Vida Sana
Durante la semana después de que a Sam, un antiguo cliente mío afroamericano de 60 años, le diagnosticaron una recaída de cáncer de colon, su esposa y sus dos hijas cambiaron rápidamente sus horarios de trabajo para poder llevarlo al hospital a recibir múltiples rondas de quimioterapia. Los tres sobrinos de Sam lo visitaban para animarlo y ver partidos de fútbol americano juntos. Un grupo de feligreses de la iglesia de la familia pasaba por su casa los domingos después de misa para rezar con él. Los vecinos le llevaban comida.
He visto a otras familias y comunidades apoyar a un amigo o familiar enfermo, especialmente en la etapa inicial, pero pronto se cansan y regresan a su vida normal. Pero la red de apoyo de Sam estuvo a su lado durante meses, e incluso años, a medida que el cáncer se le reproducía. Sam no tenía mucho dinero, pero era rico en amistades y familiares que se desvivían por él. Seguro que hubo momentos en que se sintieron abrumados por sus necesidades de cuidado y ánimo decaído, pero casi todos resistieron, lo ayudaron con diligencia y sin quejarse, aferrados a la creencia de que "para eso está la familia".
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Según una hoja informativa de AARP y la National Alliance for Caregiving de mayo del 2020 sobre el cuidador 'típico' afroamericano, The 'Typical' African American Caregiver (enlace en inglés), basada en una investigación para el informe El cuidado de los seres queridos en Estados Unidos en el 2020, los afroamericanos suelen tener una mayor carga de cuidado familiar que otros cuidadores blancos no hispanos. También suelen ser más jóvenes, muchos no están casados, tienden a tener peor salud y, a menudo, deben conciliar el cuidado familiar con un empleo de tiempo completo.
Este perfil sugiere que los cuidadores afroamericanos deberían sentir más estrés. Pero otra investigación iniciada hace 20 años revela que en realidad lidian mejor con el cuidado familiar que los cuidadores blancos. Por ejemplo, un metanálisis del 2020 publicado por Liu, Badana y otros en la revista The Gerontologist, señala que los cuidadores afroamericanos de familiares con demencia disfrutan de una mejor salud psicológica que sus homólogos blancos. Los autores sugieren varios motivos, como la expectativa entre los afroamericanos de que la familia y la comunidad serán un gran punto de apoyo y su compromiso relativamente mayor con las prácticas y valores religiosos.
Las investigaciones solo describen generalizaciones; hay muchos cuidadores afroamericanos que están pasando por dificultades y muchos blancos a quienes les va muy bien. En ocasión del Mes de la Historia Afroamericana, merece la pena reflexionar sobre las lecciones que podemos aprender de Sam, su familia y comunidad, y que pueden ayudar a los cuidadores de familiares de todas las razas y culturas. Como excuidador blanco, y sin ser experto en la comunidad afroamericana, me limitaré a hacer algunas observaciones externas. Estas son algunas ideas que, al menos, merece la pena considerar:
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