Vida Sana
Los hombres y las mujeres que por miedo le huyeron al matrimonio en los 60 y los 70 se alegrarán de saber que hay un nuevo modelo que fomenta que cada cual viva por separado. No son matrimonios abiertos, sino matrimonios con puertas abiertas, mediante los cuales las personas que han estado casadas durante muchos años comparten su amor pero no su residencia.
¿No diluye esto la relación? Para saber la respuesta, le pedí a algunas de estas personas con "doble domicilio —¡yo soy una de ellas! — que me explicaran cómo logran que este acuerdo funcione.
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Pepper y Fred. Llevo más de nueve años con mi pareja, Fred Kaseburg. Pero a menos que cuentes las vacaciones compartidas o el movernos de un lado a otro entre ambas residencias (él vive en Seattle; yo vivo a 40 minutos de él, en Snoqualmie), nunca hemos vivido juntos.
Hace un año y medio dimos un paso importante: Nos comprometimos.
Cuando mis viejas amistades se enteraron de esto su primera pregunta fue, "¿en cuál de las casas vivirás?" Mi respuesta fue —y sigue siendo— "¿por qué cambiaríamos algo por el simple hecho de que nos vamos a casar?"
Por favor, entiendan: No es que no queramos vivir juntos; es que simplemente se nos ha hecho muy difícil decidir cómo hacerlo. Ambos amamos el hogar que hemos creado (y a cada cual le gusta el hogar del otro), pero vivir en la casa de los sueños de la otra persona no resulta favorable ni para uno ni para el otro. No solo tendríamos que sacrificar las casas que atesoramos para comprar una nueva juntos, sino que eso complicaría cómo y cuándo le heredemos la propiedad a los hijos que tenemos de matrimonios previos.
Para complicar más las cosas, yo vivo con una asistente que me ayuda a organizar mi vida, mientras que Fred no está acostumbrado y le incomoda tener una persona que no sea un familiar en la casa. Súmale los tres perros grandes (¡340 lbs en total!) y comenzamos a pensar que deberíamos vivir solos — quizás indefinidamente.
Yo sé que esto derrota esas presunciones que atesoramos tanto de cómo las personas casadas (o aquellos que viven juntos y están comprometidos con ello) deben vivir su vida juntos. Pero es innegable que hay muchas parejas de adultos mayores que han capitalizado la libertad de esos años en que ya no hay niños que criar para rediseñar sus relaciones. De hecho, algunas parejas han definido el matrimonio de una manera diferente desde el comienzo y ellos no tienen razón para cambiar eso ahora.
Kim y Andrew. Aunque han estado casados desde 1991, Kim Anderson (en sus cincuentaytantos) y Andrew Bentley (nueve años mayor) nunca han vivido juntos por más de seis meses consecutivos. Andrew, nacido en Inglaterra y experto en seguros corporativos, trabaja la mitad del año en Bangkok. Kim es abogada jubilada que vive en Seattle.
En vez de quejarse por la distancia que los separa, Kim y Andrew se enorgullecen del hecho de que su arreglo inusual les ha permitido satisfacer las necesidades de sus respectivas carreras.
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