Vida Sana
| Antes de que la COVID-19 tomara el escenario principal, el cantautor Michael Krieger pasaba su tiempo recorriendo el área metropolitana de Detroit para tocar de cinco a siete presentaciones al día, principalmente en lugares no muy populares en la industria de la música: centros de cuidado a largo plazo y comunidades de jubilados.
Uno de los lugares que ha visitado con frecuencia durante su carrera de varias décadas ha sido el piso de cuidado de la memoria en Rose Court, que forma parte de Fox Run, una exclusiva comunidad de viviendas para personas mayores en Novi, Míchigan. Por medio de un repertorio de canciones clásicas y peticiones especiales, Krieger, de 59 años (en inglés), establece una conexión con quienes a menudo están desconectados e inspira alegría. Para los residentes y sus familias, él es como un ungüento que toca el piano y la guitarra, una luz brillante en estos momentos muy difíciles.
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Debido a los cierres de emergencia a causa de la pandemia de coronavirus, a mediados de marzo se cancelaron las presentaciones diarias de Krieger y, al menos al principio, se silenció la música en Rose Court. Pero gracias a la tecnología y la creatividad, ha reanudado sus presentaciones a través de tabletas, computadoras y televisores de pantalla grande, siempre y cuando los centros de cuidado a largo plazo hayan encontrado la forma de ofrecerles a los residentes presentaciones y visitas virtuales.
Interactuar con los residentes, quienes se han convertido en amigos, desde detrás de una pantalla ha sido un reto. Recuerda las miradas ausentes que lo saludaron en Rose Court cuando comenzó a hacer sus presentaciones virtuales en abril. “Se me humedecen un poco los ojos al recordarlo porque algunos de ellos ya no están con nosotros”, dijo Krieger. “Sentí, Dios mío, que esa es mi gente. No puedo tocarlos. No puedo estar con ellos”. Con el tiempo y después de varias visitas virtuales, las miradas ausentes se convirtieron en sonrisas.
Desde que tenía once años, Krieger sabía que se dedicaría a la música. Su madre tocaba el piano; él cantaba en coros, tocaba los discos de sus hermanos mayores y encontraba inspiración en los Beatles y Motown. Soñaba con convertirse en una estrella del pop. El universo tenía otros planes.
Krieger estaba tocando en un restaurante hace más de veinte años cuando una mujer se le acercó para preguntarle si podía presentarse en el centro de vida asistida Fleischman Residence en West Bloomfield, donde ella trabajaba como directora de actividades.
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