, alegría e invención".
La combinación de disciplina y creatividad le permitieron ganar los premios literarios más importantes de la lengua española: el Premio Nacional de Literatura de México, el Premio Miguel Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias. Entre sus trabajos más conocidos, encontramos Terra Nostra, La muerte de Artemio Cruz y Gringo viejo.
Sin embargo, su padre, un diplomático cuya profesión llevó a la familia por toda Latinoamérica y hasta a Washington D.C., siempre quiso que estudiara leyes, un deseo que el joven Fuentes resistió hasta que un amigo de la familia, el abogado Alfonso Reyes, se sentó y le dijo: "Todos somos tacitas de café caliente. Y, si tomas de la taza directamente, te quemas los dedos. Tienes un asa para levantar la taza. Esa asa en México se llama Sr. Licenciado. Haz la carrera de derecho".
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