Vida Sana
Cuando todo esto comenzó, la gente no podía encontrar pan en las tiendas. Mis vecinos sabían que horneo, así que empezaron a llamarme. Soy albañil, y había construido un horno de leña en mi patio para hacer pizza. Empecé a hornear panes y a regalárselos a amigos, vecinos, trabajadores de la salud y gente necesitada. Con la ayuda de mi esposa, dos hijos y mi madrastra, horneamos más de cien panes al día, todos los días de la semana. La gente se inscribe en línea y luego hace fila en sus autos para recogerlos.
Muchas de las personas que recogen su pan también tienen “compañeros de pan”, gente atrapada en casa a la que también le llevan un pan. También tenemos ayudantes —los llamo mis “breadheads” (cabezas de pan)— quienes entregan 27 panes al día al departamento de bomberos local, que los llevan a las comunidades de adultos mayores, y otros 27 panes a los hospitales.
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Todo es higiénico. Todos usamos guantes, y limpiamos nuestros mostradores de acero inoxidable constantemente. El pan se hornea a 350 a 470 grados y va directo a las bolsas de papel. Y la gente dice que es el mejor pan que han comido jamás. Alguien escribió en nuestra página de Facebook: “Es amor en una bolsa de papel”.
Todo esto se ha convertido en un proyecto para nuestra comunidad. Usamos cien libras de harina blanca al día, y mucha se financia con donaciones. Si me quedo sin leña, mis ayudantes me traen. Un hogar masónico local donó una mezcladora de 80 tazas de la década de 1940 cuando se enteraron de que estaba usando un modelo casero de 24 tazas. Necesitaba ayuda para restaurarlo, así que uno de mis ayudantes condujo a dos pueblos para recoger un gancho comercial usado para mezclar el pan, y otro lo soldó para mí, todo en 24 horas. La mezcladora es una verdadera máquina de la Segunda Guerra Mundial. La llamamos “Messy Betsy”. Realmente ha ayudado al esfuerzo. Cuando necesité una junta para sellar la puerta del horno, un vecino me ofreció una de un horno que estaban desechando.
Quienes reciben el pan han estado tan ansiosos por ayudar que tenemos un caldero del Ejército de Salvación para aceptar donaciones en efectivo. No necesitamos mucho para el pan, y así que el dinero puede ir donde se necesita.
El proceso nunca se detiene. Enciendo la estufa por la noche, y por la mañana está a la temperatura perfecta para la primera hornada.
En tiempos normales, Jeff Owens, de 53 años, trabaja como contratista de albañilería en Riverview, Míchigan.
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