‘La niña alemana’ y su mensaje vigente

La niña alemana, la obra de ficción histórica con la que debuta como novelista Armando Lucas Correa, narra uno de los más oscuros episodios sobre la suerte de judíos perseguidos en Europa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial: la travesía del barco trasatlántico MS Saint Louis, que partió de Hamburgo en 1939, rumbo a puertos americanos en busca de refugio para sus 937 desesperados pasajeros.

En la ciudad de Berlín de 1939, la niña alemana Hannah Rosenthal, cuya familia adinerada pertenece a la alta sociedad y reside de manera opulenta en un suntuoso apartamento, está a punto de cumplir 12 años. Ya ha ocurrido, sin embargo, el pogromo de Berlín, más conocido como “La noche de los cristales rotos”, y los judíos alemanes han cobrado conciencia de que, cualquiera que sea su nivel social, sus vidas corren peligro y hay que buscar la manera de escapar.

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Hannah está constantemente consternada por lo que ocurre a su alrededor y vive aterrada. Sus vecinos y compañeritas la insultan, la consideran sucia solo por ser judía, y la niña únicamente encuentra solaz en su amiguito de la misma edad, Leo Martin, judío también. Son inseparables y recorren la ciudad, averiguando todo acontecimiento que pueda afectarlos y criticando a los oficiales nazis, a quienes llaman Ogros.

Tristes son los tiempos en que niños pequeños, en vez de jugar inocentemente y divertirse en travesuras infantiles, se ven atormentados y atemorizados por las injusticias que les amargan la infancia y los convierten en adultos precoces.

Cuando se presenta la oportunidad de partir por barco hacia América, la condición de los nazis para otorgar a los Rosenthal visas de salida es que entreguen su edificio de apartamentos y todas sus propiedades y pertenencias.

El Saint Louis partió de Hamburgo hacia La Habana el 13 de mayo de 1939 en medio de espléndidas fiestas, cenas, galas y hasta un baile de disfraces en sus salones. Hannah y Leo han aprovechado la travesía para corretear por todo el barco mientras juran permanecer juntos el resto de sus vidas. El plan de los Rosenthal es hacer una escala en la isla caribeña y continuar hacia Nueva York, donde planean establecerse.

Dos semanas le tomó al trasatlántico arribar al puerto de La Habana, donde le aguardaba un espectáculo caótico, a tal punto que no se le permitió atracar al muelle y tuvo que anclar en medio de la bahía. A pesar de haber otorgado visas cubanas a los refugiados y haberles cobrado tarifas altísimas, el gobierno del presidente Federico Laredo Brú, a última hora, había dictado una nueva ley que decretaba lo contrario. Hannah y su mamá estuvieron entre los pocos autorizados a desembarcar hacia el puerto y la ciudad. Su padre, sin embargo, no fue autorizado y tampoco lo fueron Leo y su padre, quienes permanecieron abordo.