Vida Sana
Roma Downey, de 62 años, es actriz, productora y autora. Su último libro, Be an Angel: Devotions to Inspire and Encourage Love and Light Along the Way, sale a la venta el 21 de febrero. A continuación, ofrece a los lectores de AARP sus consejos para llevar una vida feliz y sana.
Aprende del dolor
Cualquier cosa que te ocurra en la infancia siempre dará forma a la persona en la que te convertirás. Perdí a mi madre cuando tenía 10 años y a mi padre pocos años después de cumplir 20. Creo que esas pérdidas tempranas crearon en mí una gran empatía por las personas que han sufrido y un deseo de tenderles la mano con bondad. Creo que a veces, cuando compartes tu historia y muestras cómo superaste algo, puede ser útil para otras personas que han experimentado una pérdida. No es que el libro trate solo de las pérdidas, pero, por desdicha, mi propia historia tiene bastante de eso.
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No pospongas las alegrías. Mi madre, que murió a los 48 años, no vivió lo suficiente para usar su vajilla de boda. Estaba bajo llave en un pequeño armario. Durante la época en que se agravaron los problemas [en Irlanda del Norte], pasó una vez un tanque por la calle y toda la casa tembló como sacudida por un terremoto. Toda la vajilla de boda se rompió. Recuerdo estar parada en la puerta y ver a mi madre llorar entre los pliegues de su delantal. La lección que aprendí fue no posponer, sino vivir la vida como si cada día fuera el último.
Ama a tu prójimo
Crecí en Derry, una ciudad dividida y segregada en Irlanda del Norte. No obstante, hace poco estuve de visita y me alegra decir que las personas han aprendido cómo convivir y compartir. La comunidad se está recuperando. Tal vez hayan de transcurrir una o dos generaciones, porque viven aún personas que recuerdan el verdadero dolor que pasaron. Todo puede sanar con el tiempo. Comienza con hacerse la intención y con personas decididas a llevarse bien. Todo el mundo quiere lo mismo, un techo bajo el cual ampararse, comida en la mesa y salud para su familia.
Cree en el destino
Yo era solo una actriz en busca de trabajo cuando llegó a mi escritorio el libreto de Touched by an Angel. Me habría contentado con interpretar a un médico, una abogada, una madre, una niñera... lo que fuera. Tenía que pagar el alquiler como todo el mundo. Cuando me dieron este papel, como persona de fe, estaba muy emocionada de ser la mensajera. En su apogeo, 25 millones de personas sintonizaban el programa cada semana para recordar que Dios las amaba. Fue un verdadero privilegio ser el ángel que decía esas palabras.
Sé el ángel
Durante el primer año de Touched by an Angel, visitaba un hospital infantil y pasé por delante de una habitación en la que una familia acababa de perder a su hijo. La madre me vio y dijo: "¡Mónica!" (el nombre del ángel que interpretaba en el programa). Me abrazó, llorando, y me dijo: "Oré para que Dios me enviara un ángel, y aquí estás". No sabía qué decir. Solo la abracé fuerte, oré e intenté compartir ese espacio con ella. Más tarde, llamé a [mi coprotagonista] Della Reese y le dije: "No quería pretender ser algo que no era". Y ella me contestó: "Mi niña... ella no necesitaba una actriz, necesitaba un ángel. Si vamos a interpretar ángeles, tenemos que quitarnos de en medio y dejar que Dios actúe a través de nosotros". Ese mensaje me llegó al corazón. Pensé: Si la gente me va a ver de cierta manera, voy a tratar de usar mi vida para el bien.
Encuentra una familia
Della acabó siendo la madre que había estado buscando durante años; me enseñó mucho, la quiero y la extraño sinceramente. Éramos realmente madre e hija. Por desgracia, acabó perdiendo a su única hija cuando rodábamos juntas. Caminaba con ella un día, y en un momento muy conmovedor me dijo: "Mi niña, siempre supe que Dios te trajo a mi vida porque necesitabas una madre. Lo que no sabía es que Él te trajo a mi vida porque yo iba a necesitar una hija”.