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Una nueva especie de matrimonio

Conoce las razones de las parejas que se casan pero deciden vivir por su cuenta.


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Parejas casadas que deciden mantener sus relaciones de larga distancia.
Ariel Skelley/Getty Images

Los hombres y las mujeres que por miedo le huyeron al matrimonio en los 60 y los 70 se alegrarán de saber que hay un nuevo modelo que fomenta que cada cual viva por separado. No son matrimonios abiertos, sino matrimonios con puertas abiertas, mediante los cuales las personas que han estado casadas durante muchos años comparten su amor pero no su residencia.

¿No diluye esto la relación? Para saber la respuesta, le pedí a algunas de estas personas con "doble domicilio —¡yo soy una de ellas! — que me explicaran cómo logran que este acuerdo funcione.

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Tener una relación sólida hace que sea más fácil la separación física.
Istock

Pepper y Fred. Llevo más de nueve años con mi pareja, Fred Kaseburg. Pero a menos que cuentes las vacaciones compartidas o el movernos de un lado a otro entre ambas residencias (él vive en Seattle; yo vivo a 40 minutos de él, en  Snoqualmie), nunca hemos vivido juntos.

Hace un año y medio dimos un paso importante: Nos comprometimos.

Cuando mis viejas amistades se enteraron de esto su primera pregunta fue, "¿en cuál de las casas vivirás?" Mi respuesta fue —y sigue siendo— "¿por qué cambiaríamos algo por el simple hecho de que nos vamos a casar?"

Por favor, entiendan: No es que no queramos vivir juntos; es que simplemente se nos ha hecho muy difícil decidir cómo hacerlo. Ambos amamos el hogar que hemos creado (y a cada cual le gusta el hogar del otro), pero vivir en la casa de los sueños de la otra persona no resulta favorable ni para uno ni para el otro. No solo tendríamos que sacrificar las casas que atesoramos para comprar una nueva juntos, sino que eso complicaría cómo y cuándo le heredemos la propiedad a los hijos que tenemos de matrimonios previos.

 

Para complicar más las cosas, yo vivo con una asistente que me ayuda a organizar mi vida, mientras que Fred no está acostumbrado y le incomoda tener una persona que no sea un familiar en la casa. Súmale los tres perros grandes (¡340 lbs en total!) y comenzamos a pensar que deberíamos vivir solos — quizás indefinidamente.

Yo sé que esto derrota esas presunciones que atesoramos tanto de cómo las personas casadas (o aquellos que viven juntos y están comprometidos con ello) deben vivir su vida juntos. Pero es innegable que hay muchas parejas de adultos mayores que han capitalizado la libertad de esos años en que ya no hay niños que criar para rediseñar sus relaciones. De hecho, algunas parejas han definido el matrimonio de una manera diferente desde el comienzo y ellos no tienen razón para cambiar eso ahora.

Kim y Andrew. Aunque han estado casados desde 1991, Kim Anderson (en sus cincuentaytantos) y Andrew Bentley (nueve años mayor) nunca han vivido juntos por más de seis meses consecutivos. Andrew, nacido en Inglaterra y experto en seguros corporativos, trabaja la mitad del año en Bangkok. Kim es abogada jubilada que vive en Seattle.

En vez de quejarse por la distancia que los separa, Kim y Andrew se enorgullecen del hecho de que su arreglo inusual les ha permitido satisfacer las necesidades de sus respectivas carreras.

 

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"Logramos pasar la mitad del año juntos", dice Kim. "La clave es la honestidad, la comunicación y la confianza: tienes que confiar en que vivirán la vida —tanto junta como separada—  en una manera que sea fiel a la relación.

"Me parece que esto funciona para las parejas que tienen una autoestima muy sólida", continúa, "y que son prácticamente autosuficientes". Si la relación es sólida sabes que la otra persona te apoya, aun cuando la distancia los separe".

Las desventajas: "No importa cuán honestas y frecuentes sean la conversaciónes, nunca reemplazarán el besarse, agarrarse de manos o acurrucarse en la noche".

 

Las ventajas: "Con lo mucho que viajo, tengo un estilo de vida envidiable. También me gusta la variedad de nuestro 'estilo de vida alterno': Cuando estamos juntos pasamos un tiempo muy emotivo e íntimo, pero cuando estamos separados vivimos la vida como personas separadas, no dije 'solteras'".

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Phoebe y Rafael. El escritor Rafael Álvarez, de 57 años, se casó con Phoebe Stein, de 48 años y directora de una entidad sin fines de lucro, en abril de este año, pero desde entonces han mantenido domicilios separados intencionalmente. En parte, dice Phoebe, se debe a que "quiero mi propio espacio y quiero regresar a mi propio hogar".

Pero también se debe al arraigo "casi sagrado" que tiene Rafael con su casa en Baltimore, en un vecindario donde las casas son en hileras. "Esa casa es el centro de mi universo de ficción", dice Rafael, autor de la colección de cuentos cortos Tales From the Holy Land (Historias de Tierra Santa). "Es el corazón palpitante de todo mi arte".

