Vida Sana
Cuando Bill Clinton me invitó a almorzar en mayo, yo sabía que seguramente no iba a comer bagre frito ni costillas asadas. El expresidente es actualmente un devoto vegano, es decir que no consume carne, pescado ni productos lácteos y ha mantenido una forma de vida más saludable por más de tres años. A pesar de haber imaginado que el menú de nuestro almuerzo podría ser insulso, ese sería un precio más que razonable por un tiempo a solas con un líder mundial que de insulso no tiene nada.
De hecho, el Clinton en buena forma física, pulcro y bien vestido, que tuve la oportunidad de conocer muy bien durante más de dos décadas en las que cubrí su carrera, es una persona sociable y carismática. ¿Un menú insulso? Nada más alejado de la realidad.
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A medida que entramos a una habitación privada con vista al concurrido Rockefeller Center en Manhattan, quedo sorprendido por un abanico deslumbrante de una docena de platos deliciosos que incluían: coliflor al horno con tomates cherry, quínoa con especias y hierbas con cebollines, remolachas ralladas con vinagreta, humus con ajo con bastones de vegetales crudos, ensalada de judías verdes al estilo asiático, una variedad de frutos secos tostados, platos con rodajas de melón y fresas y deliciosos frijoles mezclados con cebollas en aceite de oliva extravirgen.
El banquete del almuerzo le da un nuevo significado al temido cliché "Come tus verduras". Y esto es exactamente lo que Clinton quiere, ya que está tomando la epidemia de obesidad en Estados Unidos con el mismo compromiso entusiasta que llevó a la presidencia.
Mientras miro embobado, él sonríe. "Esto luce muy bien, ¿no?" pregunta Clinton. Se ve muy bien. Nos sentamos y con mucho placer empezamos a pasarnos los platos. Su preferido fue la quínoa; a mí me encantó el coliflor al horno y las judías verdes; y a los dos nos gustaron los frijoles.
El camino hacia una dieta más saludable
A los 66 años, Bill Clinton todavía viaja y trabaja a un ritmo que agota a los empleados que son dos o tres décadas más jóvenes. No obstante, a pesar de lidiar con una enfermedad cardíaca y con las quejas típicas del envejecimiento, ha logrado cambiar su dieta drásticamente, perder más de 30 libras y mantener el peso. Si él puede hacer todo eso, quizá haya esperanzas para el resto de nosotros baby boomers —y para los estadounidenses de todas las edades— cuyos hábitos de alimentación y de ejercicio físico (y gastos médicos) preocupan seriamente.
Noté por primera vez un cambio en los hábitos de alimentación de Clinton cuando estuvimos en Ciudad del Cabo, Sudáfrica en julio del 2010. (He cubierto su extraordinaria carrera pospresidencial desde el 2005, entrevistándolo con frecuencia y viajando con él por África, Europa y Medio Oriente, como así también por Estados Unidos). Todos nos estamos preparando para empezar a comer una cena tentadora que un restaurante muy refinado del hotel envió a la habitación del expresidente. Sentado junto a él, observé su plato y no vi ningún filete, camarón, pescado ni pollo en el bufé; solo un poco de fideos lo mein con vegetales y una pila de brócoli.
"¿Eso es todo lo que va a comer?", le pregunté impulsivamente.
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