Vida Sana
Las estadísticas no son buenas: un estudio de AARP revela que a los adultos mayores de 60 años les roban $28,300 millones cada año en estafas. Sorprendentemente, casi tres cuartas partes de esa cantidad robada —$20,300 millones— es a manos de un amigo, familiar o cuidador. ¿Cómo funciona ese acto egoísta? ¿Qué puedes hacer para protegerte a ti mismo y a quienes te rodean? ¿Y qué debes hacer si sospechas que ha ocurrido un fraude? Tres mujeres compartieron sus historias, lecciones y conocimientos.
La experiencia de Janet Rae-Dupree es una dolorosa lección de prevención. Los problemas de su padre de 87 años comenzaron —sin nadie saberlo— cuando Rae-Dupree y sus hermanas contrataron a la amiga de un amigo para que ayudara a su padre durante unas horas semanalmente. La mujer rápidamente se adentró en su vida: “Con el tiempo, se convirtió en el apoyo sólido de papá. Él sentía que no podía hacer nada sin ella”. Ella comenzó a manejar sus cuentas y girar cheques para que él los firmara.
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Sin familiares cerca, las acciones de la cuidadora no se controlaron. “Usaba la tarjeta de débito de papá para retirar grandes cantidades de dinero cada semana, pagar por la remodelación de su madre, los suministros para sus mascotas, su propia ropa y, en última instancia, lo convenció para que le ‘prestara’ dinero para comprar una camioneta para que ella pudiera seguir acompañándolo”.
Cuando Rae-Dupree finalmente descubrió las acciones de la cuidadora, su padre se negó a acudir a la policía. Ya que era un destacado abogado de sucesiones, estaba avergonzado de haber sido engañado. Cuando el próximo cuidador sacó una tarjeta de crédito con el padre de Rae-Dupree como garante —y luego dejó de pagar la factura—, finalmente aceptó denunciar ambos delitos a la policía. Al final, murió antes de que se pudieran presentar cargos contra los dos estafadores.
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El padre mayor de Paula Coomer, mientras empezaba a padecer demencia, fue víctima de un familiar que constantemente le proponía planes de negocios que lo harían “enriquecerse rápido”. Los planes —la compra y venta de arte y antigüedades— también incluían la reventa de ropa hurtada de cajas de donación en vecindarios más prósperos. “El resultado siempre era el mismo. No hubo ingresos”, dice Coomer. El familiar se robó $20,000. Al momento de la muerte del padre de Coomer, este vivía de donaciones de alimentos. Coomer piensa que su padre estaba avergonzado. Sabía que era una víctima, pero no quería admitirlo.
Ambas mujeres comparten lecciones importantes sobre cómo proteger a la familia de cuidadores engañosos. Rae-Dupree dice que las familias deben asegurarse de contratar a un auxiliar en el hogar que tenga licencia y fianza, para que tengan recursos legales si surgen problemas. En segundo lugar, asegúrate de que haya varios cuidadores en el lugar para evitar crear dependencias poco saludables.
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