¿Le sorprendió la avalancha de apoyo al movimiento Black Lives Matter?
¡Absolutamente no! ¿Quién no podría verse afectado? Estoy muy orgullosa de que haya muchas personas que son lo suficientemente fuertes para decir: “esto no está bien. Esto debe cambiar”. Me enfermé físicamente por lo que pasó, y no pude participar en las protestas. Ahora tengo casi 90 años, y ni se les ocurra pensar que no estoy tan fuerte como siempre en mi convicción sobre lo que está bien y lo que está mal. No poder salir a la calle y participar en las demostraciones ha sido muy difícil para mí.
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Después de la muerte de Medgar, tomó décadas llevar a su asesino ante la justicia. ¿De dónde vino esa determinación?
Vino de Medgar. Recuerdo haberle dicho una vez, cuando nos abrazábamos y llorábamos: “no puedo hacerlo sin ti”. Y me contestó: “Myrlie, eres más fuerte de lo que crees. Cuida de mis hijos”. Esa fue una de las últimas cosas que me dijo. Su fe en mí me dio fortaleza. Me dijeron que no lo hiciera. Nos amenazaron, a mí y a mi familia. Pero respondí: “al diablo con todos ustedes, voy a luchar hasta el final”.
¿Qué consejo puede ofrecer a alguien que se enfrenta a una pérdida trágica?
Creo que todos llevamos el duelo de manera diferente. Tenemos diferentes grados de enojo, diferentes grados de esperanza. Solo puedo decir que lo que he hecho es permitirme profundizar en mi ser para ver mis fortalezas y mis debilidades, para comprender los problemas que estoy enfrentando. Le pido al Dios que adoro que me dé la sabiduría, la ayuda y la fortaleza para luchar por lo que creo que es correcto.
Usted ha dicho que nunca se debe permitir que los demás nos digan: “no puedes hacerlo”. Denos un ejemplo.
Hubo hombres que me dijeron: “no puedes ser la presidenta de la NAACP. Eres mujer”. Les contesté: “¡no me digas!”. Y obtuve ese puesto por un voto.
Otra de sus reglas es que uno no se limite debido a su edad.
Las personas dicen que el miedo te impedirá alcanzar tus metas. ¡Jamás! Tienes que hacer frente al miedo. No puedo hacer lo que solía hacer antes, pero tengo la suerte de poder pensar y hablar.
En la segunda toma de posesión del presidente Obama usted dijo: “hay algo dentro de mí que lleva las riendas”.
Proviene de un himno antiguo que mi abuela solía cantar. Cuando el presidente me invitó a dar esa invocación, temí no saber exactamente qué decir. Mi hijo me encerró en una habitación y me dijo: “¡escribe!”. No escribí. Recé y me llegaron esas palabras.
¿Cuál es su visión de cómo el país puede alcanzar su promesa de libertad e igualdad?
Ojalá pudiera decir que sé adónde vamos, pero no puedo, y eso me preocupa. Es difícil porque siempre he esperado un tiempo de cambio, de paz en lugar de odio, una reunión de gente de todas las razas, credos y colores para trabajar por el mejoramiento de todos nosotros. En el pasado y a nivel mundial se ha considerado a Estados Unidos como el país de las personas libres y el hogar de los valientes. Ahora, ya no somos eso. Pero no significa que no podamos recuperarlo. Estamos en una época en la que todos nuestros valores están siendo desafiados, y creo que nuestra juventud está ayudando a mostrarnos el camino para salir de este lodo y fango en el que hemos sido arrastrados. Hay esperanza.
¿Algunas palabras sabias para la gente —jóvenes y mayores—, que están luchando por el cambio social?
Cada vez que me enfado, recuerdo la escritura que mi abuela solía citar: “estén quietos, y sepan que Yo soy Dios”, y la paz recae sobre mí. Puedo enfadarme mucho hasta el punto de no ser tan agradable en mis pensamientos. Tengo que estar quieta para alejarme de todo eso. Me siento erguida, echo los hombros hacia atrás y avanzo. Ahí es donde estoy ahora.
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