Vida Sana
| No se esperaba que Randy Kernus viviera. Hace nueve años, Kernus, que entonces tenía 51 años, se dirigía a trabajar cerca de su casa al norte de Virginia cuando una maraña de vasos sanguíneos anormales del cerebro comenzó a sangrar.
No recuerda nada de lo que sucedió ese día, ni el apuro de ir de un hospital a otro ni el diagnóstico que recibió: un derrame cerebral hemorrágico masivo que requirió una operación importante para extirpar el conjunto de vasos que había causado la hemorragia.
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“¿No sería maravilloso que la primera receta médica para el dolor fuera la música en vez de algún tipo de analgésico?”.
A pesar de las predicciones iniciales de los expertos, Kernus sobrevivió el episodio. Sin embargo, el derrame lo dejó parcialmente paralizado y casi sin poder hablar por la afasia de Broca, una lesión que comúnmente se vincula al derrame cerebral y afecta la capacidad de producir palabras, pero que, en general, no causa deterioro en la comprensión del lenguaje.
Después de varias semanas de terapias de rehabilitación de rutina, la parálisis desapareció. Sin embargo, Kernus tardó en recuperar el habla. Más de un año después del derrame cerebral, todavía no podía enunciar oraciones completas, lo que aterrorizó a su esposa, Laura Obradovic.
“Su neurólogo nos había dicho: ‘El estado que observemos de 18 a 24 meses después del derrame es probablemente el mejor estado que vamos a observar’”, recuerda Obradovic.
Obradovic se negó a resignarse a que las oraciones incompletas y el progreso estancado de su esposo fueran la nueva normalidad, por lo que lo inscribió en un grupo de apoyo para sobrevivientes de derrame cerebral y sus cuidadores. Tenía la esperanza de que otras personas del grupo que hubieran pasado por lo mismo tuvieran información sobre otro tipo de intervenciones.
Fue allí que conocieron a Tom Sweitzer.
Sobrevivientes que cantan
De pie ante un teclado al frente de una sala de conferencias de color beige en un campus universitario satélite en Loudoun, Virginia, Sweitzer, un musicoterapeuta, se dirigió a los cerca de doce adultos que estaban sentados frente a él. Algunos estaban con sus cuidadores y otros estaban solos. Todos tenían partituras.
“Comencemos por compartir alguna de nuestras tradiciones favoritas del Día de Acción de Gracias”, les dijo Sweitzer.
El grupo, un coro de sobrevivientes de derrame cerebral conocido como Different Strokes for Different Folks, acababa de terminar un calentamiento vocal más tradicional. Pero este próximo ejercicio no era para la voz, sino para el cerebro.
Uno por uno, los cantantes intercambiaron relatos sobre comidas y la familia. Cuando fue el turno de Kernus, le dijo al grupo: “El pastel de calabaza es uno de mis favoritos. Pero más que eso, obviamente, me encanta el fútbol”.
No había nada incompleto en esa oración.
“Realmente es admirable”, dice Obradovic sobre el progreso de su esposo desde que se unió al coro de sobrevivientes de derrame cerebral hace cinco años, a pesar de no tener experiencia ni incluso interés en el canto. “Randy ha progresado a pasos agigantados desde donde estaba” cuando los médicos predijeron que probablemente no mejoraría el habla.
El progreso que Kernus ha logrado desde que se unió al coro de sobrevivientes de derrame cerebral no es único. La musicoterapeuta Skylar Freeman, que trabaja con Sweitzer y el coro de sobrevivientes de derrame cerebral, observa progresos de este tipo con mucha frecuencia. Según Freeman, cuando se unió al grupo hace tres años era “muy difícil” entender lo que muchos integrantes intentaban comunicar. Las oraciones eran breves, con frecuencia incompletas, y había pausas de varios segundos entre las palabras.
“Y ahora enuncian oraciones completas con mucha rapidez y atención”, señala. “Algunas personas dicen que es algo mágico. Yo no creo que tenga que ver con la magia, sino con la música. Es así realmente”.
Olvidar la melodía, conservar las palabras
Hace tiempo que los investigadores y los terapeutas saben que las personas que no pueden hablar después de una lesión cerebral, incluso un derrame cerebral, en general pueden cantar. En la mayoría de las personas, la letra y la música se producen de manera similar, pero en lados opuestos del cerebro: el habla del lado izquierdo y la melodía del lado derecho, explica Kathleen Howland, musicoterapeuta, terapeuta del habla y profesora de musicoterapia en Berklee College of Music, en Boston.
“Y lo que es tan fascinante sobre la música y el cerebro es que cuando el habla se detiene, la música generalmente continúa”, señala Howland.
Sin embargo, el habla y la música también comparten una red. Y algunos estudios también descubrieron que el canto puede ayudar a reconstruir los circuitos del habla. Este es uno de los motivos por los que Sweitzer y un grupo de terapeutas de su organización sin fines de lucro, A Place to Be (en inglés), de Middleburg, Virginia, trabajan con sobrevivientes de derrame cerebral y les hacen cantar frases cotidianas, como lo que quieren comer y cómo se sienten en un momento dado. El objetivo es que algún día abandonen la melodía, pero conserven las palabras.
Brandon Hassan, un musicoterapeuta que trabaja con el coro, lo demuestra golpeándose suavemente la pierna y cantando lentamente: “Me siento triste”. Señala que con mucha frecuencia las personas que padecen afasia recurren a palabras o frases que les nacen con naturalidad, y “estoy bien” es una de las frases que siempre escucha.
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