Vida Sana
Durante las dos últimas semanas, los adultos mayores se han unido a las protestas en ciudades de todo el país, sumando su voz y su perspectiva a las demostraciones por la justicia social y la igualdad racial.
Para algunos, marchar en la calle no es nada nuevo; ya han participado en manifestaciones y protestas durante décadas para crear conciencia o exigir cambios en importantes asuntos sociales. Para otros, la muerte de George Floyd bajo custodia policial los ha impulsado a participar por primera vez.
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De cualquier manera, al escucharlos contar estas historias, sentimos que “aquí hay algo nuevo”. Estos son algunos de sus relatos.
Rhonda Mathies, 69, Louisville, Kentucky, trabajadora social jubilada
El 30 de mayo, la policía metropolitana de Louisville, la policía estatal de Kentucky y la Guardia Nacional se hicieron presentes en las calles Sixth y Jefferson del centro de la ciudad. Llevaban equipo antidisturbios e iban a caballo, a pie y por los tejados. Los niños estaban en el medio de la calle gritando “Hands up”, “I can’t breathe” (manos arriba, no puedo respirar) y “No justice, no peace” (sin justicia no hay paz). Algunos estaban acostados en la calle. Me fui a un costado a rezar. Me puse de rodillas. Una muchacha negra, tal vez de treinta y pico, más joven que mis dos hijas, dijo “Señora, levántese. La policía se prepara para avanzar”. Le respondí que no me levantaba porque estaba rezando, y me dijo “La van a encarcelar”. Le respondí que no me importaba. Pero ella me ayudó a levantarme. Cuando abrí los ojos, vi que la policía avanzaba en dirección a nosotras. Un agente de policía estatal que iba de a pie la empujó con la porra, y en ese momento mi mente se transportó a la década de 1960 en Alabama, y me derrumbé y comencé a llorar.
Hace mucho que participo en protestas. Comencé a hacerlo en el sistema escolar al ver el trato académico y emocional que recibían los niños negros. Siempre fue una lucha constante. Estoy cansada. Estoy cansada por mi gente. Siempre digo que está en manos de la próxima generación, pero sabiendo lo que han vivido mis antepasados, mi ser interior me impulsa nuevamente a las calles.
En ciertos aspectos, estos son los mejores momentos porque tenemos una diversidad de conciencias, pero no puede ser solo un momento: es un movimiento. La policía no comenzará a hacer las cosas bien como por arte de magia. El racismo todavía vive. Está institucionalizado.
Cherry Steinwender, 67, Houston, directora ejecutiva adjunta, Center for the Healing of Racism de University of Texas, Houston
Participé en una protesta [el 2 de junio] con 60,000 personas frente a la alcaldía de Houston [la ciudad natal de George Floyd]. Fue emocionante ver a tantas personas de tantas etnias. Me llenó de orgullo: nuestra imagen era la imagen de la ciudad entera.
También me emocionó ver todos los letreros de protesta que llevaban las personas. Yo llevaba uno con el logotipo de nuestra organización y las palabras “Internalize Oneness” (internaliza la unidad). Es una frase poderosa, porque las personas tienen [la] unidad [de la humanidad] en la mente, pero no la han llevado a un lugar donde realmente pueda lograr un cambio. No la han internalizado.
Por ejemplo, yo nunca hablaré de “personas de distintas razas” porque, sinceramente, creo que ese es parte del problema. No puedes estar de acuerdo con ambas ideas. No puedes decir que somos todos la misma familia humana y compartimos por lo menos el 99.9 [%] del ADN y al mismo tiempo darte vuelta y mirarme como si fuéramos de distintas razas. Para mí, eso no representa una unidad. Mi esposo es blanco, rubio y tiene ojos azules. Es austríaco. Y él y yo nunca jamás diremos que somos una pareja interracial.
Éramos un grupo muy diverso de amigos que comenzamos esta organización, Center for the Healing of Racism, en 1989. Éramos la tercera generación de inmigrantes de Japón, Europa y África. [El grupo se fundó] en respuesta al silencio ante el racismo. Sabes, siempre que lo mencionas se cambia de tema. De eso no se habla.
Fue por eso que la alegría que sentía en la protesta al ver a todas esas personas diferentes me hizo sentir que ahora algo va a cambiar. Aquí hay algo nuevo.
Nick Sheridan, 71, Baltimore, celebrante humanista, jubilado
Participé en una protesta enorme, con varios miles de personas. Había muchos letreros hechos a mano, que para mí es fantástico porque significa que los manifestantes no están simplemente siguiendo una multitud. Están pensando y sintiendo, y llevan letreros que dicen lo que sienten.
Aquí las personas siguen creando distintas formas de protesta. Pertenezco a una organización que tiene muchos miembros mayores a quienes les preocupa participar en marchas debido al coronavirus, por lo que organizaron una caravana de automóviles con letreros que sostienen por la ventana. Hay mucha creatividad. Comienzan a darse cuenta de que no podemos progresar como nación a menos que comencemos a enfrentar todo esto.
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