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'La nueva normalidad': ¿qué sigue después de la COVID-19?

Expertos predicen el modo en que la pandemia cambiará nuestra vida.


spinner image Ilustración de un mapa con imágenes de coronavirus y un automóvil
Chris Gash

La COVID-19 cambiará todo, desde el modo en que nos saludamos hasta los sueños que esperábamos cumplir. "Es la peor crisis de nuestra vida”, señala Jeffery Cole, director del Center for the Digital Future de University of Southern California. “El tipo de cambio que ha ocurrido en unos pocos meses transformará el modo de hacer cosas durante años”. Esto es lo que sigue, lo que está en peligro y lo que —desafortunadamente— podríamos perder para siempre en esta crisis.

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Los desinfectantes se seguirán utilizando

Cada vez habrá más obsesión por eliminar los funestos gérmenes. Si tuviste que acostumbrarte a estornudar en el codo, prepárate para lo que se viene en términos de higiene. “En especial para las personas mayores, lo más normal será lavarse bien las manos, usar mascarillas y prestar mucha atención a la desinfección de las superficies”, señala el Dr. Eric Toner, académico principal del Center for Health Security, de Johns Hopkins.

Ya no habrá apretones de mano

El saludo tan personal de darnos la mano, que se remonta a la antigua Grecia, “ha desaparecido por tiempo indefinido”, señala el médico epidemiólogo de Harvard William Hanage, quien recomienda un saludo higiénico al estilo Star Trek y un cálido “larga vida y prosperidad”.

spinner image Animación de dos manos
Chris Gash

No entrarás a un supermercado ni a un edificio de oficinas sin una toallita desinfectante o un chorro de Purell (u otro gel desinfectante para manos, productos cuyas ventas en el país aumentaron un 73% en marzo). Pero esto solo conduce hacia un reino completamente nuevo de aerosoles electrostáticos y bandas de luz ultravioleta que se proponen esterilizar una nación en la que casi una de cada tres personas ahora dice tenerle fobia a los gérmenes.

La orden oficial de cientos de millones de mascarillas N95 no solo hará difícil que nos escuchemos mutuamente durante las caminatas con distanciamiento social. “Las mascarillas pronto podrían marcar límites, tanto personales como políticos, y entre los jóvenes y los adultos mayores”, señala Rob Kahn, profesor de derecho en University of St. Thomas, en Minnesota, quien estudia las ordenanzas con respecto a las mascarillas. “Usar o no usar una mascarilla transmite un mensaje sobre la seriedad con la que tomas las advertencias de salud pública, tu punto de vista sobre las libertades personales e incluso sobre las diferencias entre generaciones” en un momento en el que para los adultos de 70 años o más, la amenaza de COVID-19 es más grave que para los jóvenes, según una encuesta que se publicó en Annals of Internal Medicine.

Según el arquitecto de Boston Rami el Samahy, “limpio” se convierte en el nuevo “verde” a medida que las empresas comienzan a “demostrar un nivel superior de higiene”. Verás a muchas personas usar trapeadores e hisopos, paredes de plexiglás entre tú y el cajero o el barista, tal vez incluso puestos para tomarte la temperatura. “Estas señales nos brindan consuelo a medida que surgen más enfermedades infecciosas”, señala Toner.

Con esa cautela surge toda una economía “sin contacto” y “a distancia” a medida que las compras en internet pasan a ser la norma para millones y una verdadera ayuda para los adultos mayores vulnerables. Si has usado Zoom, o has encargado comidas para preparar en casa en Blue Apron, bistroMD o HelloFresh, o si has encargado la cena con aplicaciones como Postmates, Uber Eats, Grubhub o DoorDash, tú también contribuyes. Además, las descargas de aplicaciones de compras como Instacart, WalmartGrocery y Peapod se han más que cuadruplicado en un mes, según una encuesta. “Es el uso de recursos en internet para cosas que nunca habíamos considerado antes, como comprar zapatos, bistecs y bourbon hasta tomar clases de ejercicios, y no va a cambiar”, señala Tim Wu, columnista de opinión del New York Times y autor del libro The Curse of Bigness...

