Vida Sana
Esta pandemia ha sido el evento más serio e importante de salud pública que he vivido, como ciudadano y como médico; y que nunca pensé vivir. Esta crisis ha cambiado mi perspectiva de lo frágil que somos los seres humanos frente a una enfermedad desconocida.
Nos tenemos que aferrar a la esperanza de que vamos a tener una vacuna. De las seis vacunas que están en proceso de estudio pienso que las seis van a funcionar, pero la duda que sigue latente es por cuánto tiempo nos van a proteger.
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Cuando decidí inscribirme como uno de los voluntarios de la vacuna que está desarrollando el laboratorio Moderna, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, lo hice porque, en primer lugar, soy un hombre de ciencia y segundo porque soy un comunicador.
Como médico y como conductor de programas de radio, televisión y prensa escrita, llevo décadas alentando a mis pacientes, oyentes, televidentes y lectores a que participen en estudios clínicos. He ayudado a reclutar a miles de personas para distintas investigaciones, especialmente a los hispanos porque, al igual que otras minorías, no estamos representados en estos estudios. Y ahora que se me dio la oportunidad, ¿cómo no hacerlo?
“Tenemos que fijar nuestras esperanzas y esfuerzos en la vacuna”.
El proceso de recibir la vacuna voluntariamente
Me inscribí como lo puede hacer cualquier ciudadano a través de la página de La Red de Prevención COVID-19. A las tres semanas me informaron que había sido preseleccionado y que de ser seleccionado lo sabría en una semana.
A la semana me confirmaron que estaba entre los elegidos, cuestión que me alegró muchísimo. Al día siguiente de esa llamada ya estaba en The George Washington University Hospital recibiendo la inyección en mi hombro izquierdo.
El estudio es aleatorio, lo que quiere decir que lo mismo pude haber recibido la vacuna o un placebo. Ni la persona que me la suministró ni yo sabemos que fue lo que me inyectaron. Solo los científicos a cargo del estudio tienen esa información, es confidencial.
Como voluntario tuve que leer y firmar un consentimiento que consta de veintiuna páginas en el que se explica todo sobre la vacuna, así como los posibles efectos secundarios. Se alerta sobre la posibilidad de alguna enfermedad rara, que si los doctores no pudieran resolver tendrían que llamar al lugar donde el voluntario recibió la inyección.
Durante los primeros siete días tuve que reportar la temperatura, si tuve dolor de cabeza, escalofríos, dolor muscular, de coyunturas y otros datos. Yo nunca experimenté ninguno de los posibles diecisiete síntomas de los efectos secundarios. Solo sentí un poco de dolor en el hombro y cansancio, el primer día, y eso lo atribuyo al trajín de irme a poner la vacuna.
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