Vida Sana
París, uno de los destinos turísticos más populares del mundo, está más animado que nunca mientras se prepara para acoger los Juegos Olímpicos este verano. Quienes deseen un breve descanso del frenesí urbano pueden seguir los pasos de Napoleón Bonaparte —el protagonista de la reciente película de Ridley Scott Napoleon—, que buscó relajación en un trío de castillos boscosos cercanos, los cuales son hoy museos nacionales.
Napoleón, que pasó de general a primer cónsul en 1799 y se proclamó emperador de Francia en 1804, se relajó en los castillos de Malmaison, Compiègne y Fontainebleau, donde se desarrollaron algunos de sus momentos históricos. Estos destinos, todavía repletos de sus muebles, retratos y posesiones, ofrecen a los visitantes del siglo XXI un vistazo al pasado mundo de Napoleón en el siglo XIX.
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Para crear el ambiente, destacamos la importancia de los castillos para Napoleón.
Castillo de Malmaison, Rueil-Malmaison, Francia
Durante sus primeros años en el poder, Napoleón pasó la mayoría de los fines de semana en esta hermosa finca a 10 millas del centro de París paseando entre una naturaleza de lo más curiosa. Gacelas, canguros, avestruces, ñus, monos y llamas —todos ellos parte de la vasta colección de animales salvajes de su esposa Josefina— deambulaban por los arbolados terrenos que albergaban invernaderos donde crecían flores tropicales, naranjas y piñas, dice Aurélie Caron, bibliotecaria del castillo.
"En ninguna parte, excepto en el campo de batalla, vi a Bonaparte más feliz que en los jardines de Malmaison", escribió su secretario privado, Louis-Antoine Fauvelet de Bourrienne, en sus memorias. Sin embargo, Napoleón no visitó el castillo tan a menudo después de diciembre de 1809, cuando anuló su matrimonio sin hijos con Josefina, a quien le dio la finca.
Poco después de la abdicación de Napoleón en 1814, el zar Alejandro I, su némesis, paseó por los jardines con Josefina, quien enfermó durante ese recorrido y murió días después.
Tras escapar de su exilio en Elba en febrero de 1815, Napoleón volvió a gobernar Francia durante casi cien días más y abdicó el 22 de junio después de su derrota en Waterloo. Entonces regresó a Malmaison para despedirse de su madre, pero tardó en marcharse del hogar que tanta alegría le había dado. "Tardó en irse porque conservaba la esperanza de que las cosas salieran de otra manera", dice Caron.