Vida Sana
Parada bajo la lluvia frente a su casa, Lisa Huntsman se esforzaba por escuchar a su neumólogo durante una llamada de telemedicina. "Estaba tan nerviosa. Me resultaba difícil concentrarme en lo que decía mi médico", dice Huntsman, de 49 años, residente de Fleming, una comunidad rural en el sudeste de Ohio.
En mejores circunstancias, se habría conectado con su médico en una computadora a través de una videoconferencia. Así podrían verse y discutir tranquilamente su enfermedad y tratamientos. Pero las líneas de internet de banda ancha no han llegado a su comunidad, por lo que ella y su familia deben conformarse con un servicio celular para llamadas telefónicas y un servicio de internet de baja velocidad a través de un punto de acceso inalámbrico, a un costo de $360 por mes. "Es nuestra factura más costosa", dice Huntsman. "Ni siquiera el pago de nuestra casa fue tan alto".
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Un sinnúmero de adultos mayores en el país que viven fuera de las ciudades y los suburbios han compartido la frustración de Huntsman, antes y durante la pandemia. Debido a que es caro y a veces difícil hacer llegar líneas de fibra óptica y cables coaxiales a las casas rurales, muchos residentes carecen de la tecnología para hacer uso de toda la gama de servicios digitales disponibles para el resto de nosotros; desde hacer videoconferencias con los nietos hasta conectarse a los servidores de las computadoras en el trabajo y transmitir las últimas series populares en Netflix.
¿Cuántas personas en el país están en el lado equivocado de esta "brecha digital"? La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) calcula que la cifra es de 21 millones, y el sitio de comparación de servicios BroadbandNow dice que es más de 40 millones. Estar en el lado equivocado puede tener consecuencias.
Huntsman, una enfermera quirúrgica cuyo trabajo se redujo cuando se suspendieron los procedimientos electivos por la COVID-19, recibió una oferta de su empleador para realizar tareas alternativas desde su hogar. "Pero tuve que rechazarlo porque nuestra conexión a internet es muy mala", dice. Su esposo y su hija adolescente han tenido que turnarse para cumplir con las exigencias del trabajo y la escuela porque su punto de acceso inalámbrico no funciona de manera confiable para múltiples usuarios. "Hubo muchos días en los que nuestra hija vino a nosotros llorando", dice Huntsman. "Con las bibliotecas cerradas, hemos tenido que sentarnos afuera del McDonald's solo para hacer las tareas" a través del wifi gratis del restaurante.
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