Vida Sana
Al final, no fue fácil para Aaron McQ decidir cuándo morir.
El hombre de Seattle, de 50 años, un ex viajero del mundo, triatleta y ciclista, descubrió que tenía leucemia hace cinco años, a lo que siguió un diagnóstico aún más severo en 2016: una rara forma de esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
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Diseñador de interiores y urbanista, quien cambió legalmente su apellido, McQ había sufrido dolor y deterioro físico durante años. Hasta que la enfermedad amenazó con destruir su capacidad de tragar y respirar.
"Es como despertarse cada mañana en arenas movedizas", dijo McQ. "Es aterrador".
El otoño pasado, McQ decidió usar la ley de Muerte con Dignidad que el estado de Washington aprobó en 2009 para acabar con su sufrimiento. La práctica, aprobada en siete estados y el Distrito de Columbia, permite a las personas con una proyección de vida de seis meses o menos obtener medicamentos letales para terminar con sus vidas.
Aunque la opción era legal, para McQ en realidad fue difícil llevarla a cabo. McQ acordó discutir sus deliberaciones con Kaiser Health News, esperando arrojar luz sobre una práctica a menudo secreta e incomprendida.
"¿Cómo se puede comenzar a pensar en la muerte?", reflexionó, sentado en una silla de ruedas en su apartamento de Seattle a fines de enero.
Más de 3.000 personas en los Estados Unidos han elegido esta forma de muerte desde que se promulgó la ley de Oregon en 1997, según informes del estado. A pesar que leyes similares se han expandido a más lugares, incluyendo a Hawaii (en inglés) este año, sigue siendo controversial.
La Ley de Opción de Fin de la Vida de California, que entró en vigencia en 2016, fue suspendida durante tres semanas esta primavera después de un desafío judicial, dejando a cientos de pacientes moribundos brevemente en el limbo (en inglés).
Los partidarios dicen que la práctica le da a los pacientes control sobre su propio destino frente a una enfermedad terminal. Los detractores, incluidos grupos religiosos, defensores de los derechos de las personas con discapacidad y algunos médicos (en inglés), argumentan que esas leyes podrían presionar a las personas vulnerables, y que los cuidados paliativos adecuados pueden aliviar el sufrimiento al final de la vida.
Delgado y consumido, con cabello plateado y penetrantes ojos azules, McQ aún podría haber pasado por el modelo de fotógrafos que alguna vez fue. Pero ahora sus piernas temblaban involuntariamente dentro de sus jeans oscuros y su voz estaba ronca de dolor por el esfuerzo de tres horas para contar su historia.
En noviembre pasado, los médicos le dijeron a McQ que tenía seis meses o menos de vida. La elección, dijo, no fue la muerte por sobre una vida sana, sino un "resultado certero" frente a la opción de un final prolongado, doloroso y "desconocido".
"No quiero morir", dijo. "Estoy muy vivo, pero estoy sufriendo. Y prefiero que no sea una sorpresa".
A fines de diciembre, un amigo recogió una receta de 100 tabletas del poderoso sedante secobarbital. Durante semanas, la botella que contenía la dosis letal estuvo en un estante de su cocina.
"No estaba relajado ni confiado hasta que lo tuve en mi armario", dijo McQ.
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