Vida Sana
Guerra de Corea, 1950
Sargento Jack Deloach
Por teniente Richard Carey
Carey, de 90 años, de Plano, Texas (extrema izquierda), fue aviador en la Infantería de Marina por 34 años, y se jubiló como teniente general después de tres períodos de servicio durante combate en Vietnam. Luego fue administrador de aeropuertos y de tribunales, y sigue siendo activo en organizaciones de infantes de marina. Deloach (izquierda) se convirtió en sargento mayor y luego se jubiló; falleció en el 2001.
| El teniente Richard Carey se encontraba con la 1.º División de Infantes de Marina en el embalse de Chosin cuando aproximadamente 80,000 soldados comunistas rodearon a las fuerzas de Estados Unidos a fines de 1950. Una noche cuando nevaba, Carey se encontró con su amigo Jack Deloach, a quien había conocido en 1949 cuando Deloach era sargento de un pelotón en Camp Pendleton, en California.
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Yo estaba a cargo del servicio de inteligencia en mi sector y me dijeron que reuniera a un grupo de unos 100 infantes de marina para subir una montaña y reforzar a una compañía que estaba siendo atacada. Fue entonces que me encontré a Jack, atrincherado en una pendiente. Era un buen muchacho del campo, que provenía de Georgia. Decía bastantes groserías, cosas subidas de tono, en su argot sureño. No tenía miedo de decirle a nadie lo que pensaba. Amaba la Infantería de Marina y podía hacer cualquier trabajo. Tenía una herida de metralla en la frente, de algo que le pasó rozando. La herida sangraba mucho, y él no podía ver demasiado bien. “Sargento”, dije, “aquí estoy para ayudar lo más que pueda”. Y él dijo: “Puedes unirte a nosotros, teniente, te necesitamos”. Así que me arrastré para entrar a la trinchera y estar con él.
Él sacaba granadas de un contenedor y me las daba, y yo les quitaba las anillas y dejaba que volaran las palancas de seguridad. Contaba, “un segundo, dos segundos” (eran granadas de tres segundos) y luego las lanzaba. Los chinos estaban justo encima de nosotros. Tuvimos tremenda pelea, pero mantuvimos la colina.
Nos ayudó que pedimos el apoyo de aviones Corsair con napalm. Recuerdo que Jack y yo mirábamos esos aviones, agradecidos pero también envidiosos. Le dije: “Esos pilotos regresan a Japón a una cama cálida y una comida caliente. Voy a pedir que me den entrenamiento de vuelo”.
En marzo de 1951, fui herido —recibí una Estrella de Plata después de esa batalla—. Pasé un par de meses en el hospital; al año siguiente fui a Pensacola, Florida, para un entrenamiento de vuelo. Y allí, por supuesto, estaba Jack, entrenando a candidatos a oficial. Lo saludé diciendo: “¡Ahí está el viejo soldado haciendo todo lo que puede para nuestro Cuerpo de Infantería de Marina!”. Jack solo sonrió y dijo: “Para mí es un honor hacerlo, capitán”.
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Ramo
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