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El primer bebé de probeta de Estados Unidos cumple 40 años

El día en que cambió la maternidad se desencadenó una revolución de la fertilidad.


spinner image A la izquierda, en 1982 Judith Carr sostiene a su bebé Elizabeth Carr. A la derecha madre e hija en el 2021.
BETTMANN ARCHIVE/GETTY IMAGES; SASHA ISRAEL

 

Tengo un collar de plata esterlina con una medalla en forma de corazón que tiene grabado el número “1”. Solo me lo pongo en ocasiones especiales o cuando hablo en conferencias sobre fertilidad. El collar fue un regalo de la niñez de dos médicos pioneros en la fertilidad y es un símbolo de que soy una suerte de experta, por accidente, en la tecnología reproductiva; aunque mi nacimiento no fue un accidente. Hace cuarenta años, este 28 de diciembre, me convertí en la primera bebé en EE.UU. que nació vía fecundación in vitro (FIV).

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El suceso, que ocurrió en un hospital en Norfolk, Virginia, convocó a una multitud en la sala de parto, incluso un equipo de filmación de documentales de PBS. Los guardias de seguridad bloquearon las puertas para evitar la entrada de cualquier posible intruso.

spinner image Mano sostiene el collar de plata entregado a Elizabeth Carr dado como regalo por sus madres, las doctoras en su proceso de fertilización in vitro
Un collar de plata con el número 1, dado a Elizabeth Carr cuando era una bebé, pionera en un proceso de fertilización in vitro.
Bettmann Archive/Getty Images; Sasha Israel

Afuera en la calle, gente protestaba contra la FIV, que era legal en Virginia, pero ilegal en el estado de residencia de mis papás, Massachusetts. Cerca de los manifestantes, los equipos reporteros de la televisión esperaban noticias, querían saber si yo había salido “normal”. Después de un parto exitoso, nos declararon perfectamente sanas a mi madre y a mí. El Dr. Howard Jones —quien, con su esposa, la Dra. Georgeanna Jones, había fundado la clínica de fertilidad donde fui concebida— le dijo a la prensa, “Creo que este es un día de esperanza”.

Para mis padres, mi nacimiento fue la realización de un sueño. Para Estados Unidos, significó nuevas posibilidades para las parejas infértiles —y un cambio radical en nuestra comprensión de cuándo y cómo era posible convertirse en madre—. En cierta forma, la FIV ayudó a redefinir las carreras y expectativas familiares de la  mujer en la generación de los boomers y más jóvenes, ya sea que hayan buscado o no tratamientos de fertilidad.

Cómo empezó 

La primera llamada bebé probeta en el mundo, Louise Brown, nació en 1978 en el Reino Unido, aunque muchas de las bases científicas para su nacimiento se habían sentado en EE.UU. En 1944, dos científicos en el Free Hospital for Women en Brookline, Massachusetts, fueron los primeros en fecundar exitosamente un óvulo humano con espermatozoide “in vitro” —es decir, en una placa de laboratorio de vidrio—, pero pronto finalizaron sus experimentos. En 1965, mientras mis futuros doctores Howard y Georgeanna Jones estaban ejerciendo en Johns Hopkins University en Baltimore, ellos fueron mentores de un investigador británico visitante mientras él repetía la hazaña.

Cronología de la fertilidad

Nuestro entendimiento de la reproducción humana es sorprendentemente reciente; y en constante expansión.​​

  • 1884 Primer embarazo humano exitoso mediante inseminación artificial
  • 1827 Descubrimiento de la existencia del óvulo femenino humano
  • 1934 Experimentos in vitro exitosos en conejos
  • 1944 Primera fecundación in vitro de óvulos humanos
  • 1949 El papa Pío XII condena la fecundación de óvulos afuera del cuerpo
  • 1953 Primer nacimiento vivo mediante espermatozoide congelado
  • 1978 La primera bebé FIV, Louise Brown, nace en el Reino Unido
  • 1981 Nacimiento de Elizabeth J. Carr, la primera bebé FIV nacida en EE.UU.
  • 1983 Un bebé nace mediante donación de óvulo en Australia
  • 1990 Evaluación de un embrión para detectar defectos genéticos antes de la implantación
  • 1992 Uso exitoso de inyección de un espermatozoide directamente en un óvulo
  • 2014 Nacimiento de un bebé en una madre con un útero trasplantado

En 1973, un médico de Columbia University tomó el siguiente paso lógico: él creó y después incubó el óvulo fecundado de una pareja, el cual planeaba implantar en el útero de la mujer cuatro días después. Si hubiera tenido éxito, hubiera sido el primer embarazo FIV en el mundo. Pero cuando un administrador del hospital se enteró del proyecto del doctor y temió controversia, destruyó el óvulo en incubación, y el médico renunció bajo presión. La investigación sobre la FIV se estancó en EE.UU., y ese visitante británico que había trabajado con los Jones en Baltimore —Robert Edwards— se convirtió en parte del equipo del Reino Unido que trajo a Louise Brown al mundo.