Luego, prescindiremos totalmente del contacto: pronto llegarán los robots que emiten luz ultravioleta, como los que recorren hospitales en China y Escandinavia. Amazon ha estado probando el envío de paquetes con vehículos que transitan las aceras en el condado de Snohomish, Washington, y en Irvine, California. FedEx y UPS están probando el servicio de entrega en el día con drones que llevan los artículos por el aire. “Hemos visto que se cuadruplicaron los pedidos de envíos de restaurantes y supermercados con el uso de vehículos robóticos desde antes de la crisis”, señala Matthew Johnson-Roberson, director ejecutivo de Refraction AI, que construye estos vehículos.

“Es difícil calcular la magnitud de la crisis, pero será la peor desde la Depresión”.

– Joseph Stiglitz, economista y ganador del premio Nobel

Alteración económica

El centro comercial, el periódico matutino, la salida a cenar y al cine del sábado por la noche... la COVID-19 ha incluido todo en la lista de actividades en peligro de extinción. Ya sacudidos por la competencia de las ventas en línea, J.C. Penney, J. Crew y Neiman Marcus finalmente se declararon en quiebra durante esta crisis, y no serán los últimos vendedores minoristas en hacerlo. Según la empresa de investigación de venta al por menor Coresight Research, podrían cerrar más de 15,000 tiendas.

De mismo modo, los medios de comunicación digitales no han ayudado al negocio de los periódicos y las revistas, pero la COVID-19 podría eliminarlo para siempre. Gannett, el propietario principal de periódicos locales, perdió cerca del 94% de su valor entre agosto del 2019 y abril, la mayoría desde mediados de febrero. El analista de medios Ken Doctor llama a la pandemia “un evento de extinción” para la imprenta, a medida que dejan pérdidas las ventas de quiscos de revistas, suscripciones y avisos publicitarios y “los adorados columnistas que has estado leyendo durante años desparecen en silencio”.

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En un mundo en el que nadie sale, las antiguas diversiones quedarán en el pasado. La industria de los restaurantes ya estaba limitada por sus márgenes minúsculos. Sin una rápida recuperación o un rescate masivo, uno de cada diez establecimientos podría cerrar antes de que desaparezca el coronavirus. En marzo solamente, los restaurantes y los bares representaron el 60% del total de las pérdidas laborales en Estados Unidos. Los meseros y los lavaplatos tal vez nunca regresen. Tampoco regresarán ciertos platos del menú. En mayo, Sweet Tomatoes y Souplantation indicaron que los 97 locales donde sirven ensalada y sopa pueden cerrar de forma permanente. “No veremos bufés, bares de ensalada ni ningún otro sistema de autoservicio en un futuro cercano”, señala la chef y escritora gastronómica Ruth Reichl, de 72 años, “y no esperes que las personas mayores como yo estemos a gusto sentadas a un bar ni en una sala íntima para cenar hasta que no haya riesgo”.

En casa, toda esa transmisión de programas que estás aprovechando ahora es genial para Netflix y Amazon Prime, pero podría cerrar para siempre el telón de los cines, que hace tiempo están en decadencia. Las salidas al cine se clasificaron en anteúltimo lugar en una lista de 15 actividades que los encuestados señalaron que extrañan más durante el confinamiento en el hogar, según un estudio a cargo del Center for the Digital Future. “Pensábamos que la mitad de los cines desaparecerían antes de la pandemia”, señala Cole, de USC, quien supervisó el estudio. “Ahora, evitar los cines es una cuestión de vida o muerte”.

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Sin embargo, podría depender del tipo de cine: están prosperando los autocines, que ofrecen películas de estreno, concesiones por teléfono y “la oportunidad de salir y divertirte mientras cumples con el distanciamiento social”, señala Spencer T. Folmar, quien propuso construir el cine al aire libre más grande del mundo cerca de Orlando, con cinco pantallas y capacidad para 500 personas, señala.

El miedo a las personas en estadios, trenes

Es más que la preocupación por contagiarse: nuestra mentalidad colectiva está cambiando con respecto a todo, desde las multitudes en estadios hasta los viajes que soñamos hacer.