"De pequeño", recuerda Rafael, "cenaba todos los domingos en esta casa que compró mi abuelo en 1930. Cuando me divorcié por primera vez, hace 27 años, me mudé con mi abuelo y viví con él durante su último año de vida. Me sané en esta casa mágica".

Rafael compró la casa a su papá y sus tíos en 1991 con la intención de preservarla siempre. "Esta casa es un museo y un santuario", reflexiona. "Irme de aquí no es negociable, no importa quién sea mi esposa".

Debido a que la casa de Phoebe en la región norte de Baltimore queda más cerca del trabajo de ella, ellos pasan entre cuatro y siete noches allí. "Los fines de semana solemos pasarlos en mi casa", dice Rafael, "porque este vecindario [en la región sureste de Baltimore], que en un momento dado fue el punto de desembarque de muchos inmigrantes, ahora está aburguesado, y estamos cerca del agua y de los restaurantes".

Desde el principio, Phoebe ha estado de acuerdo con este arreglo inusual porque entiende lo que significa esta casa para su esposo. De hecho, la casa de Rafael tiene un significado especial también para Phoebe: Se casaron en la habitación pequeña donde están las fotos de los padres y los abuelos de Rafael, así que su unión con doble sede les permite mantener los vínculos con el pasado, presente y futuro de esta casa.

Lana y Lyn. A los 67 y 81 años de edad, respectivamente, Lana y Lyn Staheli llevan 24 años de casados. Al principio vivían en una casa grande en Seattle con un piso completo dedicado a la práctica de Lana de consejería de pareja. Sin embargo, una vez que los hijos del primer matrimonio de Lyn se mudaron y él se jubiló, en la casa de los Staheli sobraba mucho espacio, así que decidieron mudarse a un apartamento de 1,000 pies cuadrados.

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Ese fue un grave error.

"Nuestros estilos personales nos causaban roces", dice Lana. "A Lyn le gusta acostarse temprano y levantarse temprano; yo me acuesto muy tarde y me gusta dormir hasta tarde. También soy más sociable que él. Tenemos diferentes maneras de hacer los quehaceres del hogar.

"Tras enfrentar esas diferencias por un año, nos dimos cuenta de que no nos molestaría tener un poco de privacidad por separado. Así que vendimos el apartamento y compramos dos apartamentos —uno justo arriba del otro— en un complejo de cinco viviendas".

Cinco años más tarde, Lyn y Lana pasan mucho tiempo juntos, pero también le sacan mucho provecho a vivir en lugares separados. "Decoramos de la manera que nos gusta", dice Lana, "y cada uno tiene sus propios perros. Lyn se levanta a las 5:30 a caminar sus perros y luego me trae café a las 7, justo cuando me levanto".

Luego del trabajo, la pareja lee o ve televisión en el apartamento de Lyn en el segundo piso. "A eso de las 8 o 9", continúa Lana, "Lyn se va a dormir y yo me voy a escribir mensajes de correo electrónico y a trabajar en mis proyectos. Los fines de semana son para nosotros.

"Vivir en lugares separados ha eliminado la mayoría de conflictos", concluye. "Hace que el tiempo que pasamos juntos sea como si fueran citas y nos enfocamos en la diversión, la aventura y el romance".

Tobey y Phil. Después de haber compartido su práctica como terapeutas y escrito un libro juntos, Tobey Hiller, de 73 años, y su esposo durante 30 años, Phil Ziegler, de 75 años, son la viva imagen de la unión. No viven separados, pero se van de vacaciones por separado.

"La primera vez que lo hice", dice Tobey, "fue un viaje de tres semanas a Turquía con mi amiga Alev, quien es oriunda de Turquía y tiene muchas conexiones turcas. Nosotros cuatro somos muy buenos amigos 'en parejas', pero Alev y yo queríamos viajar solas, a nuestro propio modo, y acompañadas de una manera diferente a la que tenemos a diario con nuestros esposos.

"He ido a varios retiros de cuatro o cinco días con otros amigos escritores", dice Tobey, "y me he quedado en una cabaña sola en un par de ocasiones.

"El verano pasado fui a Portland, Oregón y regresé a casa unos días antes que Phillip para poder pasar un tiempo sola en la casa. Quería saborear el placer de la soledad y trabajar sola y hacer otras cosas que son parte de mi rutina diaria pero sin estar acompañada, y necesitaba recordar quién era fuera de la relación de pareja. Soy introvertida y afiliativa, así que necesitaba 'tiempo para recargarme' sin tener que estar extremadamente pendiente a las necesidades y energías de mi pareja. El pasar tiempo sola me ayuda a recobrar mi centro.

"A pesar de que estoy casada", concluye Tobey, "soy dueña de mi vida y de mi tiempo. Darme cuenta de eso me ha hecho consciente de que necesito sacar tiempo para tener esas experiencias y aventuras separadas. Me gusta poder tener la oportunidad de descubrirme en mis propias conquistas".

La perspectiva de Tobey captura de manera perfecta la fascinación por este nuevo concepto de "matrimonios casuales". En la medida en que las parejas se dan espacio mutuo, para que cada uno pueda disfrutar individualmente de lo que le gusta hacer dentro del contexto de una relación comprometida, descubrirán que la receta de la intimidad no requiere mezclar los ingredientes hasta que sean irreconocibles.

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