Vida Sana
A Elyse Rosenberg le llevó meses terminar la relación con la persona del servicio de limpieza. Lo hizo porque le preocupaba la COVID-19, especialmente por sus nietos, que la visitan con frecuencia y son demasiado pequeños para vacunarse.
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Rosenberg, de 66 años, recibió dos dosis a principios de año y, hace poco, la vacuna de refuerzo. Tenía la esperanza de que la señora que limpiaba su casa en Austin, Texas, desde hacía casi 12 años hiciera lo mismo.
“Fue difícil, porque me sentía cómoda con ella. Era muy honesta y no faltó ni un día, era muy fácil trabajar con ella... entonces toleré el hecho de que no quisiera vacunarse”, dice Rosenberg. “Pero cuando se hizo prevalente la variante delta, eso fue lo que me empujó”.
Rosenberg no es la única persona que se ha sentido forzada a tomar una decisión que nunca imaginó que tomaría. El coronavirus ha polarizado a la población, y ha creado división entre amigos y familiares con respecto a las mascarillas y las vacunas. La variante delta ha amplificado el problema, y algunos adultos mayores se sintieron forzados a terminar relaciones profesionales de muchos años con peluqueros, empleados de limpieza y otros.
“Esta pandemia y la COVID-19 realmente alteraron las relaciones, tanto personales como profesionales”, dice Argie Allen-Wilson, terapeuta y experta en relaciones de negocios de Filadelfia. “Esta es una nueva dimensión de relaciones con la que no hemos tratado antes”.
Sin vacuna no hay negocio
La rutina de Rosenberg incluye recoger semanalmente a sus nietos —uno en kindergarten y otro en segundo grado— después de la escuela. Los niños a menudo duermen en su casa. Antes de que Rosenberg se vacunara, “no les estaba permitido venir a mi casa y yo no podía ir a la casa de ellos”, y el hecho de que una persona no vacunada iba a estar viniendo regularmente se convirtió en un punto no negociable.
Rosenberg dice que trató unas cuantas veces de convencer a la encargada de la limpieza de que se vacunara, pero “me dijo que no confiaba en la vacuna”.
La última vez que Rosenberg habló del tema, la variante delta estaba en pleno auge. La empleada había terminado de limpiar y Rosenberg le preguntó de nuevo si tenía planes de vacunarse.
“Me dijo: ‘no, creo que no saben suficiente sobre la vacuna. No se ha investigado lo suficiente y no lo voy a hacer’”, cuenta Rosenberg. Entonces preguntó si el esposo de la empleada se había vacunado. “Y me respondió que él tampoco estaba vacunado”.
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