Vida Sana
Una osa parda rema desde la orilla del estuario del río Nekite hasta una pequeña isla, huele el aire primaveral y regresa nadando. Se sacude el agua de la espalda, recorre una cornisa de granito y vuelve a respirar profundo. Durante 30 minutos, los demás turistas de mi grupo y yo observamos este ritual desde nuestro bote de aluminio a unos 100 pies de distancia.
"Está buscando a alguien", observa nuestro guía, Tom Rivest. "Y no se detendrá hasta que lo encuentre". Rivest es el cofundador y guía principal de Great Bear Lodge (en inglés), el centro de naturaleza flotante que organizó esta expedición (el albergue ofrece excursiones para avistar osos pardos desde principios de mayo hasta octubre).
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Justo en ese momento, la osa levanta su hocico en el aire, luego comienza una carrera a lo largo de la costa hacia donde, descubrimos pronto, un oso pardo macho de 450 libras está comiendo brotes frescos sin prestarle atención. Pelea con ella durante cinco minutos y comienza el apareamiento. En la siguiente media hora, aparean dos veces más.
Esta cabaña en la región de la Isla de Vancouver de la Columbia Británica busca ayudar a los visitantes a observar a los osos pardos en su hábitat nativo con mínima intrusión. Para lograrlo, no reserva más de 16 huéspedes por tres noches seguidas. Los visitantes de 15 años o más (a menudo mucho mayores) llegan de los rincones más lejanos del mundo para esta experiencia única. Los transportan en hidroaviones desde Port Hardy hasta Smith Inlet en el territorio de la Primera Nación Gwa’sala-’Nakwaxda’xw. (Estoy de visita en primavera; en otoño, los visitantes toman un autobús río arriba por caminos históricos de tala para ver a los osos pardos alimentarse de los salmones que van a desovar).
Marg Leehane, gerente del lugar, ha creado un ambiente a la par de cualquier otro alojamiento de lujo en la Columbia Británica. Las comidas —salmón en tabla de cedro o costillar de cordero— tienen una presentación magnífica. Hay macetas en el balcón corrido que rebosan de lupinos, fucsias y margaritas, complementadas por lo que parecen ser decenas de colibríes rojizos que se apiñan en los comederos.
Por mucho que me guste charlar con otros huéspedes alrededor de la hoguera, estoy aquí para acechar a los osos. Así que estoy encantado de que nos embarquemos en dos salidas de tres horas al día, además de una tercera excursión diaria por tierra. El albergue cuenta con trajes aislantes, por lo que permanecer abrigado en el frío del norte no es ninguna preocupación. Descubro que pasar muchas horas al día en un barco requiere de un poco de resistencia, aunque los huéspedes no sienten la presión de tener que hacer todas las excursiones.
"Con o sin osos, es un lugar hermoso", expresa una huésped que también está explorando el Bosque del Gran Oso por primera vez.
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