¿Salir a lugares concurridos? Ahora no. “No me imagino cuándo podrá haber eventos deportivos con fanáticos amontonados en las tribunas”, señala Abraham Madkour, editor y redactor ejecutivo de Sports Business Journal, quien considera que el béisbol, el hockey y la NBA podrían jugar en canchas vacías por lo menos hasta el 2021. “La excepción podría ser el fútbol americano, que necesita fanáticos para funcionar”, señala. Pero incluso allí, veremos ocupar del 25 al 30% de la capacidad, entradas a precios más altos, distintos horarios de llegada y secciones acordonadas para brindarle al cauteloso público el lujo de la distancia.

“Nadie está ansioso por juntarse con 75,000 personas en este momento”, señala Madkour.

También será difícil convencer a los fanáticos del equipo local que usen el transporte público. La demanda de viajes en transporte público ha disminuido el 75% en todo el país durante la crisis, según las estadísticas que compiló la aplicación Transit. El tráfico del metro en la ciudad de Nueva York ha disminuido un impresionante 93%. “El transporte público demoró seis años en volver a la normalidad después del 9/11, y en ese momento no había personas contagiosas en autobuses o trenes cerrados”, señala Bert Sperking, fundador de BestPlaces.net, un recurso en internet sobre habitabilidad en la ciudad. “La sociedad está a punto de cambiar profundamente su mentalidad sobre el transporte, ahora que el trabajo a distancia es una opción real y el prestigio que otorgaba aglomerarse en el centro de la ciudad ha desaparecido”.

Al igual que se reconstruyó París después de que murieran miles de personas durante la epidemia del cólera de 1832, “las ciudades de Estados Unidos volverán a reexaminar y reevaluar el ancho de las aceras, un mejor acceso a parques y la naturaleza, y el motivo por el que se destina tanto espacio a los automóviles cuando son las personas quienes tienen que transportarse”, señala Nicola Twilley, coautor de un libro sobre la historia de las cuarentenas, de próxima aparición. Primeros indicios: la ciudad de Nueva York está planeando cerrar cien millas de calles para destinarlas al uso peatonal. “Será difícil devolver todo ese espacio abierto”, señala Twilley.

Quedarse en casa

Resulta que el lugar más seguro durante una pandemia es precisamente en casa, y ahora que hemos vuelto a disfrutar de sus ventajas, tal vez optemos por seguir permaneciendo allí.

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Los panes leudan, las semillas germinan y ese dulce aroma a marihuana al atardecer podría ser de tu vecino jubilado a quien le encanta la hierba. “Con las sombrías noticias del día, las personas están pidiendo a gritos un respiro, o por lo menos un anagrama o un pictograma”, señala Ben Bass, un abogado de Chicago que fue campeón de Jeopardy! tres veces. Su criptograma, que aparece dos veces por semana, es parte de una página agregada al New York Times con crucigramas inspirados en el cierre. “Los juegos nos mantienen cuerdos”.

El Times también reportó un resurgimiento de los llamados jardines de la victoria o huertos caseros, a medida que se vacían los estantes de los supermercados. Las ventas de rompecabezas del fabricante de juegos Ravensburger aumentaron el 370% cuando el brote comenzó a causar cierres. Según un estudio, el 87% de los habitantes reportaron disfrutar de “ponerse al día con programas de televisión y películas”, según el Center for the Digital Future de la USC. Las ventas virtuales de harina de King Arthur Flour, de Vermont, se dispararon en marzo: la empresa tuvo que disponer un límite de dos bolsas en los pedidos de los panaderos caseros. Las ventas en internet se duplicaron en Guitar Center cuando quienes aspiran a tocar como Eric Clapton se refugiaron en su hogar.

La empresa Wayfair de Boston, que vende productos para el hogar, reporta casi un 90% de aumento de ingresos desde el 1.° de abril a medida que los propietarios invierten en mejoras. También ha aumentado la venta del licor: según Nielsen, las ventas de alcohol en internet aumentaron el 243% en el país durante una semana de marzo y el envío de cannabis a domicilio está en auge. “En promedio, con la COVID-19, vemos un aumento del 50% en el número de clientes mayores de 50 años, quienes compran el 15% más por pedido”, señala Elizabeth Ashford, representante del mercado de cannabis en internet Eaze.

