Vida Sana
“No puedo decirle que no a mi madre”, dijo Kim, de 53 años, haciendo hincapié en la frase “no puedo”. “Ella ha sido muy buena conmigo. Ahora necesita mi ayuda”.
Le pregunté durante esta sesión de psicoterapia si podía imaginar decir que sí a ayudar a su madre con ciertas tareas, pero no con otras. ¿Podría aceptar administrar sus finanzas, por ejemplo, pero no hacer su declaración de impuestos ni limpiar su casa? ¿Llevarla a las citas médicas y al supermercado, pero no a una próxima reunión familiar a dos horas de distancia? Planteo estas preguntas a los clientes que han asumido compromisos sinceros con el cuidado de sus familiares para recalcar que todavía tienen opciones sobre qué tareas de cuidado pueden proporcionar y cómo hacerlo. Les sugiero que entender esas opciones y llevarlas a cabo puede ayudarlos a evitar sentirse atrapados, impotentes y, en última instancia, deprimidos a medida que las exigencias de prestación de cuidados aumentan con el tiempo.
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Sin embargo, la idea de elegir cuándo ayudar parecía horrorizar a Kim. Estaba segura de que decirle que no a su madre la convertiría en una hija negligente y malagradecida. Sintió que siempre debería decir que sí a todo lo que su madre necesitaba durante el tiempo que necesitara cuidados.
Kim no es la única. Una de las dos cosas que he escuchado con más frecuencia durante 30 años de práctica psicológica es que los cuidadores dicen: “No tengo otra opción”. (La otra es que las personas con enfermedades crónicas y discapacidades dicen: “No quiero ser una carga para mi familia”). Temían sentirse culpables, como si, al mantenerse firmes y decir que no, estuvieran admitiendo que no amaban a su familiar con todo el corazón, o que eran un cuidador que solo les daba atención de vez en cuando. Para mostrar la plenitud de su afecto y compromiso, sentían que nunca debían rechazar una tarea de prestación de cuidados.
El desafío para Kim y todos los cuidadores, por supuesto, es que ninguno de nosotros es superhumano con tiempo y energía ilimitados. Tenemos tantas obligaciones por los múltiples papeles en nuestras vidas, y sentimos una enorme presión. Decir que no durante los largos años de prestación de cuidados puede convertirse en una estrategia de supervivencia necesaria en algunos momentos. ¿Cómo pueden los cuidadores familiares sentirse libres de culpa y cómodos con eso?
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