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Un viaje de primeras experiencias: cómo 3 amigas crearon recuerdos en Noruega

Amigas de toda la vida cruzan el charco para hacer un viaje en crucero, explorar los fiordos y vivir nuevas aventuras.

spinner image Stephanie (izquierda), Melissa y Susan se detienen para tomarse una foto antes de cenar en el crucero “Rotterdam” en Noruega.
La escritora Susan Barnes y sus dos mejores amigas viajaron a Noruega en un crucero. Aquí posan para una foto frente a su barco, el “Rotterdam”.
Collage de fotos: AARP (Fuente: Shutterstock; Susan Barnes)

“¿Cómo es posible que esto sea real?”. Esa fue la pregunta que mis amigas, Stephanie y Melissa, y yo nos hicimos una y otra vez mientras navegábamos por los fiordos noruegos a bordo del crucero Rotterdam de Holland America la primavera pasada. Sentadas en nuestro balcón tomando champán, quedamos fascinadas por la imponente y escarpada costa que teníamos enfrente, sin mencionar el silencio, interrumpido únicamente por las ocasionales cascadas que se vertían en las profundas aguas turquesas, y los sonidos de admiración de nuestros compañeros de viaje ante el hermoso paisaje que contemplaban desde sus balcones.

El viaje estuvo lleno de primeras veces. No solo fue la primera vez que mis amigas visitaban Noruega, sino también la primera vez que Stephanie viajaba a Europa y el primer crucero de Melissa. Al ser una ávida viajera internacional de 52 años y asidua a los cruceros desde hace mucho tiempo, me emocionó compartir estas primeras experiencias con ellas, mirándolo todo a través de sus ojos y nuevas perspectivas. El crucero también fue la primera vez que pasábamos una semana entera juntas.

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Nuestra amistad se remonta a más de 20 años, cuando yo acababa de mudarme a Tampa, Florida, y conocí a Stephanie, de 49 años, en una clase de pilates en nuestra YMCA local. Ella llevaba una camiseta con las mismas letras griegas de la sororidad a la que yo pertenecía en la universidad. Nos llevamos bien de inmediato y Stephanie pronto me presentó a Melissa, de 49 años, otra compañera de la sororidad que había conocido el año anterior.

Atravesamos juntas el comienzo de la edad adulta, matrimonios y cambios de carrera. Stephanie y Melissa tienen hijos; yo no. Durante todo ello, encontramos tiempo para vernos, reuniéndonos para desayunos, almuerzos, cenas y tragos. Finalmente, empezamos a planear fines de semana en la playa, un retiro bienvenido de nuestras vidas cada vez más ajetreadas.

A medida que los hijos de Stephanie y Melissa han crecido, por no hablar de nuestras carreras, nuestros horarios de trabajo se han vuelto cada vez más exigentes. Por ello, cuando invité a Stephanie y Melissa a acompañarme en un crucero, fue aún más especial que ambas dijeran que sí con entusiasmo.

Después de elegir Europa como nuestro destino, buscar itinerarios y consultar nuestros calendarios laborales y familiares, decidimos qué viaje funcionaría bien para todas: Noruega.

spinner image Stephanie (izquierda), Melissa y Susan se detienen para tomarse una foto antes de cenar en el crucero “Rotterdam” en Noruega.
Stephanie (izquierda), Melissa y Susan se detienen para tomarse una foto antes de cenar en el crucero “Rotterdam” en Noruega.
Cortesía de Susan Barnes

Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam (AMS), dejamos nuestras maletas en el hotel y salimos a explorar como habíamos planificado de antemano, parándonos en tiendas interesantes en el camino. Yo había estado antes en Ámsterdam, pero experimentar la ciudad con Melissa y Stephanie fue como descubrirla por primera vez.

Unos meses antes de nuestro viaje, Melissa reservó entradas para la Casa de Anne Frank, y Stephanie encontró el crucero perfecto por los canales con degustación de vino y queso. Nos sentimos algo decepcionadas cuando llegamos a la ciudad y encontramos un día gris y lluvioso, pero nos pusimos nuestros impermeables y no dejamos que el mal tiempo nos detuviera. Me encantó ver iluminarse las caras de mis amigas al contemplar los coloridos tulipanes en flor delante de las tiendas y en macetas por toda la ciudad, y al ver pasar velozmente a la gente en sus bicicletas, asegurándonos de mirar dos veces en ambas direcciones antes de cruzar las calles.

