Vida Sana
Cuando los familiares están en desacuerdo sobre cómo ayudar a un ser querido mayor, las divisiones pueden ser tan profundas que las partes llevan la disputa a los tribunales. Los casos judiciales prolongados y muy reñidos son estresantes, costosos y consumen mucho tiempo. La tensión que ya sienten las personas que cuidan de un familiar se vuelve abrumadora cuando están complicados en litigios mientras cuidan al mismo tiempo a su ser querido.
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En mi trabajo de abogada, veo a diario conflictos en la vida de los cuidadores: un hermano piensa que le ocultan el estado de salud de su padre; alguien sospecha que el cuidador se está gastando en sí mismo el dinero de la madre; o los familiares que no viven en el estado creen (a ciegas) que el cuidador está descuidando a la persona a su cuidado. Las tensiones estallan y me piden que los aconseje sobre sus opciones legales. La mayoría de las personas no son contenciosas ni están ansiosas de entablar demandas. Desean evitar los tribunales más de lo que desean ir a juicio.
Por otra parte, hay aquellos que quieren ganar a toda costa. Buscan un abogado que “se encarnice” con la persona que los ha disgustado. Quieren un “picapleitos” o un “perro de presa” y no hay duda de que no quieren oír que no tienen un buen argumento legal o cuánto costará lograr su objetivo. Buscan conflicto y quieren que el tribunal sea su campo de batalla.
Estas personas llegan a estar tan obsesionadas con las desavenencias que olvidan que la situación gira en torno de una persona. Y que, independiente de su edad avanzada o el estado de su capacidad mental, la persona que recibe los cuidados tiene derecho a participar en su propia vida, autonomía e independencia, en la medida en que esto sea posible. El deterioro de su salud física o mental no debe utilizarse como una oportunidad para que los familiares ventilen agravios o hagan alardes de jefe. Pero por desgracia, así sucede; los seres queridos olvidan que el cuidado no es una competencia, sino que se trata de satisfacer las necesidades de una persona. Y cuando se lleva un asunto a los tribunales, la realidad es que, aunque el sistema legal decida que prevalece una de las partes, al fin y al cabo, nadie gana.
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