¿Por qué se atrasó la investigación estadounidense sobre la FIV? Presión pública y temor. Algunos críticos cuestionaron la ética de crear y destrozar embriones humanos. Otros se preocupaban por la salud de los niños que se crearan con la técnica, prediciendo que pudieran tener graves deformidades. Y algunos se oponían por motivos religiosos, alegando que, en las palabras del líder de Moral Majority, Jerry Falwell Sr., los investigadores estaban “profundizando en un área que es demasiado sagrada para que los seres humanos se involucren”. Después del fallido intento de FIV en Columbia University en 1973, el Gobierno federal instituyó congelar los fondos para la investigación de la FIV.

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Pero después de que el nacimiento de Brown en el Reino Unido demostrara lo normal que puede ser un bebé probeta, la resistencia en EE.UU. empezó a disminuir. En 1980, los Jones, que habían llegado a la edad de jubilación obligatoria de 65 años de Johns Hopkins, abrieron la primera clínica de FIV en el país, en Norfolk. Como el Dr. Howard le dijo una vez a The Washington Post: “Pensamos que era una alternativa a desaparecer”. Dentro del plazo de un año, mi madre se había convertido en una de las primeras pacientes.

La historia de mi familia

Mis padres, Judith y Roger Carr, vinieron de familias muy unidas. Como recién casados, empezaron a tratar de tener un bebé en cuanto mi mamá se graduó de la universidad con su título de enseñanza. Pero Judith, ahora de 68 años, tuvo tres embarazos ectópicos —los óvulos fecundados crecieron fuera de su útero— lo que llevó a tres abortos espontáneos y daños a sus trompas de Falopio que la dejaron sin poder concebir naturalmente. Mis devastados padres primero se enteraron de la FIV a través del médico de atención primaria de mi madre. “El médico dijo que no comprendía mucho sobre el tema”, recuerda mi madre. “Aunque no tenía idea lo complejo que sería el proceso, Roger y yo estábamos dispuestos a explorar la posibilidad”.

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Como una de las primeras 50 parejas admitidas en la nueva clínica de los Jones en la Facultad de Medicina Eastern Virginia, mis padres viajaban en avión para los tratamientos de hormonas, la extracción y fecundación del óvulo que se convertiría en mí, y chequeos prenatales. El costo en ese momento, sin cobertura del seguro, no era insignificante para una pareja joven: hasta $4,850 en cuotas de laboratorio y honorarios de médico por cada intento. Pero a los 28 años (mamá) y 30 años (papá), mis padres hicieron historia como los padres del primer bebé por FIV en Estados Unidos.

A una corta edad, me di cuenta de que mi nacimiento fue trascendental. Yo era la única niña en mi clase que había estado en la portada de la revista Life y que había sido el objeto de un documental Nova. Los Jones me ayudaron a memorizar una explicación de dos frases acerca de mi origen para cualquier persona que preguntara: “el espermatozoide y el óvulo se combinaron y se fecundaron en una placa de Petri. Una vez que el óvulo se fecundó, me regresaron al vientre, y nueve meses después nací yo, igual que todos los bebés”. Recuerdo que la Dra. Georgeanna me dijo una vez, “Tus padres querían tenerte tanto, que solo necesitaban un poco de ayuda de la ciencia”.

Una sociedad cambiante

spinner image Elizabeth Carr cuando era bebé en la portada de Life Magazine
Elizabeth Carr en la carátula de LIFE magazine
Bettmann Archive/Getty Images; Sasha Israel

Desde mi nacimiento, la FIV se ha convertido en uno de los tipos más conocidos y, por lo general, aceptados en lo que respecta a la tecnología reproductiva asistida. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, aproximadamente el 2% de los bebés que nacen en EE.UU. son producto de FIV o de una terapia relacionada. Aunque todavía es costoso, entre $12,000 y $17,000 por intento, la FIV ahora goza de cobertura de al menos algunas compañías de seguro de salud, entre ellas las que operan en los 19 estados con leyes vigentes de seguro para la fertilidad. 

Lo que originalmente se veía como una opción solo para las parejas jóvenes heterosexuales, la FIV ahora ofrece paternidad biológica a las parejas del mismo sexo, mujeres solteras con problemas de fertilidad y mujeres mayores cuya fertilidad ha disminuido. La innovadora tecnología también ha dado lugar a otros tratamientos —como el uso de óvulos de donantes, congelamiento de embriones y óvulos, y vientre de alquiler— para personas que tienen la esperanza de traer un bebé al mundo.

A una corta edad, me di cuenta de que mi nacimiento fue trascendental. Yo era la única niña en mi clase que había estado en la portada de la revista Life y que había sido el objeto de un documental Nova.

