Vida Sana
Mi primer libro, De cómo las muchachas García perdieron el acento, estuvo basado en mi propia experiencia. Conté la historia de unas niñas que llegaron a este país, enfrentaron presiones y expectativas mientras crecían en una cultura muy diferente a la de su madre, y sin un modelo de cómo ser una mujer aquí. Evolucionar no es siempre fácil. Yo no tenía respuestas. No escribes novelas porque tienes respuestas, sino porque tienes preguntas. En el libro, todas las hermanas experimentan Estados Unidos y la inmigración de manera diferente. Esa todavía es la historia en Estados Unidos: personas que llegan a este país con culturas y expectativas completamente diferentes. ¿Cómo respetan ambas partes de quiénes son y en quiénes se están convirtiendo?
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Tenemos que visualizarnos como ciudadanos del mundo, parte del gran círculo de la familia humana, de diversas raíces tribales, historias, culturas y comidas. La mía es una mezcla. Mis padres eran refugiados políticos, pero nací en Nueva York. Tengo doble ciudadanía y me siento muy conectada tanto a Estados Unidos como a la República Dominicana.
Sin embargo, existe esa primera experiencia de rechazo en este país —como a menudo sucede— con los niños de la escuela insultándonos y diciéndonos que regresemos de donde vinimos. Por eso, nunca me imaginé que podía formar parte de la literatura estadounidense. No había personas como yo en los libros que leíamos. No tenía ejemplos en mi familia, por lo que no sabía que esto realmente podía lograrse.
Muchos años más tarde, en el 2014, ser invitada a la Casa Blanca y que me otorgara la National Medal of Arts el presidente Barack Obama—un presidente a quien admiro y un gran escritor en su propio mérito— fue muy gratificante. Mi único pesar es que mis padres ya habían fallecido. Mientras recibía la medalla y el presidente Obama me felicitaba, lo único que pensaba era, "Ay, si papi pudiera estar aquí. Los sacrificios que hizo, trabajando siete días a la semana, dejando atrás algunos de sus sueños para darnos una buena educación y apoyarnos. Si tan solo pudiera ver este momento".
Lo que aportamos a este país son cosas importantes: generosidad de espíritu, conectividad y comunidad, y la importancia de la familia, el cuidarnos unos a otros; como esa palabra que Nelson Mandela nos enseñó, Ubuntu, "Yo existo porque tu existes". Es ese sentido de que eres parte de algo más grande y no se trata solo de ti mismo.
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