Vida Sana
A fines de marzo, cuando Russell Frisby, quien vive en Maryland, fue dado de alta del hospital después de una estadía de cinco días por enfermarse de COVID-19, se sentía mejor, aunque no estaba curado al “100 por ciento”. Se había aliviado de la tos persistente que padeció durante semanas y también mejorado de las dificultades respiratorias por las que lo hospitalizaron inicialmente.
Sin embargo, cuando ya llevaba dos semanas en recuperación, “la situación cayó en picada” y Frisby volvió a tener síntomas serios. De buenas a primeras, a este abogado de 69 años le fue imposible hacer las tareas del hogar sin que le faltara el aire. Y pareció que se le empeoraba el asma, que siempre había sido leve y controlada.
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Frisby se hizo una prueba de detección del coronavirus para asegurarse de que no le había dado de nuevo, pero el resultado fue negativo. Entonces, se dio cuenta de que su batalla inicial contra esta enfermedad estaba lejos de terminar.
Para muchos pacientes de COVID-19, la recuperación no es inmediata
Frisby forma parte de un grupo creciente de personas que médicos e investigadores llaman “pacientes con síntomas persistentes”, pues padecen síntomas prolongados de COVID-19 mucho después de haberse librado de la infección. Además de la dificultad para respirar, estos pacientes cuentan que sienten una fatiga intensa, taquicardia (palpitaciones) y complicaciones cognitivas tales como pérdida de la memoria y dificultad para pensar, las cuales interfieren con las tareas diarias.
A algunos, estos síntomas les han durado varias semanas. En un informe publicado en julio por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), se descubrió que un 35% de los adultos que tuvieron casos leves de la COVID-19 todavía no se habían recuperado totalmente entre dos y tres semanas después de la prueba con resultado positivo. (Según los autores del informe, en comparación, más del 90% de quienes tuvieron gripe se recuperan dentro de dos semanas después de recibir un diagnóstico).
Otros pueden estar mal durante meses. En un estudio italiano publicado en la revista JAMA se descubrió que el 87% de los pacientes hospitalizados con COVID-19 todavía tenían por lo menos un síntoma dos meses después de la aparición de su enfermedad. Han pasado casi seis meses desde que a Frisby se le diagnosticó el coronavirus y todavía está recibiendo cuidados por problemas relacionados con esta enfermedad y las cicatrices que le causó en los pulmones. Su tratamiento actual incluye usar inhaladores a diario para “tratar con más intensidad el asma”, ponerse vacunas antialérgicas todas las semanas y descansar mucho.
Es difícil saber exactamente cuántas personas sienten efectos prolongados debido a la COVID-19. Sin embargo, el Dr. Sarath Raju, un instructor de Medicina en la Facultad de Medicina de Johns Hopkins University y especialista en Cuidado Pulmonar, quien ha atendido a Frisby durante los últimos meses, dice que la cifra es “mayor de lo que creíamos al principio”.
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