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Después de una visita previsiblemente sombría a la Casa de Anne Frank, intenté animar a Stephanie y Melissa con papas fritas de un vendedor carismático que descubrí durante una visita anterior. Con sus gafas de gran tamaño y su alegre personalidad, no nos decepcionó al entregarnos conos llenos de papas fritas cubiertas de mayonesa (kétchup para mis amigas).

Al día siguiente tomamos el tren a Rotterdam para embarcarnos... en el Rotterdam. Nos sorprendió encontrar que nuestro camarote con balcón era lo suficientemente espacioso para que las tres nos sintiéramos como en casa. Después de instalarnos, llegó el momento de explorar el barco. Al recorrer los pasillos y espacios públicos, Melissa se maravilló de todo lo que encontramos, desde las tiendas hasta las piscinas, los restaurantes y los bares. Llevábamos poco tiempo a bordo cuando decidió que tal vez después de todo podría llevar a su familia, incluidas sus hijas gemelas adolescentes, en un crucero.

Al llegar a nuestro primer puerto de escala, Stephanie y Melissa comentaron lo pequeño que era Eidfjord, preguntando en broma cómo los residentes “reciben sus paquetes de Amazon”. Los siguientes puertos de escala eran cada vez más pequeños, hasta que llegamos a Bergen.

Con la esperanza de disfrutar de una experiencia de balneario nórdico durante el crucero, encontré un espá de día en Geiranger donde podríamos sumergirnos en agua fría, relajarnos en piscinas de hidroterapia y dejar desvanecer cualquier preocupación restante con un masaje. Lamentablemente, el día antes de nuestra llegada, el balneario y la mayor parte de Geiranger sufrieron un apagón, lo que arruinó nuestros planes de hidroterapia para el día. Sin desanimarnos, nos sentamos en la quietud de la sala de relajación, dejándonos envolver por la paz de las montañas que nos rodeaban, antes y después de nuestros masajes.

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Los navegantes pueden realizar numerosas excursiones diferentes para explorar el singular paisaje de Noruega. Aquí están Susan (izquierda), Stephanie y Melissa, con el “Rotterdam” al fondo.
Cortesía de Susan Barnes

Fue agradable sentarnos juntas y simplemente disfrutar de la tranquilidad, sin apresurarnos de una actividad a otra, y sin interrupciones de llamadas telefónicas y  mensajes de texto. Después, al recorrer el pequeño pueblo de regreso al barco, fascinadas por el tranquilo e impresionante paisaje y la falta de prisas, ambas proclamaron, “Podría vivir aquí”. Me conmovió que se estuvieran enamorando de Noruega, y de Europa, tal como me sucedió a mí.

A bordo del crucero, Stephanie, Melissa y yo nos reímos, lloramos, dormimos siestas y nos relajamos. Tuvimos tiempo de sobra para hablar y ponernos al día sobre nuestras vidas. También aprovechamos al máximo nuestro tiempo en los puertos de escala. En Eidfjord nos apuntamos a una excursión en tierra y escuchamos el estruendo de la cascada Vøringsfossen de 600 pies de altura. Luego paramos en un albergue de montaña rodeado de nieve para disfrutar de un wafle tradicional noruego servido con mermelada local y crema agria. Paseamos por la ciudad de Molde y nos maravillamos con la arquitectura vikinga y las típicas granjas, disfrutando al ver como los niños de la escuela observaban a nuestro grupo de turistas. Nuestra primera parada en Bergen fue en la pastelería Baker Brun para probar un skillingsbolle, una versión noruega de un rollo de canela que mi esposo y yo descubrimos durante un viaje hace unos años; el skillingsbolle ha sido el pastel favorito de la ciudad durante más de 500 años. Después, visitamos las boutiques y paseamos por Bryggen, un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que ha sido parte de Bergen desde el siglo XII.

A medida que se aproximaba al final del crucero, Stephanie dijo que le gustaría regresar a Ámsterdam, y Melissa mencionó de nuevo la posibilidad de un crucero para sus próximas vacaciones familiares.

Y nos preguntamos, ¿a dónde viajaremos la próxima vez?

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