Vida Sana
La vitamina K se descubrió en 1930, cuando se buscaba la causa del sangrado excesivo en pollos que eran alimentados con una dieta baja en grasa. Desde entonces, se conoce su importancia en el proceso de coagulación de la sangre, hecho que la ha encajonado por más de 80 años. Sin embargo, investigaciones recientes atribuyen a la vitamina K muchas otras propiedades.
Hay tres tipos de vitamina K:
- K1 o filoquinona: es la de mayor consumo; la encontramos en ciertos vegetales como col, col rizada, espinacas, brócoli, coliflor, col de Bruselas, lechuga, pimientos, apio y zanahorias.
- K2 o menaquinona: es de origen bacteriano por lo que la microbiota de nuestros intestinos es capaz de producirla. Asimismo, se encuentra en productos de soya y lácteos fermentados, carnes y huevos.
- K3 o menadiona: no está disponible en la naturaleza, pero es una forma sintética que funciona como precursor de la filoquinona, por lo que se le considera una provitamina.
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Evita el sangrado excesivo
El efecto de la vitamina K en diversas funciones del organismo tiene que ver con las proteínas que dependen de ella. En el caso de la coagulación de la sangre, 7 proteínas —que son los llamados factores de la coagulación— requieren de la vitamina K para evitar sangrado excesivo cuando nos herimos. De ahí que la deficiencia de vitamina K nos haga propensos a sufrir de sangrados.
Imprescindible para los huesos
A nivel óseo también hay proteínas dependientes de la vitamina K, la más conocida es la llamada osteocalcina que favorece la formación de hueso y ayuda a prevenir la osteoporosis. Por eso, es importante contar con una ingesta suficiente, no solo de vitamina D, sino también de vitamina K para preservar la salud de nuestros huesos; especialmente las mujeres después de la menopausia y los adultos mayores. De hecho, cada vez hay más evidencia de los beneficios de la vitamina K en comparación con los estrógenos y los bifosfonatos en el tratamiento para combatir la osteoporosis.
Aliada de la fertilidad masculina
El efecto de la vitamina K a través del hueso va mucho más allá. Se sabe que el esqueleto no solamente proporciona sostén a nuestro cuerpo, sino que también ejerce una función hormonal, justamente gracias a la osteocalcina. Esta hormona aumenta la secreción de insulina, responsable de que el azúcar ingrese a la sangre, y cuya disminución nos predispone a la diabetes. Además, la osteocalcina juega un papel preponderante en el gasto de energía y en la fertilidad masculina. De ahí que contar con niveles adecuados de vitamina K contribuya a mantenernos delgados, prevenir la diabetes y en el caso de los hombres a preservar la fertilidad.
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