— Elizabeth Carr

Pero el impacto más generalizado de la FIV pudieron haberlo sentido las personas en EE.UU. que nunca lo han usado. Aunque la tecnología no ha apagado el reloj biológico de la mujer, su existencia ha calmado el tictac, especialmente para las mujeres de entre 20 y 40 años que quieren continuar su educación y desarrollar sus carreras antes de empezar una familia. La píldora anticonceptiva, aprobada en 1960 por la Administración de Alimentos y Medicamentos, hizo que fuera práctico para una mujer postergar la maternidad; la FIV hizo que fuera posible para ella tener la esperanza de empezar una familia biológica a sus 40 y tantos años, incluso a veces a sus más de 50 años, cuando las posibilidades de concepción natural disminuyen. Durante los últimos 50 años en EE.UU., la edad promedio de las madres primerizas se ha elevado de 22 a 28 años, y las mujeres ahora tienen ocho veces más probabilidades de postergar tener su primer bebé hasta los 35 años.

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Como consecuencia, “los estereotipos sobre las mujeres y la edad se están desmantelando”, escribieron los autores de un estudio en el 2008 de University of California, San Francisco, acerca de este aumento en la maternidad a mayor edad. Incluso si relativamente pocas mujeres se convierten en madres mediante FIV y tecnologías relacionadas, los autores predijeron, la disponibilidad de estas tecnologías “probablemente afectará los roles de las mujeres más adelante en la vida, lo que extenderá el período de la mediana edad y aplazará lo que la gente piensa que es la vejez a los 80 años y más allá".

Esto no quiere decir que la FIV es infalible. En mi trabajo secundario como oradora en conferencias de fertilidad por todo el mundo, escucho desgarradoras historias de mujeres que han batallado por concebir. Me viene a la mente una historia en particular. Una mujer que tenía entre 50 y 60 años se embarazó después de gastar $30,000 en tratamientos de fertilidad. “Mi cuerpo está cansado”, me dijo. “Y mi chequera también”. Para muchas mujeres los tratamientos de fertilidad no funcionarán, y para otras estos son demasiado costosos para intentarlos. Según un estudio del 2012, la tasa de mujeres que no tiene hijos involuntariamente se ha duplicado desde los años 70 en varios países occidentales; los autores culpan esto en la tendencia a postergar la maternidad, y una falta de acceso a la FIV y otros tratamientos de fertilidad.

En Israel, donde la FIV se provee gratis como parte del sistema nacional de atención médica, la profesora Corinne Low de Wharton School ha podido estudiar el impacto de la tecnología en las carreras y vidas familiares de las mujeres. Las mujeres han enfrentado dos presiones conflictivas a medida que la FIV y otros tratamientos han hecho que sea posible postergar la maternidad. Por una parte, la promesa de la FIV ha alentado a algunas mujeres a posponer el embarazo mientras van tras sus metas educativas y profesionales. 

Por otra parte, cuando estas mujeres finalmente tienen hijos —ya sea de forma natural o a través de costosos tratamientos de fertilidad— los datos revelan que pasan una tremenda cantidad de tiempo criando a esos niños e invirtiendo en ellos. “Se convierte en un tipo de trampa”, explica Low. Entre más éxito educativo y profesional tiene una mujer, corre mayor riesgo de pérdida financiera al tomarse tiempo libre del trabajo. Pero al mismo tiempo, “su tiempo en casa es más valioso y más irremplazable. Creo que para que las cosas realmente cambien, tenemos que reconocer el valor económico de la creación de la próxima generación”.

Hacia dónde vamos 

spinner image Judith Carr ve a su hija Elizabeth Carr, la primera bebé fertilizada en un proceso in vitro en los Estados Unidos
Judith Carr recibe a su recién nacida Elizabeth de las manos de uno de los médicos que hizo el proceso de fertilización in vitro.
BETTMANN ARCHIVE/GETTY IMAGES; SASHA ISRAEL

Las tecnologías de fertilidad continúan desarrollándose. Algunas de las más recientes incluyen trasplantes de ovario y útero, detección de enfermedades hereditarias antes de la implantación y la inyección de un espermatozoide directamente en un óvulo si el espermatozoide del hombre no puede penetrar un óvulo naturalmente. La versión de FIV que me trajo a este mundo parece primitiva comparada con los estándares de hoy en día.

Pero lo que he aprendido en esos años de hablar con quienes se someten a tratamientos de fertilidad es que las esperanzas y los sueños de la gente —para su propia educación y profesión, así como para la educación y profesión de sus familias— son resilientes e inspiradores.

Aunque mi collar “1” de plata tiene un significado personal para mí y mis padres, también se ha convertido para mí en un símbolo de toda la gente que he conocido debido a mi nacimiento, incluso a quienes están batallando por crear una familia y quienes han tenido éxito; ya sea a la antigua, mediante tratamientos de fertilidad o mediante adopción. Como madre que soy, sé que no importa cuánto cambie nuestra sociedad o tecnología, algunas cosas acerca de convertirse en padres siempre serán las mismas. “Cuando finalmente te tuvimos, sentimos tanto alivio de que el proceso había terminado”, mi madre me dijo hace poco. “Y alegría. Mucha alegría”.

 

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