Vida Sana
Nuestro hogar de ancianos se estableció hace 100 años. Tenemos 29 residentes y no hemos tenido ni un solo caso de COVID-19. La gente se pregunta cómo pudimos impedir que el virus se introdujera en nuestro centro, cuando tantos otros hogares de ancianos se han visto muy afectados. Para nosotros, hay tres puntos clave: actuar con anticipación, tomar medidas excesivas y nunca dejar de tener cautela. No ignores la situación, ni aflojes la marcha, ni bajes la guardia.
Adquirí la costumbre de ver las noticias internacionales. En febrero me di cuenta de que China se veía más afectada por el contagio que nosotros. Y en la misma situación estaban Corea del Sur y Alemania. Empecé enseguida a prestar mucha atención. El día 28 de febrero, cerramos las puertas del centro. Se prohibió la entrada y salida de toda persona, con excepción de los 40 empleados que atienden directamente a los residentes. Compramos batas, mascarillas y guantes antes de que hubiera escasez. Empezamos a realizar controles de temperatura tres veces al día y medir el nivel de oxígeno de cada paciente. Nuestra vigilancia del personal es estricta y molestosa. Por mi parte, no he entrado al centro desde el 1.˚ de marzo. Es demasiado riesgoso. La gente me dice: "¿Acaso no eres hombre de fe? ¿Por qué haces todo esto? Dios te protegerá". Yo les respondo: "Claro que tengo fe en Dios. Pero también me pongo el cinturón de seguridad cuando subo al auto".
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Por el bien de los seres queridos que viven en centros de atención a largo plazo
Llámalos por teléfono: Zoom es un medio difícil para personas con problemas visuales o auditivos. En muchos casos, las llamadas telefónicas funcionan mejor.
Busca la acción colectiva: únete a otras familias para reclamar soluciones a cualquier problema. Una sola voz puede pasar desapercibida.
Busca un aliado: cultivar una buena relación con un empleado del centro genera confianza. Identifica a esa persona digna de confianza a la que puedas llamar.
Con los años que llevo como pastor en un entorno urbano marginado, sé que las personas que más ayuda necesitan son las que menos la reciben. El hogar de ancianos y mi iglesia están ubicados en la misma zona de Baltimore donde falleció Freddie Gray. En las 74 manzanas del vecindario Sandtown-Winchester, tenemos 109 licorerías pero ni una sola tienda de comestibles. Los residentes del centro son una fuente de inspiración tanto para mí como para esta comunidad. Han sabido sobrevivir y prosperar. Mi tía consentida, Gerri, que ha sido como una segunda mamá para mí, es residente del centro. Ella luchó para superar el cáncer y entiende por qué debe llevar mascarilla. Por qué no puede comer con los demás residentes. Por qué tiene que sentarse en el porche para hablar con sus familiares. Se alegra de vernos, pero es difícil. Llora. Todos lloramos.
La mitad de nuestros residentes no tienen familiares que vengan a verlos. Contratamos a otro empleado dedicado a las actividades de los residentes: los ayuda a hacer rompecabezas, a colorear o a armar relojes y pajareras utilizando cajas de puros que hemos recolectado. Personas de todas partes del mundo han conocido nuestra historia y han estado enviándonos libros, cartas y donaciones de fondos. Haces todo lo posible por superar esta situación.
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