Vida Sana
Era un plan audaz: el 28 de agosto de 1963, una coalición de grupos de derechos civiles, sindicales y estudiantiles organizaron una manifestación masiva en el National Mall de Washington D.C. La multitud marcharía junta hasta la escalinata del Lincoln Memorial para exigir la legislación de los derechos civiles, la abolición de la segregación escolar y la protección de los trabajadores.
La comunidad negra llevaba muchos años luchando contra la segregación legalizada en el sur, pero sus recientes protestas pacíficas —y las brutales reacciones de sus oponentes— habían atraído la atención del país hacia el problema.
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La idea de la marcha fue del activista laboral A. Philip Randolph, que entonces tenía 74 años. Bayard Rustin, que por entonces tenía 51 años y era cofundador (junto con Martin Luther King Jr.) de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC), se convirtió en su organizador principal. Fue así como un ejército de voluntarios se puso a trabajar. Al final, fue la mayor manifestación de este tipo que se había celebrado jamás, con unos 250,000 participantes. El día culminó con el discurso de King “I have a dream” (Tengo un sueño), considerado no solo uno de sus mejores momentos, sino uno de los más importantes de Estados Unidos.
Seis décadas después, les pedimos a algunos manifestantes que nos contaran sus recuerdos más destacados del acontecimiento y el modo en que ha repercutido hasta hoy.
El escenario está listo
En mayo de 1963, la policía de Birmingham, Alabama, usó mangueras para incendios contra jóvenes manifestantes. En junio, asesinaron a Medgar Evers, secretario local de la NAACP. En julio, Randolph, King y otros líderes de derechos civiles concretaron sus planes para la marcha.
Courtland Cox, 82 años
Ahora: presidente del Legacy Project del SNCC
Entonces: miembro del Comité Coordinador Estudiantil por la No Violencia (SNCC)
Organizamos la marcha en unos 90 días. Había estado trabajando en el registro de electores en el delta del Misisipi, donde te podían matar por hacer esa labor. Organizar la marcha no fue estresante. Fue emocionante.
Norman Hill, 90 años
Ahora: activista jubilado y dirigente sindical
Entonces: director del programa nacional del Congreso por la Igualdad Racial (CORE)
Vivía en Nueva York y viajaba a otras ciudades para movilizar a la gente. La marcha tuvo manifestantes de todas las ciudades que visité.
Joyce A. Ladner, 79 años
Ahora: socióloga, autora y activista de derechos civiles
Entonces: estudiante universitaria y voluntaria del SNCC
Mi hermana Dorie y yo teníamos una relación muy estrecha con Medgar Evers. Éramos de Misisipi, y para nosotras era importante lograr la participación de miembros de la comunidad negra de Misisipi en la marcha de Washington, para que comprobaran que contaban con apoyo fuera de la región del sur profundo.
Eleanor Holmes Norton, 86 años
Ahora: congresista por el Distrito de Columbia
Entonces: estudiante de Derecho y organizadora del SNCC
Dado que la marcha no tenía precedentes, la logística fue innovadora: debíamos asegurarnos de que los manifestantes supieran adónde ir y cómo encontrar los autobuses.
Bruce Hartford, 79 años
Ahora: administrador del sitio web del archivo del movimiento por los derechos civiles
Entonces: activista del CORE
Había estado luchando contra la segregación de viviendas en los suburbios de Los Ángeles. Mis padres se habían trasladado de allí a Connecticut, y lograron convencerme para que pasara el verano en el este con la frase: “Podrás asistir a la marcha de Washington D.C.”.
Monte Wasch, 81 años
Ahora: ejecutivo de ventas y mercadotecnia jubilado
Entonces: estudiante universitario; voluntario del comité organizador de la marcha
Nos pusimos en contacto con las compañías de autobuses y con las líneas aéreas. Los ferrocarriles agregaron trenes especiales hacia Washington para nosotros.
La respuesta a la convocatoria
Participar en una protesta por los derechos civiles entrañaba riesgos considerables. Además de la posibilidad de violencia por parte de las fuerzas del orden público, que habían recibido órdenes de dispersar a los manifestantes, también cabía la posibilidad de que los empleadores presentes o futuros te calificaran de agitador.
Edward “Ed” T. Flanagan Jr., 80 años
Ahora: veterano retirado de la Fuerza Aérea de EE.UU.; contratista de defensa
Entonces: estudiante universitario
Mis padres no querían que asistiera a ningún tipo de marcha. Yo estudiaba en la Universidad de Howard. Participar en la marcha podía significar perder el trabajo, la vivienda o algo peor. Pero yo quería formar parte de algo que pudiera cambiar el país.
Rita Moreno, 91 años
Ahora: actriz, cantante y bailarina
Entonces: miembro de la “delegación de famosos” de la marcha
Muchos de nosotros recibimos la invitación de Harry Belafonte en nombre del Dr. King para asistir a la marcha. Y, desde luego, todos los invitados dijimos: “Por supuesto”. Alquilamos un avión de Los Ángeles a Washington D.C., en el que también iban Harry, Marlon Brando y Sidney Poitier.
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