Reevaluar los planes de jubilación

"Los adultos mayores no quieren el riesgo que conlleva el exceso de personas", comenta Nora Super de Milken Institute. "No quieren tener que estar amontonados en espacios reducidos, y ahora vuelve a haber interés en los entornos naturales".

spinner image  Ilustración de una hamaca y un alfiler
Chris Gash

Las tendencias de viajes y vivienda se invierten

En los buenos tiempos, digamos, en febrero, alojarse en la habitación de huéspedes de un desconocido era la manera más inteligente de evitar los hoteles costosos. Ahora, los Airbnb y otros alquileres compartidos “tienen una gran desventaja”, señala Brian Kelly, fundador de The Points Guy. Airbnb, que recientemente despidió a un cuarto de su fuerza laboral, está poniendo en práctica pautas estrictas de limpieza, que incluyen una nueva categoría de listados que bloquean 72 horas entre visitas de huéspedes para hacer desinfección. “Cuando les preguntamos a los huéspedes en marzo si preferían alojarse en una casa en la que tenían más control de sus alrededores o en un hotel muy concurrido, el 74% eligió la casa”, señala un representante de Airbnb. De todos modos, según Kelly, “¿realmente quieres dormir en una habitación que limpió alguien que se dedica a esto como un pasatiempo?

Los jubilados que estaban considerando deshacerse de su vivienda o adquirir otra más pequeña también lo están reevaluando. Antes del cierre, cambiar la casa familiar por un apartamento en la ciudad tenía mucho sentido para los adultos cuyos hijos abandonaron el hogar. Ahora, tal vez ya no. “Envejecer en el hogar implicará envejecer con más espacio”, predice Nora Super, directora sénior del Center for the Future of Aging, del Milken Institute, quien está reconsiderando “Age-Forward Cities for 2030”, un informe del instituto sobre el modo en que las ciudades pueden funcionar mejor para la población de adultos mayores del mañana.

Según una nueva encuesta de Harris, casi un tercio de los habitantes están considerando mudarse a zonas menos pobladas a raíz de la pandemia. “Quienes somos expertos en envejecimiento consideramos que el mejor lugar para vivir después de jubilarse sería un área densa, con acceso a museos, transporte, restaurantes y lugares para caminar, aunque existan límites de movilidad”, señala Super. Pero eso cambió, agrega, cuando Nueva York y otras ciudades se convirtieron en epicentros de la COVID-19.

Las incógnitas que desconocemos

En realidad, no hay modo de predecir lo que sucederá en el país. Cada inquietud se encierra entre signos de pregunta.

¿La economía y Medicare? “Es difícil calcular la magnitud de la crisis, pero será la peor desde la Depresión”, señala el economista Joseph Stiglitz, ganador del premio Nobel y autor del libro People, Power, and Profits. A menos que brindemos suficiente apoyo a los estados y las localidades, que son las primeras líneas de Medicare y Medicaid, la disponibilidad de los servicios sociales será insuficiente”.

¿Las elecciones? “Tendremos más información después de la temporada de elecciones primarias”, señala Nancy LeaMond, directora de Activismo Legislativo y Compromiso de AARP. “Sabemos que los 116 millones de electores mayores de 50 años en el país tienen diversas opiniones ideológicas, y se proponen votar”.

¿Una cura para el coronavirus? Esa es la pregunta fundamental, y todavía es muy pronto para responderla. La producción de la vacuna contra las paperas en 1967 demoró casi cuatro años, y fue un récord de velocidad. Se están investigando más de 250 terapias y 100 vacunas para tratar la COVID-19, pero necesitamos construir fábricas para producir cientos de millones de dosis. “Si tenemos suerte y lo hacemos con prontitud, tal vez tengamos una vacuna en uno a dos años, pero podrían ser de tres a cinco años, o más”, señala Toner, de Johns Hopkins. “Lo que espero es que podamos aprender de esta dolorosa lección. Las cosas no volverán a ser lo que eran, pero con nuevas precauciones y nuevos hábitos estaremos mejor preparados para la próxima superbacteria de turno”.

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