Vida Sana
Tengo una reacción visceral cada vez que escucho la palabra "hispano", porque fue un término que nos impusieron durante la administración de Nixon. Es una palabra que siempre tuve dificultad en aceptar, porque suena a palabra genérica; un término falso para agruparnos a todos; a un grupo con historias y relaciones diversas. Amontonarnos a todos como "hispanos", ya sea alguien acabado de llegar de España, o alguien cuya familia estaba en Texas antes de que Texas tan siquiera fuera estado, me parece una falta de conciencia sobre quién soy y sobre la historia de mi pueblo. Trato de respetar la definición individual de cómo cada uno se denomina y por qué. La mía es una diferencia generacional. Soy una mujer de 63 años. Crecí viendo muchos cambios en la manera en que el Gobierno nos ve como inmigrantes y latinos.
Antes, me definía como chicana y latina. Ahora ya no. A estas alturas, he cambiado. Ahora digo que soy estadounidense con raíces mexicanas o mexicana con raíces estadounidenses. Soy una ciudadana estadounidense. Soy una ciudadana mexicana. Depende del lado de la frontera en que me encuentre. O simplemente digo que estoy ensamblada en Estados Unidos con componentes mexicanos. Podemos pertenecer a los dos; a ese lugar intermedio tan rico de donde proviene mucha de nuestra creatividad e innovación. En estos tiempos, hay complejidad en nuestra situación y en la globalización de nuestra educación, nuestros viajes, movimientos y migración. No debemos definirnos simplemente por nuestras fronteras.
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Soy muy intuitiva. Soy empática y siempre pienso que la Divina Providencia ilumina mi próximo paso, pero no mi camino. Hace casi cinco años, durante una visita a San Miguel de Allende, en México, tuve una experiencia metafísica. Una noche, los espíritus me despertaron para darme un mensaje claro. Era una llamada de alerta, literalmente. Encendí la luz y me senté en la cama. Confié en que los espíritus sabían más que Sandra Cisneros. Así que, luego de vivir en Chicago y San Antonio, me mudé a México en el 2013.
No me visualizo volviendo a vivir en Estados Unidos, pero tampoco me veo viviendo en un mismo sitio por mucho tiempo, así que... ¿quién sabe? Si una voz me dice en medio de la noche, "Te tienes que mudar", lo haría, pues haría cualquier cosa que los espíritus me dijeran. Sé que muchos dirán, "Ah, ¡qué loca!" Pero la locura es vivir en un lugar que te hace infeliz. Y ¿quién es la loca? En este momento, estoy feliz de estar aquí. Estoy aquí para servir, para ver cómo puedo ayudar.
Los latinos contribuyen mucho a América. Nos dan un gran sentido de respeto por nuestra familia y nuestros mayores. Tienen una gran ética de trabajo, completan sus labores y no son vagos. Y creo que algo maravilloso que aportan, y que puedes ver en la película Coco, es el sentido de colectividad; la idea indígena de comunidad, que es tan hermosa: el cuidar de otras personas. Esa generosidad y compasión que vemos proviene de nuestras raíces indígenas. No es cada uno por su cuenta. Se trata de cuidar de la familia y la comunidad, cuidar de otros. Y es algo maravilloso que necesitamos ahora mismo.
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