Vida Sana
Hace 13 años, Dolly, la madre de Kathleen O'Brien, se desmayó durante un examen médico rutinario. Su doctor no le dio importancia. "Esto es lo que ocurre a medida que la gente envejece", Kathleen recuerda las palabras del médico. "Y me dije, 'A mi mamá, no'".
Dolly, que en ese entonces tenía 79 años, había sido paciente del consultorio de su vecindario en Minneapolis por más de 20 años, pero a Kathleen le preocupaba la calidad de la atención que recibía, sobre todo porque sabía que hay un historial familiar de derrames cerebrales y enfermedades coronarias. Rápidamente consiguió otro médico, quien tomó muy en serio los síntomas de su mamá. Ese mismo doctor trató a Dolly hasta que murió el año pasado a los 91 años de edad. "Tuvimos a mamá por unos doce años más gracias a él", dice Kathleen, quien le atribuye la buena salud de su madre hasta el final.
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El médico original de Dolly no era ningún charlatán, pero hasta la mejor relación médico-paciente puede volverse disfuncional con el tiempo. "Puede que los doctores tengan la mejor intención, pero es posible que su modelo de práctica ya no calce con lo que necesitas", dice el Dr. Zaldy S. Tan, un geriatra de University of California en Los Ángeles.
Con este sí, con este no
En un año cualquiera, un 10% de los pacientes por lo menos considera cambiar de médico, dice el Dr. Gerald Hickson, quien dirige el Center for Patient and Professional Advocacy (Centro de Defensa de los Derechos de Pacientes y Profesionales) de Vanderbilt University. En un estudio de dos años de duración, el 15% de los pacientes se cambió a otro consultorio porque estaban insatisfechos con la atención médica que recibían.
Una razón puede ser que, sencillamente, los pacientes hoy en día esperan un mejor nivel de atención médica, dice Sandy Reifsteck, directora de la Office of Development and Quality Outcomes (Oficina de Desarrollo y Resultados de Calidad) del Institute for Healthcare Communication. Los pacientes tienden a poseer mejor información sobre el cuidado de la salud, ya sea gracias a las noticias o luego de haber investigado su enfermedad por internet. Estos perspicaces consumidores de los servicios asistenciales además quieren que los vean médicos cuyas filosofías de tratamiento estén más de acuerdo con sus propios estilos y elecciones de vida.
A menudo, la razón por la cual el paciente está insatisfecho es la falta de comunicación. "Los pacientes no tienen muy claro cómo evaluar las destrezas médicas, pero sí saben cuando un doctor los interrumpe cuando están hablando de sus preocupaciones".
Este es el caso de Walter Wurfel, un periodista jubilado cuyo primer encuentro con un neurólogo poco después de ser diagnosticado con la enfermedad de Parkinson, dejó mucho que desear. Wurfel había llevado con él una lista de libros sobre el mal de Parkinson que estaban disponibles en la biblioteca de su vecindario en el norte de Virginia, con la esperanza de que el médico le recomendara algunos.
"Al finalizar la cita, le entregué la lista y le pedí su opinión. La miró por un minuto y dijo, 'Estos libros no son para doctores, son para pacientes'", recuerda Wurfel, quien ahora tiene 76 años. "Le dije, 'Por eso pregunto'. Me miró y respondió, 'Acéptelo, lo han diagnosticado con el mal de Parkinson. Va a tener que arreglárselas'. Decidí que necesitaba un doctor más amable y sensible".
El que mucho habla poco escucha
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