Vida Sana
En Canadá, nadie lo piensa dos veces para salir a temperaturas bajo cero. Ese espíritu estoico es en gran parte la razón por la cual la provincia de Quebec sigue siendo mi destino favorito para una aventura de invierno. Los comerciantes franceses de pieles, después de todo, fueron los primeros deportistas de extremo europeos en América del Norte. Durante esta visita de cuatro días a las montañas Laurentinas, a unos 90 minutos al norte de Montreal, pienso ir a patinar sobre hielo, montar en bicicleta de llantas gordas, caminar con raquetas de nieve y esquiar a campo traviesa... y luego disfrutar de una merienda al lado de una chimenea crepitante después de esquiar.
Los esquiadores de pista conocen la región gracias a Mont-Tremblant, uno de los principales centros de alpinismo de América del Norte. Menos conocido es el Parc national du Mont-Tremblant, un paraíso invernal de 583 millas cuadradas atravesado por seis ríos principales y con más de 400 lagos. Es ideal para el esquí a campo traviesa. Como esquiador novato, me encantan sus senderos bien marcados y arreglados, que están clasificados por dificultad.
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Por supuesto, el enfoque quebequense para la recreación en invierno (¡y de por vida!) tiene más que ver con la increíble experiencia que con el simple esfuerzo energético, por lo que, al esquiar, aprovecho cada estación de calentamiento a lo largo del sendero Le Poète de 3.5 millas que inicia en La Diable Discovery Centre.
Lo siguiente en la agenda es montar bicicleta de llantas gordas, una tendencia reciente en el ciclismo que consiste en bicicletas con ruedas voluminosas que permiten pedalear sobre la nieve. Suena fácil, pero cuando uno empieza, no todo es perfecto. Al atravesar un bosque de abedules, me parece que montar con ruedas gordas requiere más equilibrio y mucha más fe que un paseo en bicicleta normal, especialmente en las bajadas. Aun así, deslizarse a través de los centinelas de abedules papiríferos que sombrean el río Diable es increíblemente divertido. Con amigos, pedaleo durante aproximadamente dos horas antes de devolver mi corcel de dos ruedas al cobertizo y calentarme junto a una fogata al aire libre con una bebida Hot Toddy.
Me pregunto qué pensaría un comerciante de pieles del siglo XVII que usaba raquetas de nieve como medio de transporte (y supervivencia) del nuevo deporte popular de caminar con raquetas de nieve, que permite a cualquiera que pueda caminar salir a disfrutar la belleza invernal. Supongo que, aunque no sé cómo decirlo en francés, sería: "¿por qué tardaron tanto?" Parc national du Mont-Tremblant ofrece dos magníficas secciones de senderos bien mantenidos para caminar con raquetas de nieve que suman un total de 35 millas.
Como jugador de hockey de toda la vida que se siente mucho más cómodo con dos patines que con sus propios pies, y como alguien que elige cada vez más el bosque en vez de las calles de la ciudad, no pude contener la emoción cuando escuché por primera vez sobre las pistas de patinaje de la zona: senderos serpenteantes de hielo nivelado. Me alisto y me dirijo patinando hacia el bosque en el parque regional Bois de Belle-Rivière, un parque provincial cerca de Mont-Tremblant, y tengo que reprimir mi deseo de gritar de la emoción. El Bois de Belle-Rivière se pone aún mejor por la noche cuando prenden antorchas por el camino para los patinadores nocturnos.
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