Vida Sana
“¿Cómo es posible que esto sea real?”. Esa fue la pregunta que mis amigas, Stephanie y Melissa, y yo nos hicimos una y otra vez mientras navegábamos por los fiordos noruegos a bordo del crucero Rotterdam de Holland America la primavera pasada. Sentadas en nuestro balcón tomando champán, quedamos fascinadas por la imponente y escarpada costa que teníamos enfrente, sin mencionar el silencio, interrumpido únicamente por las ocasionales cascadas que se vertían en las profundas aguas turquesas, y los sonidos de admiración de nuestros compañeros de viaje ante el hermoso paisaje que contemplaban desde sus balcones.
El viaje estuvo lleno de primeras veces. No solo fue la primera vez que mis amigas visitaban Noruega, sino también la primera vez que Stephanie viajaba a Europa y el primer crucero de Melissa. Al ser una ávida viajera internacional de 52 años y asidua a los cruceros desde hace mucho tiempo, me emocionó compartir estas primeras experiencias con ellas, mirándolo todo a través de sus ojos y nuevas perspectivas. El crucero también fue la primera vez que pasábamos una semana entera juntas.
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Nuestra amistad se remonta a más de 20 años, cuando yo acababa de mudarme a Tampa, Florida, y conocí a Stephanie, de 49 años, en una clase de pilates en nuestra YMCA local. Ella llevaba una camiseta con las mismas letras griegas de la sororidad a la que yo pertenecía en la universidad. Nos llevamos bien de inmediato y Stephanie pronto me presentó a Melissa, de 49 años, otra compañera de la sororidad que había conocido el año anterior.
Atravesamos juntas el comienzo de la edad adulta, matrimonios y cambios de carrera. Stephanie y Melissa tienen hijos; yo no. Durante todo ello, encontramos tiempo para vernos, reuniéndonos para desayunos, almuerzos, cenas y tragos. Finalmente, empezamos a planear fines de semana en la playa, un retiro bienvenido de nuestras vidas cada vez más ajetreadas.
A medida que los hijos de Stephanie y Melissa han crecido, por no hablar de nuestras carreras, nuestros horarios de trabajo se han vuelto cada vez más exigentes. Por ello, cuando invité a Stephanie y Melissa a acompañarme en un crucero, fue aún más especial que ambas dijeran que sí con entusiasmo.
Después de elegir Europa como nuestro destino, buscar itinerarios y consultar nuestros calendarios laborales y familiares, decidimos qué viaje funcionaría bien para todas: Noruega.