Vida Sana
No recuerdo el momento preciso —ni siquiera el año— en que mi madre, Marcelle, recibió el diagnóstico de enfermedad de Parkinson. Ni siquiera estoy segura de que llegaran a dárselo de forma oficial.
Mi hermana y yo lo detectamos mucho antes de que ningún médico lo pusiera por escrito. Intercambiábamos miradas silenciosas cuando sus manos empezaban a estremecerse con movimientos involuntarios o los cambios en su forma de andar hacían que sus pasos fueran inseguros.
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De seguro el primer temblor fue aterrador para ella, aunque habría sido casi imperceptible para un observador. Sin duda, sintió una inmediata y abrumadora sensación de pavor, pues sabía demasiado bien su probable e inevitable significado. Después de todo, era la enfermedad que había hecho crueles estragos en el cuerpo de su padre varias décadas antes.
Plagada de ansiedad durante toda su vida, es probable que mi madre estuviera en alerta desde la muerte de mi abuelo, atenta a la más mínima señal de que la enfermedad que tomó el control de su cuerpo acechara en silencio en su propio ADN.
En cambio, uno de sus héroes dice que no sabía casi nada sobre la enfermedad antes de recibir el devastador diagnóstico, aunque ahora se ha convertido en el rostro público de la enfermedad de Parkinson.
Un diagnóstico inesperado se convierte en una misión
En un nuevo documental, Michael J. Fox recuerda su primera reacción al recibir el diagnóstico de Parkinson a la inusitada edad de 29 años: "¿Cómo es posible que tenga la enfermedad de una persona mayor?". El actor, que cosechaba grandes éxitos y disfrutaba de todas las ventajas de ser una joven estrella de Hollywood, consideró cínicamente la noticia como una especie de ajuste de actitud kármico. "Debería haberlo visto venir", recuerda en el documental. "El precio cósmico que tuve que pagar por todo mi éxito".
Por supuesto, esta no es una enfermedad que afecte solo a las personas mayores, ni tampoco es la forma que tiene el universo de castigar a alguien por gozar de la fama. Se trata, sin embargo, de una enfermedad progresiva e incurable que puede cambiar la vida de quienes la padecen y de sus familias.
En Still: A Michael J. Fox Movie (en los cines y en Apple TV+ el 12 de mayo - enlace en inglés), Fox ofrece información actualizada sobre su salud y comparte la (a menudo literalmente dolorosa) realidad diaria de vivir con la enfermedad de Parkinson, a la vez que narra los momentos más destacados de sus primeros años y la evolución de su carrera como actor. No es la típica película que te hace sentir bien, aunque seguro que te inspirará. El documental es impactante, está bien hecho y en algunos momentos es difícil de ver, sobre todo para cualquiera cuya familia —como la mía— haya sido afectada por la enfermedad.
Observamos a Fox esforzarse por responder a las preguntas, y vemos su discurso volverse cada vez más incoherente mientras se da cuenta de que ha esperado demasiado para tomar su medicamento para el Parkinson. Entonces nos damos cuenta de que tiene la cara magullada, lo que nos explica es el resultado de una de sus frecuentes caídas. Y más tarde, se cae mientras las cámaras están rodando, mientras da un paseo con la ayuda de su fisioterapeuta, un paseo en el que cada paso parece requerir considerable esfuerzo y concentración por parte de Fox.
El impacto de la enfermedad de Parkinson en generaciones de mi familia
Tal como dijo Fox en una entrevista reciente: "No mueres de Parkinson; mueres con Parkinson". Esto se debe a que, en realidad, las personas que padecen la enfermedad no suelen morir a causa de la misma, sino debido a caídas, asfixia u otros peligros que representan un grave riesgo para estos pacientes.
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