Vida Sana
Una de mis más viejas amigas es Tabra Tunoa, una joyera famosa cuyas deslumbrantes piezas étnicas en plata se han convertido en artículos de colección alrededor del mundo. Verla trabajando fue lo que me motivó a comenzar a trabajar con cuentas. Tabra puede pasar horas colocando una cuenta tras otra, estudiando el diseño, contrastando colores con formas y texturas, asegurándose de que cada parte esté perfecta y de que la pieza final luzca suntuosa y cargada sin que pese demasiado para que resulte cómodo llevarla. Me di cuenta de que confeccionar joyas es como escribir: en ambos casos uno necesita estar pendiente a los detalles y tener visión para contemplar el trabajo como un todo.
Mis collares son artesanías humildes. A menudo me avergüenza regalarlos. ¿Y si al receptor no le gusta? Pero continúo haciéndolos porque trabajar con cuentas es una manera de dejarle saber a alguien que te importa. Confecciono joyería para mis amigas y conocidas, y planifico cada pieza para cada mujer específicamente, luego de conocer cuál es su color favorito y si prefiere las cuentas grandes o pequeñas, los collares largos o cortos.
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En mi estudio tengo un escritorio para mi computadora y una mesa larga para mis cuentas. Escribir es un proceso lento que requiere paciencia y completa concentración además de un estado de relajación mental para que las ideas y las imágenes puedan fluir con una energía casi orgánica. Si me esfuerzo mucho la musa de la inspiración se aleja. Cuando siento que la escritura no fluye con facilidad, que los personajes no me hablan o que la historia no se desenvuelve con gracia, comienzo a jugar con mis cuentas y así saco el libro de mi mente. Cuando termino la pieza en la que estuve trabajando, por lo general, me siento refrescada y lista para regresar a escribir.
Cuando confecciono una pieza de joyería, cualquier error —una cuenta que falte o que esté mal colocada— significa que debo comenzar nuevamente. Lo mismo sucede con la escritura: la palabra incorrecta puede cambiar el tono de un párrafo entero. Todo se basa en armonía y balance. Con las palabras puedo contar una historia; con las cuentas puedo expresar un sentimiento.
Isabel Allende, de 73 años, ha escrito más de 20 libros. Su más reciente, El amante japonés, se publicó en noviembre.
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